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"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Obras de Misericordia 10: dar buen consejo al que lo necesita (o al que duda)

Se puede plantear lo primero, que el que duda necesita consejo, pero no todo el que necesita consejo, duda; hay quien podría necesitar consejo, pero no duda, porque cree que no le hace falta ser aconsejado. En principio, plantearé esta obra de misericordia referida al que duda. El que cree que no necesita consejo, quizá necesitaría previamente persuadirse de que es posible que quepa una alternativa a lo que él piensa.

La duda es compañera nuestra en el camino de la vida. La duda está en el camino a la verdad, forma parte de nuestra imperfección. Dudamos porque buscamos la verdad. Sospechoso es quien no duda, quien está seguro de todo, pues esto quiere decir que se considera por encima de los demás. Mientras vivimos, dudamos, porque el saber es siempre relativo y la mayoría de las verdades no son absolutas. Es verdad que hay personas para quienes la duda es algo patológico, como por ejemplo, el rey Luis XVI de Francia, pero sin llegar a esos casos, la duda es algo normal.

La duda lleva a preguntar, a buscar.

La obra de misericordia de dar consejo al que duda empieza por escucharle, y continúa por que, quien escucha, se formule a sí mismo esas dudas y lleve a cabo un discernimiento personal acerca de qué haría él si estuviera en ese caso, lo que implica a su vez un esfuerzo por conocer lo mejor posible ese caso.

El consejo es caro. Esto se ve en la vida profesional. Ricardo Aroca, catedrático de estructuras cuando yo estudiaba arquitectura en Madrid, después de una explicación teórica, nos solía decir a los alumnos: "Señores, pregunten ahora, que es gratis, que como se les ocurra hacerme esas preguntas después de acabar la carrera, se las cobraré a 50.000 pesetas cada una".

El consejo es caro porque es valioso, o debe serlo. En la vida espiritual no se puede aconsejar con ligereza, de cualquier manera. El consejo que se ofrezca debe ser algo espiritualmente valioso. Ello implica conocer bien al otro. Hay un refrán que dice que nadie puede ser buen juez en causa propia. Ese refrán me parece correcto a medias, por la razón de que, por otra parte, nadie puede penetrar en el interior de las personas y conocer lo más íntimo de sus problemas y sentimientos como él mismo, el cual, además, ha de actuar con libertad y responsabilidad, ya que nadie puede actuar por él. Cada cual debe actuar según su conciencia.

Por tanto, el consejo es un consejo, no un mandato. Como decía un amigo mío, "los consejos son para no seguirlos". Quería indicar que, ante todo, debe actuarse con libertad.

En cuanto a las dudas en lo espiritual, las más destacadas son las dudas de fe. Quizá algo que deba tener en cuenta tanto quien es aconsejado como quien aconseja es que es fundamental distinguir entre la imagen que nos hemos hecho de Dios y el Dios verdadero. Es fundamental intentar conocer a Dios como es.

Por otra parte, las dudas de fe no son malas; nos libran de creernos seguros y superiores a los demás, nos ayudan a ser humildes, que es una buena cosa. La vida es incertidumbre, camino. El camino no está hecho, se hace al andar, como diría Antonio Machado. Todos los santos han tenido su "noche oscura", desde santa Teresa de Lisieux hasta santa Teresa de Calcuta, pasando por san Juan Bautista María Vianney. La duda entraña riesgo, inseguridad, y ello genera solidaridad, entre otras cosas.

"Bienaventurados los que creen sin haber visto", decía Jesús. Dios no nos quiere seguros, pero nos pide fe.

El que aconseja también es inseguro, imperfecto. También un médico enfermo puede curar, a pesar de estar él también enfermo.

Dar consejo no es resolver el problema, es solo dar consejo, pues la decisión libre es del interesado, pero sí es ayudar a discernir, poner a cada cual en contacto con sus propios recursos.

Otras dudas en lo espiritual son las relativas a la esperanza. Como siempre, tiene que ser el interesado el que busque una salida a sus problemas, a su falta de fe o de esperanza. Nosotros solo podemos ayudarle en esa búsqueda. La ayuda siempre vendrá de la idea de confiar en Dios, en la providencia de Dios, de pensar que todo, absolutamente todo, tiene sentido, que forma parte del plan de Dios, que nos ama y quiere lo mejor para nosotros siempre, aunque ahora no lo veamos; lo veremos más adelante.

Esta confianza en la providencia de Dios no es el "café para todos" de Adolfo Suárez. La obra de misericordia exige un traje a la medida, y por tanto, requiere escuchar para ayudar a nuestro hermano a encontrar el modo concreto en el que, para él, debe fundamentarse su esperanza en Dios.