Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

La Cruzada: “Ni pacífica ni pacificadora”

Al hilo de las beatificaciones de Tarragona

La persecución religiosa que se desató en la zona republicana en los primeros meses de la guerra civil fue el reflejo de la revolución y de cierta irracionalidad de carácter antropológico contra todo símbolo cultural del pasado (de carne y de madera). Sin embargo hay que considerar, como hace el monje benedictino e historiador Hilari Raguer, que los asesinatos de religiosos no se produjeron por el odium fidei de los agresores: por el odio a la Fe, necesario para las beatificaciones de las víctimas. Fueron cometidos por cuestiones políticas (culturales si se quiere) pero no estrictamente religiosas.

Desde el punto de vista político qué duda cabe que la jerarquía eclesiástica española estaba profundamente alineada con la extrema derecha y la plutocracia, y no con los pobres precisamente (como denunciaron algunos-pocos religiosos como el canónigo de Barcelona Carles Cardó, el de Lérida Josep Llorens, o incluso el cardenal exiliado Vidal i Barraquer). Hilari Raguer nos recuerda cómo no pocos párrocos participaron directamente en la represión física de miles de personas (muchas cristianas y católicas) y en las delaciones, y cómo fueron muy pocos los que gritaron: “¡no más sangre!” (el obispo Olaechea por ejemplo). Casos como el capellán castrense que entró en los barrios obreros de La Macarena con la columna de legionarios y falangistas “a sangre y fuego”, o el cura  de Rociana (Huelva) insistiendo repetidamente por escrito para que se fusilara a más gente en su pueblo (porque las 200 que ya habían asesinado le parecían pocas), fueron actitudes nada excepcionales entonces.

Son sobrecogedores a este respecto los testimonios del monje Gurmersindo de Estella: “Continué en Pamplona predicando por Navarra, como siempre. Tuve ocasión de ver cadáveres en el monte o sierra de El Perdón y en otros lugares, pues caminaba a pie no pocas veces. Como sacerdote y como cristiano sentía repugnancia ante tan numerosos asesinatos y no podía aprobarlos…Y exteriorizaba algunas veces mi tristeza. Mi actitud contrastaba vivamente con la de otros religiosos, incluso superiores míos, que se entregaban a un regocijo extraordinario y no sólo aprobaban cuanto ocurría, sino que aplaudían y prorrumpían en vivas con frecuencia. Otro tanto observé en el clero secular”.

Todo ello llevó a la reflexión del padre Alfonso Thió, que se preguntaba al comienzo de la guerra si los rojos “¿rechazan a los ministros por causa de Jesús, o rechazan a Jesús por causa de los ministros?”.

Por tanto, los crímenes  ocurridos en la zona republicana sobre curas y monjas eran en realidad crímenes políticos y no religiosos, habida cuenta de la implicación de la Iglesia en el golpe de estado y en la represión subsiguiente (que en muchos casos, como suele ocurrir durante todas las guerras, hizo pagar a “justos por pecadores”).

De hecho los franquistas también fusilaron a curas (vascos sobre todo) por ser “rojos” y no curas: por cuestiones políticas y no religiosas. Por ejemplo se fusiló en Écija al párroco de San Andrés-Sevilla, Francisco Carrión Mejías, por proteger al dirigente republicano Gabriel González y otros izquierdistas (y es célebre la fotografía de la prisión de Carmona con el dirigente socialista Julián Besteiro rodeado de más de 30 curas, presos como él). Es más, durante los años 60 Franco habilitó la cárcel concordataria de Zamora para curas antifranquistas, encarcelados por ser antifranquistas y no por ser curas (motivo por el cual el Vaticano estuvo a punto de romper relaciones con Franco) .

Siguiendo los argumentos del monje benedictino  Hilari Raguer sabemos que “la Iglesia española, en la guerra civil, no fue pacífica ni pacificadora...atizó el fuego y se comportó en general de forma muy poco misericordiosa. Fue muy sensible a las propias víctimas, pero insensible a las otras”.

Aunque la sublevación militar de 1936 no se hizo en nombre de la religión, al fracasar el golpe y degenerar en guerra civil adquirió muy rápidamente un carácter religioso por la santificación de la guerra con el título de “Cruzada”, calificada así por el canónigo y rector del Seminario de Comillas, Aniceto Castro Albarrán (en su libro titulado “Guerra Santa” de 1938), con el cardenal Pla y Deniel como uno de los grandes soportes de Franco (a quien cedió como residencia su palacio episcopal en Salamanca) con sus pastorales que daban fundamento sólido a la teología de la guerra santa (junto a los cardenales Gomá y Segura).

