Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Elegir nuestro momento para llorar y reír

Nada más llegar por este mundo lo hacemos llorando, mientras otros nos esperan entre sentimientos de júbilo, sorpresa y risas soñadoras de futuro. Pasan los días, meses y años, todo cuenta en el cómputo de una vida. Aprendemos hablar y ya no dejamos de perseguirlo, de medirlo incansablemente, dando vueltas en su acristalado círculo vicioso o parpadeando entre dígitos numéricos... Pronto  lo aprendemos y lo consultamos con asiduidad como un acto reflejo en nuestra mano, de manera machacona en el teléfono móvil, con desinterés en la esquina del ordenador, con impertinencia en el salpicadero del coche mientras conducimos, por curiosidad en los carteles luminosos que nos asaltan con  publicidad por las calles, cifras conectadas a  las alarmas horarias y sonoras de los medios de comunicación que nos rodean diariamente.

Resoplamos porque pasa despacio a veces, porque pasa deprisa en ocasiones, porque no pasa según nuestro agónico deseo... Mientras los niños/as pequeños/as de nuestro entorno son libres en su desconocimiento, hasta que nos preguntan por él, en su inconsciente magnitud, donde empezamos con su instrucción sin reparo.

Hablamos de él, lo fraccionamos en milenios, en siglos de historia, en lustros vitales, en años con fechas claves sobreseñaladas por las crisis o las celebraciones... Mientras suceden estaciones con sobresaltos políticos, con sentencias desconcertantes, entre semanas con hechos violentos, días eternas de noches entre guerras que nos hacen indiferentes a la gente que estamos distantes, sin compartir esa ausencia de noches sin días... Horas de fracasos humanos, minutos de conmemoraciones históricas, destellos de victorias deportivas de risas y alegrías que duran segundos, de logros convertidos en avances que buscan su hueco en el presente.

Nunca se para, avanza en su órbita, marca nuestra memoria vivencial. Le estoy dedicando un buen rato, hablándote de él. ¡Escribiéndote y reflexionando sobre parte de sus acepciones, que seguro son más de las que alcanzaré ver y escribir!.

Hablamos del tiempo que queremos ganar, mientras lo perdemos idealizándolo, imposible ahorrarlo mientras no lo tienes. Camina inexorablemente y no hay nada que podamos hacer contra él. Aunque lo intentemos, es absurdo retenerlo entre los dedos sin fugas, pretender guardarlo, atraparlo entre los puños cerrados para el futuro.

Se suceden los ciclos de lluvia, viento, granizo, tempestad, hasta regresar de nuevo la calma, el sol, las altas temperaturas con nuevos periodos de sequía, fenómenos atmosféricos que rigen la vida en la tierra y que condicionan la existencia de los seres vivos.

Él es relativo, según la persona y sus peculiaridades o circunstancias que nos rodean o tocan vivir, no deseamos usarlo en cosas superfluas, aunque a veces es la mejor manera de invertirlo, de satisfacer el deseo pues, aunque el día a día tenga para todos/as 24 horas, no todos y todas lo usamos concienzudamente.

El tiempo no tiene el mismo significado para un niño que para una chica adolescente, para un hombre joven o para una mujer madura, ni para una pareja de ancianos con muchos años ya cumplidos...

Él, es eterno para el que aguarda, es breve para el que ama pasionalmente y demasiado agotador para el que sufre, porque llora en ocasiones consciente de su pérdida paulatina de facultades, entre el dolor de verse solo o acompañado/a de los suyos, porque anhela un cuerpo pasado, una autonomía ya ausente, entre plenas facultades mentales, independientemente de su edad.

Mientras va pasando y yo te cuento o te descuento, aunque me queje de unas creencias religiosas inculcadas que censuran mi tiempo, mis opciones en una sanidad con límites, de unas leyes que no contemplan mi libertad para elegir mí final cuando sea el caso o el de mis seres queridos, pendientes de una discusión eterna entre políticos que no quieren abordar  con valentía una ley del derecho a la vida digna o la muerte asistida con pleno derecho, por elección personal con total ética, con el sosiego racional, sin sufrimiento cuando ya nada hay que hacer, ni juramentos que lo cuestionen...

El tiempo trascurre entre polémicas cobardes que nos niegan la capacidad para elegir nuestra despedida, que incitan a la resignación o adaptación constante a la par que frustrante de multitud de familias, mientras que muchos de nosotros sólo pedimos un instante de calma entre sueños sedantes para nuestros seres queridos, para dejar de existir y/o elegir, que las lágrimas de llanto presente se conviertan en sonrisas cómplices de afecto y en risas o carcajadas de libertad en el futuro.