Va acabando el mes de octubre, con las múltiples celebraciones de lucha contra el cáncer en todas las facetas socio-sanitarias. El cáncer nos elige a todos/as en algún momento de nuestras vidas, directamente o indirectamente en nuestro entramado afectivo. No tiene edad exacta, aunque sí poblaciones diana.  Los más impactantes o extraños son los que generalmente afectan más a la población infantil, los más frecuentes en mujeres u hombres también los conocemos de sobra. Patologías más habituales de lo deseable, lesiones que van teniendo mejor cura, que dan más años de tregua vital con su evidente e implacable lucha médica, personal, familiar, económica, concediéndote una mejor calidad de vida por un preciado tiempo... Pues en otros casos, las células metastásicas imponen su tiranía y marcan un corto presente.

 

El mes de décimo finaliza, estrenando su cambio de horario casi invernal. Cuyo objetivo dicen moviendo las agujas a nuestros relojes dos veces al año es para: "Ajustar la jornada laboral con las horas de luz diarias, para así aprovechar más la luz natural y conseguir un ahorro energético” .... Eso nos dicen, aunque sin especial convencimiento, a los que no vemos claro dicho cambio, año tras año, porque ahora se nos acortan las tardes, nos las oscurece pronto y alarga las noches.

 

Nos estamos acostumbrando a la transición de un mes que acaba entre decorados de murciélagos, brujas, fantasmas, esqueletos, trucos, trato, caramelos o calabazas por nuestras calles. Los medios de comunicación, las redes sociales, las academias de inglés, las escuelas o centros bilingües, fomentan estas fiestas previas a la tarde noche del 31 de octubre. Se celebrarán fiestas de Halloween en grandes discotecas o salas de fiesta. Por muchos rincones del planeta Halloween es todo un reclamo, noche de brujas, con un talante más frívolo, más lúdico, más comercial, estilo americano, sin ahondar en los detalles de otras culturas o sociedades a lo largo de la historia, sin saber el origen celta que marcaba el final de la cosecha, el inicio del invierno, el comienzo del undécimo mes del año...

 

Un noviembre que empieza en miércoles, en este año 20223 y que nosotros rotulamos como el Día de Todos los Santos. Muchas mujeres realizaremos la visita a los cementerios de nuestros pueblos o ciudades, perpetuando las costumbres asumidas por tradición u obligación ligándolas al género femenino en nuestras familias tradicionalmente poco igualitarias en el reparto de estos menesteres. Realizaremos la limpieza de lápidas y/o encalo de nichos. Compraremos las flores de tela, plástico o naturales para honrar a los seres queridos que han fallecido y se van reuniendo con sus cenizas en hornacinas agrandándose la familia de allí otra vez, reuniéndose de nuevo, tal como nos dijeron. Nombres propios con fechas grabadas en el recuerdo, siempre presentes de otra manera entre nuestros afectos. Almas ya libres, representadas en aquel espacio, que eligieron para  descansar en un campo santo, en un lugar entre calles ajardinadas, con sus luces y sus sombras, rodeadas de cipreses. Árboles que no fueron puestos aquí por azar, su forma ascendente y frondosa, su tronco fuerte, altivo a la vez que firme, estaba encaminaba acompañar y dirigir las almas de los difuntos hacia los cielos...

 

Todas las religiones tienen sus simbolismos y suelen acompañarnos en los múltiples momentos que la vida nos da. En el cristianismo, siguiendo el paralelismo de la vida terrenal es finita, ofrece la inmortalidad del alma en un reino celestial.

Por tanto, los cementerios en nuestra cultura y costumbres son un lugar de veneración, de tránsito, de respeto, de sosiego, necesarios por sus aspectos higiénico sanitarios, pero también los cementerios nos facilitan la justa distancia para superar duelos, para ayudar a la liberación de las almas vivas, que permitan a las almas ya ausentes la búsqueda de la vida en otra dimensión u espacio, ya sea eterna o no y la resurrección, sí es su creencia, costumbre o deseo...