Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Carta abierta a María Sierra Casas y Manolo Carnerero

Como siempre que se opina, hay quien se posiciona a favor y hay quien lo hace en contra. Es lo normal. Lo que no es ya tan normal es que haya quien confunda la opinión con el opinante o la opinión con el opinado. Me explico: Una cosa es opinar sobre los modos de actuar de otras personas, y algo bien distinto es injuriar a las personas. Quien confunde esto, demuestra tener poca inteligencia o ser un fanático que demoniza a quien opina de modo distinto que él hasta el punto de autocegar su inteligencia llegando a leer una cosa y entender algo distinto a lo que tiene delante y lee.

No creía yo que mi artículo publicado ayer día 8 fuera a tener una respuesta tan apasionada por parte de quienes no coinciden con mis opiniones.

No me extraña que mi artículo haya escocido a más de un necesitado de urgente autocrítica, pero que yo sepa, a estas alturas solo se de dos casos: El de María Sierra Casas y el de Manolo Carnerero. Querría dedicar a ambos el presente toro, siempre con el máximo respeto.

Empecemos por María Sierra Casas, compañera mía del ayuntamiento desde hace más de 21 años, auxiliar administrativo, y por obra y gracia del alcalde, secretaria suya. Actualmente también es secretaria de su hermano Paco en la medida en que este, en ausencia del alcalde, actúa como alcalde accidental.

Resulta que ayer, día 8, al poco de llegar a mi despacho, se presenta en él Mari Sierra Casas y con gesto grave, me dijo que quería tratar un asunto suyo personal.

Le invité a sentarse. Empezó a hablar, y en clara alusión a mi reciente artículo en Sur de Córdoba, publicado horas antes, me dice que puedo opinar lo que quiera, pero que no me tolera que mencione a nadie de su familia.

No se si por el sueño, debido a que no hacía muchas horas que estaba en pie, o porque quizá estaba en otra onda, me pareció rarísimo ese mandato imperativo, viniendo de quien nada tiene en qué mandarme a mí.

Con tranquilidad, pero con determinación, le dije que yo, en mis artículos, menciono a quien me da la gana. Faltaría más.

Me contestó diciéndome: “No te permito que, cuando escribas, hables de mi familia”.

Aquello me parecía surrealista porque a mí, jamás, en mis 21 años de servicio en este ayuntamiento, se me ha ocurrido hablar en estos términos a un compañero o compañera. Y no me refiero a los técnicos o funcionarios considerados de nivel o escala superior, que la gente tiende a considerarnos jefes, sino al más humilde peón con quien me cruce, de quien me considero un igual. Jamás le he dicho a nadie que le permito esto pero no le permito lo otro, por la sencilla razón de que yo no soy quien para permitir o dejar de permitir a nadie absolutamente nada, puesto que, para bien o para mal, en este ayuntamiento no tengo a nadie bajo mi mando. Y menos todavía se me ocurre atacar la libertad de expresión de nadie.

Ahora bien, yo tampoco estoy bajo el mando de María Sierra Casas, quien, que yo sepa, tampoco tiene a nadie del ayuntamiento bajo su mando. De ahí que, cuando ella me prohibió hablar, de lo que sea, yo, que soy ultraliberal-libertario y anarcocapitalista, noté que en mi cerebro empezaban a saltar chispas y relámpagos.

Le dije que me parecía que ella no había leído bien mi artículo porque una cosa es mencionar a las personas y otra injuriarlas, y que la actuación de las personas, en la medida en que es una actuación pública o con relevancia pública, obviamente es objeto de crítica, la cual se refiere a su actuación, no a la persona.

Apenas me dejó explicarle nada porque se enrocó y empezó a decirme que yo había difamado a su familia, y en concreto a sus padres.