Pío XII cortó en seco el proyecto franquista de una canonización rápida y masiva de centenares de caídos “Por Dios y por España”, y tanto Juan XXIII como Pablo VI se mantuvieron en esa línea de prudencia que el propio Anselmo Albareda (monje de Montserrat y antiguo prefecto de la Biblioteca Vaticana) había recomendado en su Pro-memoria  entregada al Secretario de Estado (y a pesar de haber perdido a su hermano Fulgencio y 22 monjes más, asesinados en su monasterio). Sin embargo esta trayectoria prudente fue rota por Juan Pablo II el 29 de Marzo de 1987 al beatificar a  tres monjas carmelitas de Guadalajara, destapando el torrente de otras muchas: las de los 26 religiosos Pasionistas de Daimiel en Ciudad Real, 71 Hermanos Hospitalarios y 51 claretianos de Barbastro, los obispos de Almería y Guadix, el obispo Anselmo Polanco de Teruel, etc, etc.

Mas estas beatificaciones, que pretenden basarse en la historia, se limitan al hecho concreto de la muerte sin abarcar el contexto histórico que, como afirma Raguer, “es fundamental para probar el odium fidei de los agresores”. El Vaticano que publicó hace unos años 9 volúmenes de documentos sobre la II Guerra Mundial no ha hecho lo propio con los de la Guerra Civil española (que es anterior) y por tanto no puede tener maduro el análisis del contexto histórico de entonces para saber a ciencia cierta si los homicidas obraron in odium fidei ...o porque veían a sus víctimas como enemigos.

Y mucho de esto último hubo, como decimos,  cuando la República fue atacada desde el principio por la mayor parte de la jerarquía eclesiástica (en contra del mandato de la Santa Sede), incluso durante el gobierno derechista de Gil Robles, porque estaba profundamente alineada con la extrema derecha y el modelo de Estado confesional. Así tenemos casos como el del obispo de Teruel (beatificado en 1995) que pedía el voto en febrero de 1936 para las derechas “por Dios y por España”, organizando y financiando al comienzo de la guerra un grupo de guerrilleros fascistas en las sierras de Albarracín. O el caso de Eugenio Vegas Latapié, fundador de la fundamentalista Acción Católica e implicado en varios intentos de atentados en el Parlamento y sobre la figura del presidente de la República Manuel Azaña. 

Es más, en la zona republicana se protegió a la Iglesia vasca, causa por la que Franco pidió la excomunión de sus miembros, pero Pío XI (que tenía un alto concepto de los católicos vascos) no sólo no lo hizo sino que protestó enérgicamente ante Magaz por la expulsión del obispo Múgica y los fusilamientos, encarcelamientos y destierros de sacerdotes en zona franquista.

Hoy también existe una clara motivación política con la beatificación por ejemplo de los llamados  “nueve mártires de Turón” (beatificados el 21 de Noviembre de 1999), asesinados durante la Revolución de Octubre de 1934 en Asturias, al englobarlos bajo el título de “víctimas de la República”, cuando es sabido que el propio gobierno de la República acabó con la revolución asturiana de manera expeditiva y con extrema dureza (represión dirigida precisamente por Franco). Pero con ello se pretende conseguir unificar las víctimas de 1934 con las de 1936-39, y así  justificar el golpe de estado: “¡la guerra civil comenzó en 1934, y fue inevitable!”, como el franquismo se ocupó concienzudamente de hacer ver relacionando ambas fechas (entre otras cosas con la Ley de Responsabilidades Políticas, creada en 1939 y aplicada con carácter retroactivo desde Octubre de 1934) y que hoy continúan relacionando los propagandistas filofranquistas del llamado revisionismo histórico.

La represión fascista, santificada por la Iglesia,  es difícil de cuantificar con exactitud: aumentando las cifras cada día  en función de los estudios locales que se llevan  a cabo (teniendo como fuentes los registros civiles de los ayuntamientos, los registros de cementerios, los archivos militares de justicia, los testimonios orales, la exhumación de fosas comunes…),  cifras que dejan las manejadas hasta ahora (fruto de la  bibliografía filofranquista como la de Salas Larrazábal o De La Cierva) totalmente desfasadas y superadas.

Tenemos la cifra oficial dada por el Ministerio de Justicia franquista para los presos ejecutados con proceso y enfermos que mueren en prisión desde Abril de 1939 al 30 de junio de 1944, que situaban las cifras en: 192.684. (BARBERO, 1977: 192). Por tanto, cerca de 200.000 personas después de la victoria y con la llegada de la “paz”, y no menos de 100.000 durante el golpe de estado y la guerra, que deja las cifras de la represión política ejercida por el bando sublevado en un mínimo de 300.000 personas (dejando a parte los muertos en los frentes de guerras, en los bombardeos).

