Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Como las cerezas

El pasado 25 de marzo un periódico digital me publicó unas reflexiones sobre el presunto título de Cristina Cifuentes (http://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/1039569/titulo-cifuentes ). A la vista del curso de los acontecimientos, voy a hacer otra reflexión. Pero prometo que, en principio, no haré más de este tema, que como otros, está próximo a ser tan repetitivo como una morcilla.

Empezaré por narrar una experiencia psicológica personal. Tras acabar la carrera en 1982, me fui a la mili, de la que volví en enero de 1984, fijando mi residencia en Almería. En aquel momento, mi curriculum era de estudiante, y muy escaso; y yo necesitaba un curriculum de profesional. Aparte de empezar a ejercer la profesión, me apunté a varios cursos de postgrado. Había uno que me interesó especialmente, sobre restauración de monumentos en piedra, que por diversas causas no lo pude cursar, lo que me contrarió.

Tenía el folleto del curso, y un amigo me pasó fotocopias de todo el material didáctico y de los apuntes que él tomó. En una palabra, lo tenía todo... menos el diploma. Por otra parte, en aquel curso no se pasaba control de presencia. Tenía la coartada perfecta para incluirlo en mi curriculum.

Tengo que reconocer que durante aquellos años, cada vez que daba redacción actualizada a mi curriculum, me venía la fuerte tentación de incluir ese curso. ¿Quién me recabaría el diploma? Siempre podría decir que lo había extraviado pero podría mostrar el material didáctico y el folleto del curso. Además, conforme avanzase el tiempo, cada vez sería menos factible comprobar si lo hice o no.

Debo reconocer que estuve varios años debatiéndome entre si ponerlo o no en mi curriculum. Al final, me decidí por no incluirlo, por la sencilla razón de que me encontraba incómodo ante la posibilidad de mentir. A la postre, debemos aceptarnos como somos. No es lo mismo un curso que he hecho que un curso que quise hacer. Cada cual tiene el curriculum que tiene. Le podrá dar mejor o peor presentación formal, pero los méritos son los que son, ni uno más.

Presiento que este proceso psicológico que tuve yo, lo habrán tenido muchos otros, por los motivos que sean. Lo malo es traspasar esa línea roja y optar por la mentira. No solo porque decir la verdad es, sin duda, siempre lo mejor en todos los aspectos, sino porque las mentiras son como las cerezas, que nunca vienen solas.

Quien miente, empieza a construir un escenario que no es real. Construir un escenario irreal completo es prácticamente imposible. Siempre quedan flecos. Para justificar una mentira hacen falta otras dos, y para justificar esas dos hacen falta cuatro, y así sucesivamente.

No se si será verdad o no la existencia del máster de Cristina Cifuentes. Parece que no, pero la última palabra no está dicha todavía, y quizá no llegue a saberse. Ahora bien, en ese caso, hemos pasado de lo que sería una mentira piadosa ( ¿existen mentiras "piadosas"?) a una complicación mayor: posibles delitos de corrupción, tráfico de influencias, falsedad en documentos públicos, manipulación de actas, extorsiones a subordinados para delinquir, etc.

Si alguna vez alguien hubiera dudado de mi título de arquitecto, me habría bastado un minuto para desmontar tal duda: Mostraría inmediatamente mi título, con sus sellos y número de registro y firmas originales, así como mi proyecto fin de carrera, firmado por los tutores, mis papeletas de cada asignatura de la carrera y el certificado provisional del secretario de la Escuela de Arquitectura de Madrid en el que constan aprobadas todas las asignaturas y que se me expidió para que lo utilizase en los meses que transcurrieron mientras se expedía materialmente el título definitivo. Nada de esto ha hecho Cifuentes. Muy sospechoso es eso.

El proceso psicológico expuesto, seguro que es generalizado. Tengo entendido que en las últimas semanas una cantidad considerable de políticos de todas las tendencias están "retocando" los curriculum que en su momento colgaron en las páginas web de sus partidos.

Por ejemplo, supongamos que nos metemos en una página web del Partido Popular de una provincia cualquiera y vemos los curriculum de los miembros de la ejecutiva provincial. Quizá, en un vocal de los de abajo, no pasa nada si no tiene título universitario. Ahora bien, un presidente provincial, por ejemplo, debe tener algo más de pedigrí. Es el caso de Cristina Cifuentes y de otros presidentes provinciales del PP. Supongamos que leemos el curriculum de ese supuesto presidente provincial en el que se asegura que es, por ejemplo, técnico superior en relaciones institucionales y protocolo por una determinada universidad radicada en una ciudad en la que gobierna el PP.

¿Se nos va a ocurrir investigar a ver si ese título es verdadero o falso? En caso de ser verdadero ¿Se nos va a ocurrir plantearnos si ese título supone cuatro años de duración o solo uno o dos o unos meses? ¿Sabemos detalles de ese título acerca de su dificultad, trabajo personal del titulado, asistencia a clase, convalidaciones, exenciones, influencias de relaciones políticas, facilidades dadas por los profesores, etc?

No. Lo normal es que todo el mundo crea de buena fe que tal título es verdadero y que tenga el valor que la sociedad le reconoce, sin paliativos.

Ahora bien, si todas esas buenas presunciones fallasen, lo mejor que podría hacer ese presidente provincial es dimitir inmediatamente. De lo contrario, le esperaría un verdadero calvario, como a Cifuentes, ... y probablemente tendría que terminar dimitiendo igualmente

La reciente salida de Cristina Cifuentes rechazando el máster y renunciando al título es algo sorprendente pero explicable.

Nadie renuncia a un título universitario, porque un título universitario no es un cargo o un regalo, sino un certificado que pone de manifiesto ante todos una realidad. Por ejemplo, a mí me podrá amargar (no es el caso) ser arquitecto, pero no tiene sentido que renuncie al título, porque lo soy. Podré voluntariamente orientar mi vida profesional por otros derroteros, pero el título está ahí. Podré renunciar a mi plaza de arquitecto municipal de Cabra, pero sigo teniendo el título de arquitecto por la universidad Politécnica de Madrid.

Es surrealista renunciar al título de máster, si se tiene tal título. Las protestas han venido, no porque Cristina Cifuentes no pueda tener el título de máster, sino porque presuntamente no lo tiene y ha pretendido hacer creer a los demás que sí lo tenía.

Ahora bien, es explicable su renuncia, porque es una salida con la que se tranquiliza al patio y ella puede seguir en la poltrona. El resto lo hará el tiempo. De todas formas, a quien mejor le ha venido esta actuación surrealista de la presidente de la Comunidad de Madrid es a Ciudadanos, que se habían metido, ellos solitos, en un jardín sin salida, pues si apoyan a Podemos en la moción de censura, se pueden despedir de gobernar Madrid e incluso la Moncloa, y apoyar a Cifuentes es ahora algo más llevadero. Quien sabe si, dentro de un año es ella la que les apoya a ellos.