Le volví a insistir en que aquello no era cierto, pues la alusión que hice de ellos hablando del consejo parroquial de Asunción y Ángeles, la hice de modo no categórico, dejando como dudoso lo que yo tenía por dudoso y como probable lo que yo tenía como probable, y en concreto, la mención de la pertenencia de familiares directos suyos al consejo parroquial de la parroquia de Asunción y Ángeles fue una mención nada peyorativa hacia las personas sino hacia su actuación, dejando incluso claro que tal dato era algo que me lo habían dicho y que yo no había tomado como algo categórico. Evidentemente, si sus familiares directos no pertenecen al consejo parroquial, me basta un certificado del notario de la diócesis en ese sentido y prometo que lo publicaré a modo de aclaración. Por otra parte, es públicamente conocida la continua vinculación de sus familiares directos a dicha parroquia, lo cual no tiene nada de bueno ni de malo, de la misma manera que mi mujer pertenece al consejo parroquial de una parroquia de Córdoba y que yo he quedado con el párroco de la misma en echarle una mano en la contabilidad de la parroquia a partir del próximo octubre.

Fue inútil explicarle nada porque ni me dejaba hablar, en patente falta de educación, ni atendía a razones, insistiendo en que yo había difamado a su familia.

Aparte de decirle que lo que estaba diciendo no era verdad, para que viera que los comportamientos de todos son enjuiciables en la medida en que son externos, le dije: “¿Qué crees, que tus padres son inviolables y no sujetos a responsabilidad? Aquí el único inviolable que hay en este país, constitucionalmente, es el rey” (artículo 56.3 de la Constitución).

Volvió a insistir en que “no te permito que menciones a mi familia en tus artículos y menos que los difames”.

Como me di cuenta que aquello era un diálogo de sordos porque estaba ante una persona que presuntamente se negaba a razonar, opté por terminar la conversación diciéndole que si creía que había cometido algún acto equivocado, que fuera a los tribunales y que ahí nos veremos.

A partir de ese momento, María Sierra se convirtió en un disco rayado que no hacía más que repetir una y otra vez que yo había difamado a su familia, y yo empecé a mi vez a convertirme en otro disco rayado que no hacía más que decirle, una y otra vez: “vete a los tribunales”.

Como parecía que ya, ni uno ni otro hacía caso al contrario, los dos discos rayados empezaron a subir de volumen. Creo que se enteró de la bronca todo el ayuntamiento, porque la puerta de mi despacho y las de los demás estaban todas abiertas.

Yo creo que esta chica debería recibir unas cuantas sesiones de derecho penal general y de derecho penal especial, en primer lugar porque me da la impresión de que no sabe distinguir entre difamar y calumniar. No sabe que calumniar es atacar a la fama de una persona cuando el motivo del ataque es falso. Tampoco sabe que el Código Penal establece que si el supuesto calumniador prueba que lo que ha afirmado es cierto, entonces no existe calumnia y queda exento de culpa y de responsabilidad penal (artículo 207 del Código Penal).

Evidentemente, en mi artículo no había ninguna calumnia hacia nadie, pues me dediqué a criticar comportamientos, no a enjuiciar personas.

Sin embargo ella me imputaba unas supuestas difamaciones. Vamos a analizar esto.

Todos somos autores de nuestras actuaciones, y si tales actuaciones tienen relevancia pública, entonces tales acciones pueden ser objeto de una crítica negativa, dejando a salvo a la persona. La crítica negativa no es sino un modo concreto de opinar, no solo un derecho, sino un derecho DEFENDIDO por la Constitución. Parece que esta chica no se ha leído el artículo 20 de la Constitución, a pesar de que en mi artículo de ayer lo copié textualmente. Y me pregunto yo: ¿Para qué coño me he tomado la molestia de copiar el artículo 20 de la Constitución si hay quien se lo pasa olímpicamente por el arco de triunfo?

El primero que se autoelabora una mala fama es quien, en el ejercicio de su profesión, trabajo u ocupación, actúa con poca pericia o chapuceramente.

Si resulta que el párroco de Asunción y Ángeles, tras el estropicio (o presunto delito, ya se verá), llevado a cabo con la estela del obispo Bacauda y el bailoteo de imágenes de santos y santas y de elementos arquitectónicos de allá p acá, se da cuenta de la que se le viene encima y, además del gesto espiritual-chulesco de decir que él no pide permiso sino perdón, añade que lo que sí ha pedido es consejo a ese Consejo de Sabios que es el consejo parroquial, lo primero que se le viene al magín a cualquier mortal es preguntarse quién coño está en ese órgano, con independencia de que sea consultivo o ejecutivo.