Raguer, al referirse al cardenal Vidal i Barraquer, recoge el testimonio de cuando al ser recibido éste en audiencia privada por Pío XII (el 25 de Noviembre de 1939) le entregó un memorándum en el que decía: “su religión (la del franquismo) consiste principalmente en promover actos aparatosos de catolicismo... solemnes funerales por los Caídos con oraciones fúnebres. Manifestaciones externas de culto que más que actos de afirmación religiosa tal vez constituyan una reacción política contra el laicismo perseguidor de antes, con lo cual será muy efímero el fruto religioso que se consiga, y en cambio se corre el peligro de acabar de hacer odiosa la religión a los indiferentes y partidarios de la situación anterior.”

 

Comentarios

Enviado por Telémaco el

Déjalos que beatifiquen y santifiquen lo que quieran, si Dios existe estará partiéndose el culo con tanta pamplina en su nombre.
La historia está ahí y por mucho que algunos se empeñen en darle la vuelta ya no hay marcha atrás, ni cuarenta años de dictadura pudo cambiar la verdad.

Enviado por Blas de Lezo el

La izquierda no pide perdón.

El artículo de Pedro Tena “EL PERDON” que adjunto a continuación es bastante ilustrativo de la actitud de la ”izquierda española” que tiene una fabulosa capacidad para el odio y el rencor, su odio al que piensa diferente, Izquierda que odia España, que se declara antiespañola y que llama facha y fascista, pepero, etc… a todo aquel que está orgulloso de pertenecer a esta nación. Que sale a la calle a romper la paz social y no le importa pasar por encima de legalidad, tiene un nombre y ese nombre es FASCISTAS. Porque por mucho que se declaren Antifascitas, son los verdaderos fascistas.
Le teme a Internet y, si pudiera, lo cerraría, sólo porque “no lo controla”. Cuando asume el poder, utiliza la mentira, la manipulación y el engaño para gobernar y prefiere la propaganda a la verdad, las consignas a los argumentos y la coacción al convencimiento. Los dos principales rasgos de la izquierda, cuando administra el poder en democracia, son su tendencia a legislar y gobernar en contra de la opinión pública y la marginación del ciudadano, al que sólo tiene en cuenta cuando se abren las urnas y necesita su voto.

Del miedo a la libertad de la izquierda nace su obsesión por controlar los medios de comunicación, por dominar a los periodistas y por comprar a intelectuales y prescriptores. Se siente más a gusto con las consignas y con la propaganda que con el libre juego de la verdad. Aunque no ha tenido más remedio que adaptarse a la democracia, en realidad la considera un odioso invento burgués y liberal. Cuando puede, la persigue, la manipula, la adultera y la prostituye. Por eso, donde hay un gobierno de izquierdas suele oler a tiranía, aunque ellos mismos se avergüencen de sus aires autoritarios y procuren disimular el hedor a dictadura con mil trucos y engaños.
Su mayor sueño es crear una religión del Estado que sustituya al cristianismo, una fe que desprecian porque apuesta por la libertad y antepone el valor del individuo al del grupo. Cuando pueden, hacen todo lo posible para que los ciudadanos lean los periódicos que ellos controlan y vean los canales de televisión que propagan sus doctrinas. Incluso se atreven a prohibir que hablen un determinado idioma y obligan a sus gobernados a hablar la lengua de los nacionalistas que les venden sus votos.
En manos de herederos, como el nefasto y de triste recuerdo Zapatero, cuyo autoritarismo depredador se huele a leguas de distancia, la verdadera izquierda que creía en la democracia es un cadáver, la izquierda de los valores y los principios es un recuerdo y la izquierda que apostaba por los más débiles es poco más que una añoranza.

Sus amigos internacionales denotan su aversión a la libertad y su cercanía al peor totalitarismo: Fidel y Raul Castro, Hugo Chávez y autoritarios aferrados al sillón en Irán, China y otros países, muchos de ellos islamistas y protectores de la yihad.

El gran drama de España es que la derecha, aunque afirme lo contrario, tampoco ama la libertad, ni se siente identificada con las raíces de la libertad. Teme al individuo, se siente insegura al que también margina de la política, lo que la convierte, en muchos aspectos, en un triste "clon" de la izquierda.
En algunos países avanzados de Occidente, la izquierda se ha reconciliado con la libertad individual y con la verdad, pero en España no.

