Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Reinventarse tras el confinamiento

Cómo un reguero de hormigas exploradoras en avanzadilla, vamos las personas saliendo de casa, por la mañana temprano de esta última decena de abril protegidas con guantes y mascarillas en muchos casos, sin nada en otros o disfrazados por lo que se tenga e invente en casa, ante la falta de material básico para comprar, medidas en contra de ese virus invisible que penetra por nuestra vías aéreas, manos, ojos, que permanece latente en las superficies un tiempo limitado, pero suficiente para enganchar a su víctima, su vector...

Poco a poco, con paso rápido y dispuesto el personal sale de sus casas, con la sensación de que somos un poco ladrones, inseguros y desconfiados, con uno o varios objetivos claros en la cabeza para aprovechar la salida inevitable.

Muchas personas van al trabajo, tras esta primera flexibilización del desconfinamiento, por la apertura de algunas empresas o servicios, esos trabajadores con horarios de salida fija, una multitud solitaria en sus coches que van uniformados con su documento salva-conducto que acredite su faena, su desplazamiento, su condición de currante imprescindible en estos tiempos.

Mientras, el ejército, esporádicamente una imagen de película a la que no estábamos acostumbrados puebla nuestras calles, la custodia paseándolas, vigilándolas, limpiándolas y desinfectándolas con lejía, derivados de ozono y otros productos dispersos con mangueras e irrigadores desinfectantes, caminando junto a sus vehículos de servicio, enfundados de pie a cabeza con esos equipos de protección individual, los conocidos EPI, a los que nos vamos familiarizando.

Una vez llegas al comercio, al cajero del banco, a la farmacia, al comercio básico de turno, pequeño o grande, toca esperar, hacer cola, guardar la distancia con otros compradores, trabajadores o “transeúntes hormigueantes de pasillos, calles, escaleras, comunidades y azoteas”.

En esas esperas, de filas ordenadas y distantes, para comprar donde se piden turno y se aguarda pacientemente. He observado que fuera del saludo inicial, de algún comentario muy breve, las esperas son calladas, silentes, tiempos de demora donde no se socializa o habla como antes, algunos usas el telefónico móvil, o se observa el tiempo, la calle, el avance de la fila, nuevos hábitos que parece han venido para quedarse un tiempo indefinido.

No sé porque estos silencios en vivo y en directo, sí porque hace calor tras la mascarilla, porque es incómoda al respirar, porque se descoloca con facilidad de tu nariz subiéndose hasta la línea de los ojos, sí es porque dificulta el sonido de nuestra voz, nuestra articulación oratoria sin gritar o porque se pierde gran parte de nuestra expresividad gestual, facial, etc.

Es paradójico que en una situación de pandemia donde la mayoría de los ciudadanos/as han guardado su confinamiento ejemplarmente, en especial los pequeños, cuidándose personalmente, cuidando a los demás con ese uso generalizado de guantes, mascarillas, lavado de manos, toser sobre el codo, uso excesivo de lejía, respetando unas normas por el bien común dictadas por un país en alerta sanitaria por corona virus.

Pero el ser humano siempre creativo se reinventa, siendo capaz de vitalizar sus ventanas, balcones, sus jardines propios o terrazas particulares. Y surgen dibujos que adornan nuestras viviendas con arco-iris y mensajes, positivos, se inundan las redes de mensajes, “a veces bulos difamatorios políticos y mal intencionados que la sensatez individual te hace borrar o cortar el reenvió”, mientras disfrutas de esos otros mensajes simpáticos o vídeos musicales que alimentan el alma de nuestra gente confinada y currante.

Y mientras pasa el tiempo, le vas cogiendo el truquillo al tele-trabajo para el que no estábamos acostumbrados, empleas parte del día consultando tu teléfono móvil cada poco tiempo, porque aunque lo silencies, siempre que lo vuelves a mirar está petado de nuevos mensajes de trabajo, ocio, cotilleo y curiosidades.

Espero que las propuestas solidarias que han ido surgiendo en este mes y pico encerrados en casa se prolonguen en el tiempo, aunque su objetivo cambie, las soluciones de ayuda desinteresada que se han ido gestando desde muchos hogares han fomentado las almas trabajadoras y creativas de nuestro entorno , se vuelven escribir cartas de nuevo, adaptadas a los nuevos tiempos y necesidades, se confeccionan mascarillas de tela casera, se rentabilizan las impresoras 3D particulares, se diversifican las empresas, te saluda al vecino/a, aprendes su nombre, intercambias actividades lúdicas a las 8h de cada tarde, aplaudes al personal sanitario, sea cuál sea su trabajo en la cadena, a los municipales, los policías,el ejército, los guardias civiles, los bomberos, el personal de servicio, transporte, dependientes, correos y tantos otros que nos facilitan nuestra vida, porque no nos falta de casi nada encerrados en nuestras casas.

La cuestión es que cuando volvamos a la calle de manera escalonada, a nuestros trabajos físicos los que los mantendremos, seamos capaces como sociedad de reinventar nuevas parceles de trabajo o en su defecto de ayuda para toda esa gente que esta crisis sanitaria cambió sus vidas laborales, sus recursos e ingresos, para que puedan seguir adelante. Los políticos deben ponerse de acuerdo en sus políticas y nos ayudarán en la medida que la liquidez del país o de los acuerdos comunitarios lo permitan, los planes y proyectos subsidiarios serán necesarios, pero son lentos, por lo que este espíritu de sociedad más humana y cercana, debe permanecer vivo, mostrándose sensible e inquieto, creando nuevas soluciones a los problemas que irán surgiendo en nuestras calles, hogares, entre las personas.