Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Arreglamos el mundo en una noche

Una de las mejores cosas que podemos hacer al acabar la semana es juntarnos con los amigos/as cuando se puede, una noche de viernes o sábado, sin prisas, al aire libre, en una terraza, para hablar y tomar unas copas, tapear o cenar, según se tercie.

De manera natural nos vamos saludando cuando vamos llegando. Los hay puntuales, impuntuales a su manera y tardones sistemáticos por naturaleza en el grupo de amigos/as. Nos vamos sentando en la medida que llegamos, siempre hay más afinidad por unas personas que por otras, al sentarte o colocarte alrededor de una mesa, al acercarte al círculo de personas conocidas, simplemente porque nos gusta su compañía, tenemos pendiente algo que hablar, escuchar, conocer, aprender, saber de él o ella y ella o él de ti...

En torno a una mesa siempre hay en el grupo algún hombre o mujer con dotes de liderazgo y buena voz que se hace escuchar por todos. Que es dado a las bromas, la lengua rápida, aguda, chistosa, tal vez fresca o locuaz y con salidas para todos, capaz de llamar nuestra atención, callar al grupo, para ser escuchado/a o no contrariado...

Las charlas van surgiendo, saltando de un tema hacia otro. En ocasiones atropelladamente. Se va subiendo el tono de voz, cada vez más vociferante del conjunto.  A lo largo de la noche se van entrecruzando las conversaciones, se entremezclan las temáticas, los intereses o confesiones, se intercalan los silencios de uno, las omisiones de palabras de otros. Alguna vez, el silencio se hace hueco entre todos, por escasos segundos, siempre hay una frase hecha o algo que consultar o mostrar del teléfono móvil, para seguir hablando.

Y en toda reunión que se precie siempre surge la actualidad, las noticias, las preocupaciones de vida, algún pequeño cotilleo de familia, acontecimientos personales, cambios de trabajo, sobresaltos de salud, necesidades nuevas de bienestar y discrepancias con la política que gestiona nuestras vidas.

Dicen de la política que es una ciencia, que trata del gobierno de nuestros países, autonomías o localidades. Nos gobiernan para organizar nuestros fondos, con ellos regular nuestros derechos y deberes, nuestro estilo de vida y sus necesidades o servicios. La política se puede estudiar, se puede formar uno/a para ser político. Se vive en la casa, en la calle, en el tiempo que eres estudiante, en el trabajo. Nuestros gobernantes reúnen perfiles muy variopintos, gentes que han llegado tras una trayectoria pública ascendente que los avala, gente que surge de la nada casi desconocidos de un partido, gente formada académicamente que aparcan sus profesiones, gente que se convierten en políticos eternos sin una formación previa y diversa, que se eternizan en las filas de un partido haciendo de la política su profesión, su trabajo, su estilo de vida, su obsesión o beneficio.

España es un país que por casualidad o no siempre está de elecciones. De encuestas que anuncian las intenciones de voto con estadísticas casi diarias. Y las campañas políticas son cada vez más agresivas en los medios de comunicación y en las redes sociales. Debatir en directo es un arte, que no todas las personas tenemos, tampoco todos nuestros políticos lo tienen.  Disputar con palabras el espacio y el tiempo, argumentar, forcejear con la dialéctica, hay que estar preparado, conjugar puesta en escena, controlar nervios, mostrar una buena imagen, dominar datos, contraatacar con respuestas rápidas y el lenguaje formalmente convincente.

Las elecciones locales están a la vuelta de la esquina. Una semanilla y estaremos votando. El personal está agotando los plazos para votar por correo y usar ese día al completo para su ocio, sus cosas, sin horarios u obligaciones los más precavidos del grupo. El resto iremos, votaremos llegado el 28 de mayo, en algún momento del día, en nuestro colegio o centro electoral asignado según la zona donde vivimos.

Y mientras eso ocurre, las ideas que cada cual quiere mostrar o compartir en cuestiones políticas locales y nacionales van saliendo a lo largo de las copas, entre tapas y la cena. Si tiras de la memoria de este grupo de personas que nos conocemos desde hace décadas, siempre hay quien dice su intención de voto abiertamente e intenta influir en los demás, imponer o desprestigiar otras opciones diferentes a la suya...

Es curioso como en el grupo aparecen pensamientos opuestos, que han ido variando a lo largo de los años sus opiniones políticas, su voto, la elección de su partido. Este interés por la política es más manifiesto entre los hombres del equipo, que entre las mujeres que formamos parte del mismo. Supongo que las niñas, las chicas y las mujeres como tantas otras cosas vemos la política desde otra dimensión, menos pública, menos participativa y por ello somos menos activas, en este tema como en tantos otros, la brecha de género sigue haciendo mella en nosotras, en nuestros intereses, por ello seguimos ocupando menos cargos de liderazgo político, hay menos alcaldesas mujeres propuestas como candidatas, no sé si por opción aprendida, por desinterés  o por elección socio-educativa asumida...

Mis amigos/as y yo misma, hemos votado diferentes opciones políticas a lo largo de nuestra historia democrática personal, dejando en parte la ideología de partido y centrándonos más en la persona que representa una alcaldía, porque la conocemos, nos simpatiza o no, confiamos en su posible gestión, en sus valores personales o profesionales, dejando al margen la ideología del color de los partidos mayoritarios que los acogen con sus siglas o los colores que los representan.

Me llama la atención la radicalización de algunas ideas de mis conocidos, los extremos ideológicos, los emblemas elegidos, mostrados en sus muñecas, sus llaveros, los vídeos que envían al grupo que compartimos en el teléfono móvil que casi nunca son contestados, comentados o contraatacados, para evitar la polémica o los malos entendidos, la moderación sensata es la mejor manera de alejar las tensiones innecesarias...

La amistad es un arte que hay que cultivar y cuidar. Una persona no discute sí el otro no quiere. El alcohol puede favorecer los pensamientos mal o bien argumentados, las maneras y las formas. Toda dialéctica persuasiva es capaz de ensalzarse y calmarse con un brindis, sí existe voluntad para ello, mientras sigue la noche, suenan las risas, sobresale alguna carcajada y hasta suena inoportunamente el teléfono... Todos tenemos claro que la charla entre copas fluye hasta que el local nos invita al cierre, la velada acaba con la vuelta al hogar y con la sensación de que nuestras ideas compartidas pueden arreglar el mundo, con tan sólo unos pocos de hombres y mujeres, alrededor de una mesa compartida, que no puede escapar de la política. ¡Al menos en la teoría, al refugio de una mesa con bebida, comida y amistades!