Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Experimentados trotamundos que dicen: ¡hola!

Comienzo mi relato acordándome de muchas personas de toda índole, condición, aspecto, edad, creencias e intereses que hemos trabajado dentro de una bolsa. ¡Y no precisamente en el marco financiero de subidas y bajadas, de ricos millonarios, convertidos en arruinados y pobres!

Hablo de esas bolsas públicas o privadas que desde hace décadas se idearon para disponer de personal cualificado en múltiples categorías profesionales, bolsas en las que puede te exijan una cuota o superar pruebas académicas y/o entrevistas. Bolsas que engullen sobres con multitud de títulos, cursos, contratos previos bajo un impreso formal para poder inscribirte y con la firma arrinconada tuya, garabateada con tu DNI y la retahíla: “Es copia fiel del original”... Sobres abultados con papeles que resumen una vida laboral de muchas personas y que demuestran su experiencia en sectores como el sanitario, el administrativo, los servicios de correos, los enseñantes, etc.

Bolsas que cada gremio sigue unas normas y políticas propias, y que a su vez se desgranan en categorías infinitas como las sanitarias: “médicos, enfermeros/as, técnicos/as, auxiliares, celadores/as, telefonistas, cocineros/as, pinches, limpiadores/as, personal de mantenimiento, conductores, etc.”. O bien las bolsas de educación: profesores/as de secundaria, profesores/as de conservatorios, de ciclos formativos, maestros/as y sus divisiones por especialidades numerosísimas...

Personas que ordenan por antigüedad de puntos y categorías profesionales. Siempre atentos a los cambios que rumorean los sindicatos, pendientes de unas páginas web que indican el momento, la documentación que habrá que renovar para estar dentro de la bolsa, para trabajar, impresos de papel o telemáticos a veces difusos, que renuevan cada cierto tiempo y en la que optan por una serie de parámetros que determinarán tu destino laboral más inmediato.

Durante años, esas bolsas son parte de nuestras conversaciones familiares, comentas con ellos/as lo que solicitas, negocias en ocasiones con tu pareja pedir un número limitado de provincias para sustituciones y amplias tus parámetros sí son vacantes, trabajo para un año o un curso completo, aunque implique desplazarte, vivir en otro lugar, contratiempos de idas y venidas, esos imprevistos que ya se irán solventando tras el sobresalto inicial.

Vas y vienes, consultando por internet tu proximidad en la bolsa, hasta que apareces en un listado o te suena el teléfono móvil y en la pantalla aparece un número super largo cargado de ochos... Contestas con cierta incertidumbre, aclarando la voz, confirmando tus datos, escuchando, eligiendo destino sí cabe esa posibilidad o no... Simplemente asumiendo tu nuevo destino sin más, mientras trascurre la conversación, anotas los teléfonos que te indican, el lugar en muchas ocasiones te es totalmente desconocido, te cuesta ubicarte y la adrenalina interna sigue subiendo...

¡Hay que ponerse en marcha dispones de 24h! Sin apenas tiempo para pensar, tu siguiente lugar de trabajo te espera, hay que acelerar ese trotamundos que llevas dentro, buscar en internet pensión u hotel donde alojarte sí fuese necesario (¡Esta es le ventaja de las nuevas tecnologías hoy día!). Hacer la maleta, cargar el coche, irte acompañado/a o solo/a y obedecer ciegamente al GPS, aunque este en ocasiones te de indicaciones incomprensibles (cuando te habla de tercera perpendicular a la derecha y de giros en oblicuo, o te meta por lugares intransitables). Puede que no siempre sea culpa del GPS, que sean tus nervios los que te bloquean el entendimiento, te dificultan el sueño y te dan esperanza e ilusión porque: ¡Tienes trabajo otra vez!...

La primera vez que apareces por un nuevo centro de trabajo “bullen una mezcla de sentimientos”. Quieres saber horarios, grupos, tareas, responsabilidades, hacerte con algún teléfono de contacto con la empresa, completar la documentación pertinente del contrato, saber dónde está el baño, etc.

Poco a poco vas saludando, te van saludando, conoces a la plantilla. Siempre te preguntan: ¿Cómo te llamas?, ¿De dónde eres?, ¿Sí estas cerca o lejos de tu casa?, ¿Sí tienes dónde alojarte?, e incluso te ayudan y ofrecen propuestas para el momento.

Esas personas que un día te dijeron: ¡Hola!, aceptan al experimentado/a trotamundos con rapidez, también he de decir que el recién llegado/a intenta amoldarse al lugar y aprender. Con el paso del tiempo surgen bromas y anécdotas sobre esa primera vez que se vieron, esas primeras impresiones mutuas. En ese trascurrir diario que es el trabajo, cada persona nueva que aprende de ti y de tu entorno, también te enseña y te lleva al recuerdo que una vez tu vida fue así.

Ya veis, el trabajo no es toda nuestra vida, sin embargo, es una parte importante de ella, es entrañable recordar: ¡Ese hola al trotamundos que llegó un día, pero también pasado un año, unos meses toca decirle adiós! Despedirse con un hasta pronto de esa gente que tenemos ocasión de conocer y con la que mimetizamos nuestra alma, vínculos afectivos y emociones que merece la pena ser vividos, aunque ahora hemos cambiado nuestros roles y somos nosotros los que aguardamos aquí para acogerlos, hasta que decidamos trasladarnos de lugar y comenzar de nuevo.