Vaya, que si los consejos que ha recibido ese cura están en relación con los resultados, la fama de esos consejeros queda por los suelos. Pero son ellos mismos los primeros culpables de esa mala fama, no los demás. Es como si alguien que se va de putas públicamente, luego pretende que los demás le tomemos por puro y casto en pensamientos, deseos, obras y palabras.

El primero que se trabaja su buena o mala fama es uno mismo, con sus propios actos.

Por tanto, difamar no es lo mismo que calumniar, y si deja de ser calumnia la afirmación presuntamente calumniosa que se termina probando como cierta, la mala fama que uno mismo se ha ganado a pulso con su propia actuación pública es, ni más ni menos, la consecuencia lógica de esa actuación y la prueba de que esa actuación es censurable.

Por ejemplo, la única ocasión especial en la que María Sierra Casas tuvo la oportunidad de demostrar su valía profesional fue en la oposición restringida para administrativo del ayuntamiento de Cabra, a la que concurrió hace años y que no sacó. Quizá podrá demostrar su valía en otros campos o en otros momentos, pero en aquella ocasión especial no lo demostró, a pesar de que era una oposición restringida, solo para gente del ayuntamiento.

Yo, sin embargo, en mi vida profesional, he sacado dos oposiciones no restringidas de arquitecto municipal, una en El Ejido, en 1985, y otra en Cabra, en 1998. Puede ser que en otras ocasiones no haya estado a la altura de las circunstancias, pero en esas dos ocasiones especiales, sí lo estuve.

Quiero hacer hincapié en el informe de la Cámara de Cuentas sobre el ayuntamiento de Cabra en 2016, hecho público en enero de este año. En dicho informe se dice que el único laboral fijo del ayuntamiento que ha accedido a la función pública local mediante un procedimiento totalmente irreprochable y ajustado a derecho es el mío, en 1998.

También quiero recordar a los desmemoriados que durante el cuatrienio 2011-2015 la concejalía de personal del ayuntamiento de Cabra fue desempeñada durante parte de ese cuatrienio por Paco Casas. No todo el tiempo; también lo fue por Guillermo González.

Todas estas cosas que digo no son juicios de personas, son hechos. Hechos tercos, porque la realidad es terca.

Nuestra buena o mala fama nos la creamos nosotros mismos, con nuestros actos.

Si los resultados de los consejos de ese consejo parroquial son los que tenemos a la vista, los propios miembros de ese consejo parroquial son los artífices de esa fama que se han ganado a pulso. ¿No pretenderás, Mari Sierra, que digamos que los miembros de ese consejo parroquial son cojonudos consejeros?

Por tanto, esta chica no distingue una difamación de una calumnia.

Tampoco sabe que la única persona inviolable y sin responsabilidad en este país es el rey. Piensa que su familia también lo es. Pues bien, Mari Sierra, te prometo otro artículo, ya que este se va alargando, en el que pienso estudiar conjuntamente la Ley de Patrimonio Histórico Andaluz y los artículos 321 a 324 del vigente Código Penal, para que te vayas enterando de que, quitando al rey, todos los demás españoles somos iguales ante la ley, y por tanto, susceptibles de delinquir y de que se nos exijan responsabilidades por ello.

Y vamos a analizar las cosas, porque a mí no me cuadra que, siendo tu hermano Paco concejal de patrimonio, no se entere de unos presuntos delitos contra el Patrimonio Cultural y de una presunta vulneración muy grave de la Ley de Patrimonio Histórico Andaluz que, al decir del artículo aparecido en La Lupa, vienen cometiéndose presuntamente desde hace más de un año por un cura aconsejado presuntamente por familiares directos tuyos, es decir, familiares también de Paco Casas.

El conflicto se va “interncionalizando”.

Presiento que ante esto, tu hermano Paco, tarde o temprano, se verá abocado a tener que dar una explicación ante un juez de lo penal, pues solo ver el churro en que ha devenido el ara del obispo Bacauda tras la sabia intervención de ese cura, le hace pensar a todo aquel que tenga dos dedos de frente que esto no va a quedar así en un país medianamente civilizado. Vaya, que aquí no se va a arreglar esto rezando tres avemarías de penitencia.

Y espérate que no sean llamados también por el juez esos consejeros del consejo parroquial, aunque sean familiares tuyos. No son el rey.

