Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Medios políticos

Ya hace tiempo que no tecleo sobre política. Me prometí no hacerlo, por lo grotesco de su imagen, lo chabacano de su exposición y lo degradante para el resultado articulístico. No es cuestión de dedicarle tiempo; no en vano, gusto de difundir la máxima de que cada cual malgasta su tiempo en lo que quiere. Es cuestión de dedicarle un protagonismo que no merece. También abandoné los seguimientos de la información política; sorprendente, cuando hubo una época durante la que atendía hasta los debates sobre el estado de la Nación.

Pero la política ha dejado de tener interés para convertirse en un circo de personajillos alocados, con desmedido ego y sobredimensionado afán de protagonismo… Con todos mis respetos hacia el mundo circense, tan honorable, sacrificado y admirable… A pesar de la importancia de la política para la sociedad y la convivencia (Cánovas la definió en su día como «arte»), los políticos, o quienes a ello se dedican profesionalmente, han hecho de la misma un espectáculo mediático ruin y mezquino, que remueve el estómago de vergüenza y hierve la sangre de indignación. Mi inclinación tiende, entonces, por motivos laborales, a la materia legislativa, para la cual se evidencia mi desdén en lo tocante a los múltiples y variados intercambios salivosos y silábicos entre aquellos que planchan posaderas en los respectivos escaños, preámbulos teatreros de una pactada votación, y me centro en la fase de publicación, que para eso están los boletines oficiales: lecturas tan buenas o malas como otras cualesquiera.

Así que no, no teclearé sobre política ni sobre políticos. Dedicaré, al contrario, unas líneas a nuestros medios de comunicación, prensa, radio, televisión, encaprichados en conceder a la política y a los políticos patrios minutos, horas, páginas, enfermiza concentración monotemática, infamante e indecoroso protagonismo. Ofrecen nuestros medios de comunicación al consumidor, al televidente, al oyente, al lector, un producto festivalero de diversión y distracción propio de Salsa u otro vinculado al periodismo amarillo, rosa o llamativo color del arcoíris equivalente; uno de esos de edición mañanera o vespertina, de pseudotertulianos de embriagador olor a alcanfor y marujones de patio de vecinos. En eso han troncado la política para el paisano, o en eso la han troncado los políticos a través de los medios de comunicación: un pasatiempo fútil, una función de marionetas destinada a amenizar los ratos de ocio.

Desconozco la entrega con la cual los medios de comunicación de países, bien de nuestro entorno, bien allende los mares, reservan sus espacios a los políticos y sus políticas, y francamente, se me da un ardite (entiéndase, me importa un carajo o una mierda, pero he pretendido ser más fino). En lo que al español se refiere, es considerable. Andaría corto barruntando un sesenta por ciento, si el cuarenta restante no retuviera la información deportiva, o sea, la futbolística; y si es que el hecho de que tal entrenador esté bostezando en un rincón, que cual hincha de la fila doce, asiento veintiséis, se hurgue la nariz o que tal jugador se grabe en vídeo marcándose un bailecito de moda, se puede considerar información. En el hipotético supuesto de que los políticos o futbolistas no hayan brindado ese día concreto ocurrencias suficientes para cubrir el espacio de comunicación, que ya es difícil, siempre queda el león del zoo comiéndose un helado en su jaula o el imbécil de turno que ha llevado a las redes a su bebé acompasado a los movimientos del gato o a su gato acompasado a los movimientos del bebé, que para el caso es lo mismo. Todo ello, cuando los políticos no han aportado el nivel óptimo requerido de catastrofismo, sensacionalismo y demás con idéntico sufijo, lo que se procura suplir con clásicos tipo pandemia o guerra, por ejemplo. La cosa es olvidar la información internacional, científica, tecnológica, económica y cultural… Nuestros políticos nos obsequian para esto y para lo que haga falta.

Dedicar espacio a la política, además, puede mostrase equivalente a dedicárselo a quienes hacen política. A veces el tratamiento de la política es una extensión o derivación de la presencia de quienes hacen política, que, adrede, buscan desesperadamente lo presidenciable en los medios de comunicación: primeros minutos, más minutos, primeras páginas, más páginas, portadas, entradillas. De manera que la política no es política, sino una sucesión de réplicas, contrarréplicas y contradicciones; una suerte de maniqueísmo sistémico; una confrontación permanente, cargada de un vocabulario pobre y repetitivo y carente de una mínima dotación analítica e intelectual. Una discrepancia constante que se proyecta constantemente a la sociedad en detractor bucle, absorbido por el consumidor, que, desguarnecido de espíritu crítico, asume el maniqueísmo como consustancial o natural a la convivencia nacional, reflejándolo en su comportamiento; o provisto de dicho espíritu, le ilustra lo más pueril y bochornoso de la condición política. De aquello que otros —quizá, ni mejores ni peores—, en otras épocas —quizá, ni mejores ni peores—, denominaron «arte».