Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

"Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar": el órdago de Pedro Sánchez

Bueno, parece que algo se mueve en el PSOE (aunque tal vez ya sea tarde).

Algunos venimos advirtiendo, desde hace años, de la crisis profunda de la socialdemocracia europea y que ésta, fundamentalmente, deviene de las propias contradicciones, confusiones, claudicaciones, traiciones y bandazos de una izquierda oficial acomodada en los sillones de los parlamentos, las instituciones y las corporaciones que ha perdido el rumbo y se ha lanzado, alegre, al liberalismo disfrazado de posibilismo.

Algunos pensamos además que este rumbo de la socialdemocracia ya estaba fijado intrínsecamente en su ser desde sus comienzos (a finales del siglo XIX) aun cuando en sus comienzos la preocupación social fuera más nítida y el papel de equilibrio frente al Bloque Soviético, a partir de los años 50 del siglo XX, le diera más fundamento. Ello por cuanto la pretensión de la socialdemocracia fue desde el principio hacer del Capitalismo una opción algo más humana (empeño intrínsecamente imposible) desde un despotismo ilustrado entusiasta con el modelo de representatividad política y de delegación (o democracia parlamentaria) que tiene como eje al Estado (en su trasunto como Estado del Bienestar)  a la postre verdadera maquinaria paternalista de creación de redes clientelares y desmovilización social al limitar (cuando no combatir) las experiencias de autoorganización social, autogestión y enfrentamiento al Capitalismo.

 La aceleración de esta contradicción (tras la caída del Bloque Soviético y el envite neoliberal desde mediados de los años 80 del siglo XX) y el desengaño que esta actitud contradictoria y prolongada en el tiempo ha provocado entre el votante clásico de estas opciones ha hecho, o bien que se caiga en la apatía y el desinterés, o bien que se prefiera al “original” neoliberal, o bien que se haya ido al extremo xenófobo y ultranacionalista como reacción visceral e irracional azuzada por el nuevo chivo expiatorio de la inmigración, los refugiados o el terrorismo.

En algunos casos también la deriva socialdemócrata se ha dirigido a opciones más de izquierdas (aunque también reivindiquen la socialdemocracia) que reclaman ser una izquierda transformadora (lo sean finalmente o no) pero que de encallar en opciones  contradictorias, confusas, claudicantes, traicioneras, acomodadas  y dadas a bandazos provocarán (más pronto que tarde) el definitivo desengaño y el auge total del populismo reaccionario que ya se extiende por Europa y otros lugares del mundo de manera más que preocupante.

Este es el contexto general (e ineludible) desde donde habría que analizar la situación del PSOE, amén de las particularidades propias de España, muy importantes para esclarecer lo que sucede. Y estas particularidades propias (por resumir) son las nacidas de un modelo de Transición que lejos de justificarse como “mal menor”, e inevitable en aquel entonces por aquellas circunstancias, se aplaude y se ofrece hoy sin pudor como modelo para nuestro presente (también entre muchos mandamases del PSOE).

Sin embargo, este modelo llamado “de Transición” salió del tardofranquismo y fue el que contuvo la efervescencia en la lucha social que se vivió desde finales de los años 60 (protagonizada por los colectivos sociales…con muchas muertes y prisión) desarrollando un modelo sindical vertical como el franquista (pero con la concurrencia formal de más organizaciones) de pacto y claudicación a cambio de subvención. Este modelo pretende hacer pasar como normal la corrupción generalizada e institucional (tan normal en el Franquismo), la mentalidad nacional-católica (tan propia del Franquismo), las oligarquías y oligopolios del capitalismo de amiguetes (tan del Franquismo), la posición de subordinación ante potencias extranjeras (primero con los tratados firmados por Franco con los EEUU, y después con la entrada en el mercado de la UE), la situación de dependencia, subordinación y “colonia interna”  de muchos territorios patrios (como Andalucía), el modelo que ve normal la impunidad de la dictadura y la falta de búsqueda de Verdad, Reparación y Justicia para con las víctimas del franquismo (a pesar de haber sido advertidos diferentes gobiernos españoles, en diferentes ocasiones por diferentes organismos internacionales, de la anormalidad de ello) y en definitiva, el modelo que ve también como normal la “unidad de España”, no como fruto del consenso sino como una “unidad de destino en lo universal”.

Un término, transición, que como decía el filósofo Gustavo Bueno: a falta de “ruptura” con el modelo franquista se utilizó para no hablar de “continuidad” del franquismo (con el poder militar, policial, judicial, económico y religioso intacto) eso sí, algo más modernizado para entrar de esa guisa en el club selecto (y moderno) de los mercaderes europeos. De este modo podemos hacer presentes los versos que escribiera Gil de Biedma en 1966, cuando se preguntaba: ¿Y qué decir de nuestra madre España, este país de todos los demonios, en donde el mal gobierno, la pobreza, no son, sin más, pobreza y mal gobierno, sino un estado místico del hombre, la absolución final de nuestra historia?, una herencia (tan poco dada al diálogo) que explica también la incapacidad de adaptarse a un modelo que no sea el del bipartidismo y la incapacidad de dejar de vivir con nuestros demonios.

Pedro Sánchez pareciera ahora que quiere dejar de vivir con los demonios. Y aunque es más probable que le muevan las cuestiones personales y no las nacidas de la reflexión profunda sobre la situación de la socialdemocracia y de nuestra herencia singular, lo que no se le escapa es que el PSOE sobretodo (y fundamentalmente) ha perdido votos por la izquierda, y que esta sangría aún no ha acabado. Con lo que parece lógico (de lógica electoral, que es lo único que parece importar a todos) que cuanto más vire hacia la derecha (apoyo y/o abstención con PP, coalición con Ciudadanos) más va a seguir perdiendo, en un maratón enloquecido como el protagonizado por su homólogo griego.

En las bases del PSOE (las que puedan quedar) está la clave: si se dejan arrastrar por aquellos mandamases que han asumido hace tiempo el vivir con los demonios, o si consideran que ya es hora (aunque sea en las formas) de empezar a romper de una vez con ellos.