Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Unidad de vida

Al comenzar el año, estaba un día por la mañana tomando un café con un amigo cuando se nos acercó un conocido que nos ofreció unos calendarios tipo tarjeta que además de calendarios servían de tarjeta de visita, pues tenían impresos el logotipo de su negocio y la razón social de este junto a los días del año. En el anverso podíamos elegir entre varios tipos, todos ellos con motivos religiosos, pero a mi modo de ver irreales, porque representaban a santos en unas poses o actitudes melifluas y acarameladas en las que con toda seguridad jamás se vieron en vida.

Sin habernos puesto previamente de acuerdo y con la debida cortesía como para que no se entendiera como rechazo a ese pequeño obsequio, mi amigo y yo quisimos hacerle ver que esos santos estaban un poco afectados por no decir amariconados. Nuestro interlocutor captó al momento la indicación y nos dio a entender que contaba con esa posible objeción llevándose la mano al bolsillo y sacando otro taco de calendarios en cuyo anverso aparecían, no ya esos seráficos personajes, sino unas cuantas tías guarras en pelota en actitudes sexualmente agresivas. Volvimos a hacerle entender que tampoco se trataba de optar por lo segundo necesariamente.

Como se trataba de tener un cumplido con él y no dejarle en mal lugar, tanto mi amigo como yo cogimos un calendario de los del primer grupo y se lo agradecimos sinceramente. Yo en concreto cogí un calendario de San José cuya imagen no me inspira la más mínima devoción, pero me sirve para saber el día en el que vivo y de paso acordarme de interceder ante San José por ese conocido, por mi amigo y por mí mismo.

Me llamó la atención este sucedido porque refleja bastante el modo de ser, no de un sujeto aislado, sino de una cierta generalidad para quien la devoción puede convivir perfectamente con lo que ofende a Dios. Es lo que popularmente se conoce como tener encendidas dos velas, una a San Miguel y otra a Satanás; es en definitiva, la doble vida fruto de una vida religiosa sin convicciones que no termina de decidirse—con todas las consecuencias—a optar sin fisuras por Dios. De esta manera no es extraño que la vida religiosa de muchos cristianos no se vea libre de pequeñas y continuas traiciones que no se las permitirían si se tomaran en serio el primer mandamiento de la ley de Dios—amar a Dios sobre todas las cosas—, que no quiere decir ser un fanático sino simplemente ser coherente, lo cual se le pide al hombre en todos los ámbitos de su vida: en el familiar, en el matrimonial, en el profesional, en el asociativo, en la amistad, etc.

Mal futuro profesional auguro para el señor de los calendarios. Esa contradicción a la hora de enfocar la propaganda de su negocio no es nada atractiva a la hora de confiar en él profesionalmente. Yo por lo menos tengo muy claro que no lo haré. También en los negocios es fuente de confianza la firmeza en las convicciones. Una cosa son los chistes de Groucho Marx sobre los principios de repuesto y otra, la realidad de las cosas. Es verdad que hay gente que hace negocios sobre la mentira o el compromiso, pero así les va, con la vida complicada a la vuelta de poco tiempo.

Ahora que ya ha terminado la Semana Santa, podemos hablar a toro pasado. Son muchas las veces que los obispos andaluces han reclamado y reclaman unidad de vida de quienes toman un papel activo en la Semana Santa a través de las cofradías. No es coherente ir con unos escapularios que tapan pecho y espalda y no tener un mínimo de sobriedad con el alcohol o la comida.

No es lo mismo aparecer de penitente por las calles y ponerle cuernos a la propia mujer (o al marido). Etcétera. Se trata de ser coherente si queremos que nuestras Semanas Santas sean algo más que unos eventos de interés turístico nacional.

Por último quiero decir que ser coherente no es tan costoso; solo se trata de proponérselo y de poner un poco de empeño.

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