EL PERDON
Pedro de Tena Alfonso
Fuentes: http://hemeroteca2.porandalucialibre.es/creativa/ciencia-y-filosofia/tex...
El olvido no es patrimonio de los seres humanos, pero sí el perdón. El olvido es un bajonazo de la memoria que sólo ocurre con las cosas que no importan demasiado o con aquellas que por alguna razón no quieren recordarse. Precisamente aquello que nos dañó no puede olvidarse, aunque se quiera, porque necesitamos instintivamente el recuerdo de tales vivencias dolorosas para conformar nuestra experiencia y nuestra defensa. Puede, sin embargo, perdonarse, esto es, actuar como si el crimen, el agravio, el insulto o el menosprecio no hubieran sido perpetrados. Puede perdonarse a los que no sabían lo que hacían. Puede perdonarse incluso a quienes sabiendo lo que hacían llegaron a arrepentirse de corazón, sinceramente. Pero no tienen perdón ni de Dios ni de los hombres los que ni siquiera han hecho un mínimo examen de conciencia, siquiera histórica, sobre su comportamiento y sus resultados. Es el caso del comunismo español y, en general, de la izquierda española.

Sólo Besteiro y pocos más (Peces Barba tímidamente sobre el golpe de estado de 1934) han hecho una reflexión sobre el comportamiento de la izquierda española y su "himalaya" de mentiras. No he oído ni leído nunca a González, a Guerra, a Zapatero, a Rubalcaba ni a otros una reflexión sobre el comportamiento del socialismo español desde su nacimiento hasta ahora. Tampoco he oído nunca una autocrítica sobre el radicalismo del nuevo PSOE asevillanado durante la transición. No he escuchado, por supuesto, a ningún líder del PCE, ni siquiera a Anguita, el más íntegro que he conocido, esbozar una revisión sobre su historia salvo en un chiste que me contó dando vueltas por Madrid sobre la dictadura soviética. ¿Cuántos años te han echado? Cinco. ¿Por qué? Por nada. Mentira. Por nada me encarcelaron a mí y me metieron quince años. Tampoco el anarcosindicalismo español, quitado del mapa por el marxismo, ha realizado una reflexión sonora sobre su trayectoria. Diego Abad de Santillán, que señala con el dedo al comunismo por el dolor de la Guerra Civil, no dice palabra más alta que otra sobre su ideología y sus consecuencias.

Hace unos días, el secretario general del Partido Comunista en Andalucía, un tal Centella llamaba a dar un golpe de estado contra Rajoy con indiferencia absoluta hacia las urnas, ni siquiera como elemento formal. 1931 fue un golpe de Estado como una catedral. 1934 fue otro. 1936 vivió varios (léase a Alcalá Zamora). Checas, incluso para la izquierda no marxista, purgas internas, pirateo de la riqueza nacional, traiciones, genocidios... Y desde 1982, con el fardo de unos asesinatos sin fin de ETA, que es de izquierdas y marxista leninista nacionalista, una corruptela tras otra de manera creciente desde el caso de las contratas del Ayuntamiento de Madrid (denunciadas por Alonso Puerta) a los ERE´s sindical-socialistas o, verbigracia, las mariscadas del imputado Torrijos del PC sevillano. Y corruptelas políticas, como su apoyo a los nacionalismos catalán y vasco. Y sindicales, con las facturas falseadas, el pirateo de la formación, el uso ilegal de subvenciones destinadas a parados y el acoso a una juez.
Convencidos de que son mejores que nadie y que no tienen que dar cuentas a nadie, persisten en su sueño dogmático alimentados por una derecha poco ejemplar e incapaz de hacerle frente siquiera intelectualmente. Pero esa derecha, globalmente considerada, logró, y no es poco, purgar su pasado dando vía libre a una reconciliación nacional que parte de la izquierda simuló sin creer nunca en ella. Ya saben, lo que no es de izquierdas, es malo, explotador, perverso y criminal por definición.

La democracia española, siempre anémica por falta de creyentes, decae hacia ya veremos dónde, sin que esta izquierda que sufrimos haya reconsiderado su comportamiento histórico y su responsabilidad en el sufrimiento de ese pueblo al que creen que representan por la gracia de...Marx. Pero Marx estudiaba, leía, analizaba los hechos, pensaba... Sus ya escasos sucesores ni eso. Si lo que pasa no encaja con la voluntad de sus dirigentes, peor para los hechos. De pedir perdón ni hablamos. Por eso, no tienen perdón ni falta que les hace...hasta la próxima catástrofe.

Enviado por Jesús el

El padre Alfonso Thió se preguntaba al comienzo de la guerra si los rojos “¿rechazan a los ministros por causa de Jesús, o rechazan a Jesús por causa de los ministros?”.

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