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Rassen, de Yolanda Navas: testimonio cifrado

Mario Vargas Llosa dijo que «toda novela es un testimonio cifrado; constituye una representación del mundo, pero de un mundo al que el novelista ha añadido alguna cosa: su resentimiento, su nostalgia, su crítica». Estamos seguros de que Yolanda Navas, la autora de Rassen, estaría muy de acuerdo con el escritor peruano, porque, como su autora ha confesado en alguna ocasión, la novela fue escrita durante noches en que descansaba de ser madre y ama de casa, y en ella aparecen reflejados sus vivencias y sus temores, dentro de una mixtura de misterio, aventura y fantasía.

Rassen llega al papel gracias a la editorial Pentian, después del éxito alcanzado en la comunidad Wattpad, que congrega a millones de lectores internautas en el mundo. ¿Qué elementos posee este libro para que haya llegado a tantas personas? Quizá se deba a cómo esos «testimonios cifrados» que refería Vargas Llosa articulan su obra y crea empatía con nosotros:

Con los años había aprendido que lo verdaderamente importante en la vida no podía tocarse, ni empaquetarse, no podría venderse ni comprarse. Que era un ligero equipaje de mano, cuya utilidad no se valoraba hasta que se dejaba de lado, olvidado en alguna parte.

Si bien en las primeras páginas la obra posee características propias de las novelas juveniles, esto es, protagonistas jóvenes (Luna y Alexander), el vaivén de sentimientos (expresados en la novela mediante monólogo interior) que sufren y, en este caso, los aspectos mágicos, como las heridas que cicatrizan rápidamente en Luna o el extraño personaje que merodea por la ciudad de Bruma; poco a poco la novela parece despojarse de esto para hacerse más compleja, al mantener dos tramas en el argumento (la de los protagonistas y la de los guardias civiles que investigan la muerte de Iris), la crisis de los personajes principales que los llevará hasta la India, y la transición del misterio inicial por la aventura, como medio de resolución de la trama, que permite que los personajes evolucionen desde el inicio de la novela; es decir, que no permanezcan planos.

Continuando con los personajes, Luna Munt es presentada con el rasgo de la fragilidad y marcada por unos sueños que la desquician; sin embargo, es un personaje que crece en la obra, tanto en su rol como en su personalidad, ya que la trama la obliga a examinarse a sí misma y a admitirse como la llave del misterio. Por su parte, Alexander Blake es el personaje mejor construido desde el principio, pues posee cualidades muy atractivas, desde el arrojo y la valentía hasta el conocimiento y la inquietud; sin embargo, nos resulta un tanto hermético durante la narración hasta el final en el que Luna consigue que se muestre cómo es verdaderamente. Del resto de personajes, es apropiado mencionar el del Martín Munt, alrededor del cual la autora consigue crear un halo de misterio muy acertado; así, de Martín no tenemos sino referencias y prejuicios que ofrecen los distintos personajes, hasta que su aparición, por cierto, inesperada, da y quita razones a todo lo dicho sobre él a lo largo de la obra.

En el terreno del estilo, Yolanda Navas es más ágil en la narración que técnica; lo que es una virtud para atrapar al lector en una novela tan extensa y que, como hemos referido anteriormente, comprende dos tramas argumentales. Hay que destacar notoriamente el acertadísimo uso de la adjetivación, que imprime riqueza sensorial a la obra; y, por consiguiente, aparecen unas descripciones ricas, tanto para los personajes como para lugares, momentos y acciones:

Sus pesadillas siempre tenían como escenario un bosque espeso, un valle entre enormes montañas, cuya atmósfera oscura y opresiva solo era corrompida por el resplandor ambarino del fuego.

La única chica del grupo era María. Menuda, ágil, de ojos aceitunados y cabellos de color berenjena, intrépida, perspicaz y con una fuerte personalidad.

Un rasgo astuto, y a valorar, de la narrativa de Yolanda Navas es la de caracterizar a los personajes mediante el vocabulario que han de expresar. En otras palabras, cada personaje emplea palabras propias de su entorno, trabajo o nivel educativo y cultural.

Por último, y en gran medida en relación con lo inmediatamente anterior, son interesantes las referencias culturalistas que se hacen en esta obra. El fraude del hombre de Piltdown, la alusión al oculto mundo de Shambala, el conocido terror que causó Orson Welles con la guerra de los mundos, una cita de Noam Chomsky, el influjo del Mahabharata y del sijismo (o sikhismo), etc. son apuntes de la cultura que enriquecen a los personajes, a fin de dotarles de carácter, cuando no son sino aspectos que forman parte de la personalidad de la autora; lo que nos lleva a la cita inicial, a los «testimonios cifrados» que todo autor imprime a su representación del mundo. Porque esta, bien desgranada en amor, suspense, aventura y literatura, es, en resumidas cuentas, lo que encontraremos en Rassen.

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