Métetelo en el magín: En este país el único inviolable es el rey. El rey, si le da la gana, puede follar con la primera tipa que se encuentre y dejarla preñada, quiera ella o no. No se le pedirán responsabilidades porque constitucionalmente es inviolable. Así están las cosas. ¿Impunidad? ¿Inviolavilidad? ¿Inmunidad? ¿Privilegio? Llámalo como quieras. Ahí está el artículo 56.3 de la Constitución.

Esto que digo no es un invento. Circulan varios libros en los que se relatan denuncias de varias personas pidiendo la comprobación de paternidad mediante ADN de unos cuantos que dicen ser hijos naturales del rey emérito Juan Carlos I. Ninguna denuncia ha sido admitida siquiera a trámite. Ni una sola. Porque el rey es inviolable y no está sujeto a responsabilidad alguna. Porque así lo establece la Constitución.

Con esto no estoy enjuiciando a nadie, a Juan Carlos tampoco. Solo digo que esa inviolabilidad se ha llevado a cabo en unas cuantas ocasiones en las que ni siquiera se han admitido a trámite denuncias contra él. Más o menos lo mismo que tú pretendes para tus familiares.

Pero los demás, somos potencialmente delincuentes. Lo único que nos falta para ser delincuentes del todo es convertir la potencialidad en acto. Que nos pillen o no, ya depende también de los demás. Si nos pillan, pierde cuidado que nos pedirán responsabilidades, y me parece que el Código Penal no se conforma con que recemos tres avemarías.

Termino diciéndote lo que te dije el día 8 por la mañana: Pero tú, ¿quién coño te crees que eres? A estas alturas de mi vida ¿me vienes a decir que bajo ningún concepto me permites algo a lo que tengo derecho, como es opinar? ¿En qué mundo vives?

Mira, tengo los cojones negros del humo de cien batallas. Vete a los tribunales y pon una denuncia. Pero ten en cuenta que la denuncia falsa está penada con el artículo 456 del Código Penal. Como te salga mal, ten por seguro que te pondré una querella criminal. Y te advierto que una querella criminal no precisa demostración de dolo por ese motivo.

Venga: Vete a los tribunales, si tienes buevos. Como decimos en el mus, los faroles se apagan soplando.

Cuando yo empecé la mili creíamos que la generala era la mujer del general, a juzgar por lo mandonas que eran las esposas de los generales con los soldaditos cuyo servicio a la Patria era hacerle la compra a la mujer del general durante varios meses: Cuándo viniste a mi despacho ayer por la mañana, con mando en plaza, dime la verdad, ¿te veías a tí misma como María Sierra Casas, humilde auxiliar administrativo del ayuntamiento de Cabra, o como la hermana del alcalde accidental? ¿De verdad que estabas convencida de doblegar mi voluntad con tu “poderío”, a pesar de que tengo los cojones negros del humo de cien batallas? (y lo sabes).

¿Sabes por qué tengo los cojones de ese color tan distinguido? Muy sencillo, porque al decir del poeta, “nada os debo”. Es decir, porque tengo independencia, porque nunca miento y porque tengo por norma mandar a tomar por culo a lo políticamente correcto.

Quienes estén cogidos por los cojones, podrán tenerlos morados y a punto de estallar, pero no negros y serenos como los tengo yo.

Al final, todo es cuestión de colorines.

La próxima vez que vengas a mi despacho con una monserga parecida, te digo lo que voy a hacer. Voy a poner delante de ti mi móvil en posición de grabadora. A continuación te voy a advertir de que estoy grabando y te voy a preguntar si aceptas que grabe la conversación. Si me dices que no, la conversación ha terminado. Si me dices que sí, procura pensar y razonar un poco lo que dices, porque ya sabes lo que decía Franco: “El hombre es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras”.

Por esta vez, tu provocación no te ha salido demasiado mal: un vulgar diálogo de sordos. La próxima será más enjundiosa.

No me resulta novedoso este método empleado por tí de intentar anular y someter la voluntad de quien opina distinto que tú a base de mostrarle los galones. Me parece que has sido un poco imprudente, ya que en este caso los galones no son tuyos. De todas formas, este método me es conocido: algunos concejales del PP lo emplean. El propio alcalde, cuando todavía no me conocía, también lo empleó conmigo. Salió escaldado porque sobre la marcha le advertí que a la próxima vez que empleara esos métodos de presunta extorsión le pondría inmediatamente una querella criminal.

