El pasado lunes, día 13 de marzo de 2017, la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, junto a su edil de Medio Ambiente y Movilidad, Inés Sabanés, y la directora general de Sostenibilidad y Control Ambiental del Consistorio, Paz Valiente, dieron a conocer el famoso Plan A que tanta crítica está recibiendo. Grosso modo, este comprende 30 medidas que intentarán en la medida de lo posible, valga la redundancia, reducir los niveles de contaminación (que falta hace) en la urbe madrileña. Por cierto, hay que señalar que la capital no camina sola, ya que otras grandes ciudades como París, México DF o Atenas han aprobado proyectos similares para reducir la contaminación en sus ciudades.
Prácticamente, como en toda aspiración o idea política y más aún cuando esta es novedosa y rompe con el orden convencional establecido, hay partes en desacuerdo o afectadas. Aun así, debemos tener claro que proyectos de este tipo están confeccionados no para favorecer o perjudicar a un grupo social concreto, sino para beneficiar a la totalidad de estos y a futuras generaciones, pues estas políticas están encaminadas a mantener y preservar el bienestar general de la ciudadanía.
Es aquí donde se aprecia el compromiso, no solo profesional, sino también moral un grupo político con sus ciudadanos y ciudadanas, y en este camino he de señalar que las medidas adoptadas son, desde mi punto de vista y, en lo que a valentía y firmeza política se refiere, un hecho histórico sin precedentes, que sitúa a Madrid como modelo y ejemplo de basculación hacia un modelo energético más sostenible y respetuoso con el medio ambiente. Sin duda alguna, ponen de manifiesto el compromiso del Consistorio de la Villa madrileña no solo con la salud de sus ciudadanos, sino con el medio ambiente y nuestro planeta, el cual, recordemos una vez más, no nos ha sido entregado como mero objeto de usar y tirar.
El motivo por el cual escribo este artículo no es hacer propaganda política del gobierno de la señora Carmena (ya que se encargan otros) y mucho menos una reseña o análisis exhaustivo del mencionado Plan A (que daría para diez artículos). La principal razón de peso que articula la esencia del presente es la ignorancia e irresponsabilidad de algunos individuos de la clase política: el verdadero populismo.
Como respuesta al ya mencionado Plan A, el portavoz en materia de Medio Ambiente y Movilidad del PP en el Ayuntamiento de Madrid, Fernando Martínez Vidal, manifestó su descontento con estas medidas y formuló lo siguiente: “La alcaldesa tiene el Plan A, no hemos podido opinar, nos parece que esta 'A' es de alarmismo, del gran atasco en el que van a convertir la ciudad y 'A' de agresividad contra los madrileños”. Continuando con su declaración, se posicionó como no negacionista y enumeró una serie de medidas adoptadas por el anterior gobierno del PP, además de proponer algunas alternativas igualmente válidas para el Plan A. Pero en fin, se torea muy bien desde la barrera.
Hablar de alarmismo y de agresividad tal y como está la situación en la capital con la contaminación consolida el cavernismo político español, cada día más establecido en nuestro anciano país. Ante esto, el ciudadano de a pie, con sentido común y respeto por el medio ambiente y nuestro planeta, no puede permitir que una persona así le represente. En materia medioambiental no debería haber ni oposición política ni de ninguna otra clase, obviamente el citado proyecto, es cuanto menos ambicioso y será digno de recibir críticas por el modo de desarrollar algunas de las medidas, pero nunca por el objetivo a conseguir, que es reducir la contaminación y asegurar una salud digna a los madrileños y madrileñas. Y precisamente las palabras alarmismo y agresividad atentan contra ese objetivo, que debería ser común para toda la clase política. ¿Este señor no ve la nube de dióxido de nitrógeno que hay encima de Madrid? ¿Acaso no ha leído noticias del ultimátum que ha dado la Comisión Europea a España para tomar medidas de mejora de la calidad del aire en un plazo de dos meses?
Seguramente todos los detractores de políticas de este tipo no habrán visto más gallinas que las que salen en la foto de los huevos que compran semanalmente y, seamos sinceros, mientras sus móviles tengan batería y datos, no falte futbol, Zara abra de lunes a sábado y televisen Telecinco, lo que pueda pasar fuera de sus muros mentales les importa bien poco. Obviamente este artículo no va dirigido ni pretende estimular a este perfil de ciudadano, pues creo, y ojalá me equivoque, que no hay nada que hacer, ya que son pasto de las redes sociales y del consumismo capitalista.
Por desgracia, contra el cambio climático y el cuidado del medio ambiente, la ignorancia gana en número al sentido común. A pesar de todo siempre hay que mirar el aspecto positivo, que no es otro que la gran cantidad de personas y organizaciones “verdes” (cada día más) que luchan en la sombra sin reconocimiento alguno por un mundo mejor, no solo para ellos, si no para el futuro de la humanidad. Políticas como estas son admirables, pues son una apuesta arriesgada, pero necesaria; que repito, tendrían que tener el apoyo incondicional de todos los grupos políticos. Ojalá pronto se unan a este cambio atrevido otras grandes ciudades españolas.
Aún así, la realidad es que en un contexto en el que la capital vive bajo una nube de veneno diariamente, los polos están derritiéndose a un ritmo vertiginoso, nuestros climas están cambiando y cada año se aprecia más claramente, la comunidad científica y diversos organismos internacionales alertan de los problemas venideros si no se apuesta por medidas mucho más respetuosas con el medio ambiente, los medios de comunicación nos bombardean con noticias cada vez menos alentadoras para nuestro planeta; este señor se atreve a pronunciar estas palabras con la única intención de politizar un tema tan importante como el de la salud de los madrileños y madrileñas y la lucha contra el cambio climático. Como diría Iker Jiménez, espeluznante y apocalíptico. En fin, esto es España, no pasa nada.
Para ir concluyendo y evitar así el desfallecimiento de quién continúa leyendo recordar que se nos ha acabado el tiempo, si queremos y apostamos por un mundo mejor y un modelo sostenible hay que empezar ya y estás políticas son imprescindibles. De este modo, confiemos en que algún día, en este país, apostar por la salud, las energías renovables, y querer preservar la naturaleza e intentar defenderla mediante lo legal, no sea objeto de crítica y manipulación, sino de respeto y admiración. Mientras tanto, sigamos esperando al sentido común.