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"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

La Luisiana española (XI)

Compréndase, carísimo lector, que los comerciantes españoles residentes en Cuba, prácticamente, se habían arruinado en su afán de aportar fondos a la empresa independentista de las Trece Colonias, sumando éste del reticente resultado inicial expuesto desde la Capitanía General a Bernardo de Gálvez respecto a su proyecto militar floridense.

Aun así, siguiendo con el relato, el 9 de marzo de 1781, la escuadra española arribó en la isla de Santa Rosa, al sur de la bahía de Panzacola, la cual, anulada la defensa de vanguardia británica y procediendo al desembarco, quedó ocupada en pocos días. Llegados los primeros refuerzos desde Mobila, Gálvez se mostró firme ante el mando de la Armada, José Calvo Irazábal, quien se negaba a penetrar en la bahía; de modo que, la tarde del 18, Gálvez embarcó en el bergantín Galveztown, izó bandera almiranta, se flanqueó por la balandra Valenzuela y dos lanchas cañoneras y ordenó al capitán del bergantín, Pedro Rousseau, que se adentrase en la bahía y que se disparasen quince salvas de cañón, para que la escuadra, el ejército y la guarnición del fuerte británico quedasen informados de la categoría de la autoridad embarcada. La flotilla española cruzó por el canal al alcance de las baterías del fuerte de Barrancas Coloradas, desde donde se abrió fuego, con un total de 28 cañonazos, sin daño alguno. Una vez la flotilla alcanzó la bahía y estuvo a salvo, las tropas del Ejército español que observaban desde la playa celebraron, en medio de aplausos y vivas, la hazaña de su general, por la que se ganó el cuartel en su escudo de armas con un bergantín dotado de la divisa «Yo solo». A medida que se consolidaba y artillaba el sitio a la plaza, los refuerzos españoles se iban incrementando, incontenibles ya tras la gesta de Gálvez. La tarde del 8 de mayo comenzaron las conversaciones para la capitulación británica. El 10 se celebró la rendición. Un año después, en mayo de 1782, empecinado en su misión de reconquista, Gálvez se apoderó del enclave bahameño de la isla de Nueva Providencia y preparaba el asalto a Jamaica cuando, en 1783, llegó el fin de la guerra. El Tratado de París, de 3 de septiembre, devolvería Florida al Reino de España.

La labor de Bernardo de Gálvez en La Luisiana concluyó de tal manera, y el 16 de mayo de 1783 tomó rumbo a Cádiz, si bien, regresaría, en 1785, para asumir el cargo de Virrey de Nueva España, a la muerte de su padre Matías, hasta su propio fallecimiento el 30 de noviembre de 1786. Entretanto, Esteban Rodríguez Miró, quien se había ocupado del cargo de forma interina durante las campañas de Gálvez, fue nombrado Gobernador de La Luisiana. Rodríguez Miró, consciente de las necesidades poblacionales, emprendió una estrategia migratoria y de alianza indígena, impulsó la organización de nuevas expediciones y financió la remodelación de presidios. Fue un gestor económico serio y un hombre escrupuloso con la ley, principios que, quizá, provocaron ciertas tensiones con el gobernador de La Habana José de Ezpeleta y con Diego Gardoqui, agente español en el Congreso estadounidense. Participó en el amago de anexión al Reino de España de Kentucky, cuyos habitantes protestaban ante el Congreso del nuevo estado norteamericano por no poder servirse del río Misisipi; movimiento que hubo de abandonar, al no contar con el apoyo de Madrid. También tuvo que enfrentarse Rodríguez Miró al gran incendio de Nueva Orleans del 21 de marzo de 1788, que destruyó una considerable parte de la ciudad y en el que destacó por su eficiente esfuerzo de socorro, debiendo proyectar y coordinar los trabajos de reconstrucción, hecho que se aprovechó para suplir los edificios de madera por otros con estructuras de mampostería, integradas con patios, paredes gruesas de piedra, arcadas y balcones de hierro forjado, las cuales incorporaron el estilo arquitectónico español a la ciudad (y se consolidaría tras el segundo del 8 de diciembre de 1794).

En marzo de 1791, el hasta entonces Intendente de San Salvador, Francisco Luis Héctor de Carondelet, fue designado nuevo Gobernador de La Luisiana y de la Florida Occidental, del que tomó posesión en enero de 1792, una vez efectivo el cese de Rodríguez Miró. De perfil administrativo y burocrático, aunque atestiguó exploraciones científicas a lo largo del río Misuri, centró sus aptitudes en el carácter urbano de Nueva Orleans, con la división en cuatro barrios, el diseño de canales comerciales, el levantamiento de fuertes defensivos, la instalación de alumbrado público de gas, la formación de rondas nocturnas de vigilancia, la creación del primer periódico de la provincia española y la inauguración del primer teatro. Estados Unidos, de frágil memoria, pronto inició disputas fronterizas, las cuales desembocaron en el Tratado de San Lorenzo de 27 de octubre de 1795, por el cual España cedió a los Estados Unidos sus dominios al este del río Misisipi al norte del paralelo 31º, además de derechos de navegación por el citado río y de depósito en Nueva Orleans.

En octubre de 1796, Héctor de Carondelet fue nombrado Presidente de la Real Audiencia de Quito, por lo que cedió el gobierno de La Luisiana, en agosto de 1797, a su sucesor Manuel Luis Gayoso de Lemos.