Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Casi dos años

Ya inmersos en la época que llaman: “El veranillo del membrillo, ya que es en estas fechas es cuando se recolecta dicho fruto y cuando las temperaturas son más llevaderas pese al calor diario que aún tenemos”. Este periodo fue bautizado por los agricultores, que se referían al tiempo de recogida de esta cosecha. Antiguamente, los membrilleros estaban protegidos por la diosa del amor Afrodita, de ahí que se diga que el membrillo es el fruto del amor, de ese afecto-sexual que nace en verano para muchos mortales, sea o no duradero en el tiempo.

También estamos próximos al final de mes, al veranillo de San Miguel, que de nuevo sigue siendo un tiempo seco, más cálido cada año desde que tenemos registros, sin lluvia a la vista en este sur de Córdoba. Con temperaturas típicas del verano, en este inicio de otoño, donde seguimos con chanclas e indumentarias frescas, sin mover la ropa de los armarios, sin sacar las prendas de entretiempo o abrigo, sin muestras de que llegué el frío. Conmemoraremos en breve la festividad de San Miguel, que se celebra cada 29 de septiembre y suele durar alrededor de una semana.

Por este día del San Miguel, siempre solía llamarte o escribirte y sin desearte nunca feliz santo porque no te gustaba, siempre te agradaba que hablásemos. Hubo una época de nuestras vidas cuando compartíamos estudios y pueblo que nos veíamos cada día. Después nuestros trabajos nos llevaron a mil lugares diferentes, nuestras relaciones personales, familiares, de trabajo y vida nos separaron. Aunque siempre fuimos capaces de darnos al encuentro, aunque estuviéramos distantes en el tiempo. Nuestra relación siempre se reiniciaba igual, ponernos al día de lo que cada cual quería contar de sí mismo, de sí misma, sin preguntas extras e incómodas. Con la confianza de hablar sin trabas, sin cortapisas de casi todo o de todo.

Ya hace casi dos años que no coincidimos, mi querido amigo. Que no te escribiré para felicitarte, sin decirte felicidades. Que no podré oír tu voz quebrada por el tabaco, que no te veré entrecerrar tus ojos verdes miopes, tus dedos entrecerrados, manchados de nicotina. Ni podré escucharte y ser escuchada por ti. Contradicha o contradecida e informada de tus últimas lecturas, de la última película o teatro que viste.

Antes de marcharte al viaje de tu vida, ese que tenía billete de ida solo. Me comentabas tu angustia vital, la medicación que tomabas, las visitas esporádicas a la psiquiatra del sistema público de salud mental, sin profundizar en nada, salvo en necesidad de tomar la medicación con pauta rigorosa, siendo una dispensadora de medicación progresiva donde fuiste combinando según tus síntomas: estabilizadores del estado de ánimo, ansiolíticos, antidepresivos, antipsicóticos, junto a los recomendados grupos de apoyo psicológico a los que tú no acudías con regularidad, porque no creías en ellos, no querías compartir tu dolor, tu soledad, la toxicidad de tu alma y pensamiento...

La pandemia, la época de encierro obligatorio para todos, fue dura, cuando no podíamos salir de casa, o lo hacíamos para lo imprescindible, con los controles perimetrales del ejercito o la guardia civil en nuestros desplazamientos. Donde mucha gente vio menguados sus recursos económicos y laborales por la ausencia de trabajo, de trapicheo, de servicios diversos. La suspensión de las consultas presenciales de médicos de familia, de especialistas, incremento el número de males mentales en nuevas generaciones o colectivos sociales, aumentando sustancialmente las enfermedades psicológicas en nuestra sociedad cada vez más estresada y tensionada por todo, con menor tolerancia a la frustración, con menor capacidad para caer y remontar sin la ayuda farmacológica casi crónica.

La época sin contacto social de la pandemia COVID sólo fue el detonante para ti, supongo que, para muchas personas, que acelero tu desconexión con tu autocuidado personal, con tu mundo laboral, con tu entorno familiar, con tus amigos/as de siempre, favoreciendo tu coqueteo con las drogas y el alcohol en el silencio de tu hogar, en la distancia física y social impuestas por las circunstancias de aquel entonces.

Una vez entras en ese bucle de autodestrucción, de furia, de tristeza, de falta de energía, de apatía por todo y por nada, es complejo remontar. Sobre todo, cuando te obsesionas con una única opción, con un solo camino, con una única solución de viaje. Y en esa tesitura, antes de irte, ya sabíamos los de tu entorno, que lo harías, que buscarías la manera, el lugar y el momento, junto a tu perrilla lanuda inseparable, para desaparecer, que hallarías el valor suficiente y la forma de hacerlo. Tenías claro tú objetivo y los demás nada teníamos que añadir, cuestionar o criticar al billete por el que tú habías apostado, hace ya casi dos años, cuando nos dijiste adiós sin mover la mano, ni tus labios, con esas palabras silenciadas que todo lo dicen.