Parece ser que aprendió la lección, porque desde entonces mide más las palabras conmigo.

Ni que decir tiene que esa advertencia se la hice por escrito, firmada y pasada por registro, y que conservo los documentos de ese incidente por si en algún momento debo refrescarle la memoria a nuestro alcalde.

No te digo más.

Por cierto, sí te digo más. Un pajarito me ha contado que ayer por la tarde, en la junta de portavoces, Paco Casas hizo alusión al diálogo de sordos que tú y yo tuvimos por la mañana, y parece ser que no habló demasiado bien de mí, o al menos con un cierto entusiasmo. Incluso no se si mis progenitores salieron bien parados. Es un detalle que todavía tengo pendiente de cotejo.

Vamos a ver: Si lo que te trajo a mi despacho era un asunto personal, ¿para qué coño sale a relucir en la junta de portavoces unas horas después? Si Paco Casas, por motivos también personales, quiere aclarar algo conmigo sobre este punto a nivel personal, no tiene más que decirme que quiere que hablemos de ello y hablamos.

Pero no veo por qué saca él presuntamente a relucir en la junta de portavoces una conversación personal entre tú y yo. ¿Acaso él y tú tenéis una confusión entre lo personal y lo institucional? Te advierto que esas confusiones son peligrosas. Más de uno ha ido a la cárcel por tener esa confusión.

¿Acaso te pasa lo que a Pedro Sánchez, que al decir de Carmen Calvo, ha experimentado una especie de metamorfosis profunda, de modo que antes de la moción de censura era poco menos que otra persona que después de la misma?

Tú que eres secretaria del alcalde, ¿Sabes lo que significa la palabra "secretario- secretaria? Pues muy sencillo, el que sabe guardar el secreto profesional, y por tanto, el que no mezcla los asuntos particulares con los oficiales.

Tengo entendido que en esa junta de portavoces Paco Casas sacó a relucir asuntos urbanísticos que no son de su competencia y sobre los que probablemente no está suficientemente informado. Al parecer, me imputó un retraso en los expedientes de licencias de obras. Quizá se olvida que Fernando Priego hizo lo mismo hace meses en un pleno y tuvo que rectificar públicamente y por escrito en el pleno siguiente, pues la alternativa que le dí, si no rectificaba, era sacar a la luz todos los escritos que vengo haciendo desde hace años y de los que tengo copia, en los que se comprueba claramente que el retraso es debido a la mala organización del ayuntamiento en esta materia, lo cual es competencia suya.

También habló Paco casas en esa junta de portavoces del caso Galisteo y parece ser que dijo que había muchos informes (¿14?), cuando en realidad solo había tres informes y no estaba precisamente el que tenía que estar, que es el del arquitecto municipal, el cual se expresó en una entrevista al Sur de Córdoba un año y medio antes de que saliera la sentencia afirmando que la valoración del expropiado era la correcta, dándole el TSJA la razón en el pasado mes de enero, lo cual le ha costado al ayuntamiento unos 410.000 euros, esto es, aproximadamente 200.000 euros más de lo que decían esos ¿14? informes, más los intereses de demora, que creo que han llegado a sumar unos 28.000 euros, más las costas judiciales. En fin, todo un poema. Eso sí, pagado con el dinero de todos los egabrenses.

En esa junta de portavoces también confirmó Paco Casas el nombre de quien dio el chivatazo a Manolo Carnerero de este culebrón veraniego, y coincide con el que yo ya sabía. Lo que no dijo es por qué tal persona dio ese chivatazo. Sin embargo, eso sí lo se yo, y con pruebas, pero me voy a dosificar.

Como se ve, la junta de portavoces dio para mucho. Ahí no hace falta un diablo cojuelo que levante los tejados para saber qué se cuece dentro. En Cabra, las paredes hablan.

Como creo que esta carta debe ser lo más abierta posible, se la envío a Sur de Córdoba y también al Egabrense.

La contestación a Manolo Carnerero y la disertación cultural-penal que te he prometido las dejo para un día de estos. Ahora tengo que dormir. Buenas noches. O como dirían los de Podemos: Buenas noches a todos y todas.