Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Canción del insolidario

Esta gente, no es mi pueblo ni mi gente. Brillan por sí y para sí. Sobran por su condición en el centro del poema y en la arena. Son burgueses de esta hora, y a deshora, los pobres que fueron siempre con su pan y con su aceite. Y ahora… ¡Ahora ya no son nada! Pero muchos. Y si acaso, inconsecuentes de arcilla. Porque nada es lo que sienten por la vida de la gente, por la muerte de aquellos que son ajenos a los ojos de su frente. Es pobre gente indolente, sin cuidado ni mesura; que grita, chilla y humilla su actitud de calderilla, y se ríe del de enfrente, porque se queda en Sevilla confinado, mientras ellos, ¡don de gente!, se van de fiesta, se van de puente. Vaya suerte.

            Ah, qué solidarios son ellos. Y qué berrendos plebeyos a la hora de sufrir el semejante. Qué románticos y enjutos, qué justos y aburguesados. Qué callados. Creen que los que respetamos los mandatos, por salud, cuidamos también su fuero y el del lanado carnero. Nada de eso, pobre ilota. Yo me quedo, por salud, o por pelota. Tú, reis, y tomas la carretera como un vulgar delincuente. Clara está la transparencia. Los desmanes de esta pura ineptocracia de la muerte. Del esquivo irresponsable que no sabe prescindir de una necedad siquiera. Qué renunciante agorero. Te han dicho que se respeten diez días de cuarentena. Qué condena, majestad. Que nos estamos llenando de pandemia hasta las cejas. Pero esto a usted le da igual. Se va de fiesta, se va de puente.

            Hoy, es día de los Santos; y son tantos, que hasta vos tenés el tuyo, que capullo. Y yo, que por ti, o por otro, un día doné mi sangre, que desilusión me dejas. ¡Qué suerte, de no saber lo que llevas en la frente! Qué sutil y solidario. ¿Solidario, o enfermo de otras pandemias? Esas que cuentan la gente. Consuelo de la ignorancia ramera. La perra que los parió no tuvo tan buena suerte, ni leyes para el perdón fugitivo del ausente, la decencia callejera. Del que huyó esclarecido, evadiéndose y reído, calificando los trapos de aquel quejoso sufriente, que queda hospitalizado. Desolado y ya sin fuerzas vitales, ni consuelo de su gente. Por la culpa, por la grandísima culpa de otro gallito imprudente. Quien, al virus, arrimado, le fue dejando la muerte. Pero tú, y todos los tuyos, esos que ayer, por la tarde, burla burlando, escapados, no lo sienten. Pero la gente…, se va de fiesta, se va de puente.

            ¿Quién no siente…? Todos juntos, yo con ellos, un hambre de amor y muerte. Qué silencio y qué poema en el duelo de los muertos. Vaya suerte. Los que aún no han entendido que ellos son muertos también. Los que se fueron de puente y a la luna, ¡pobre luna! Ellos, que también son muertos, aunque indolentes burlones, burlados son por la muerte, que se acerca inevitable, inexorable y compuesta, igual por la carretera. No hay perdones para usted, ausente y escapado fugitivo, dándola, quizás, de amigo, ni siquiera los merece. Pero la gente…, se va de fiesta, se va de puente.

            No se humille, usted, no. Ni sacrifique su fe. Suba alto, vuele, trepe y enaltezca su semblante, que al fin, serás apocado, derruido y aplacado por los vientos que tú también has sembrado. Porque es hoy, mañana y siempre lo fue, recoger esa cosecha que en la bonanza sembramos, para recoger después. Sube más alto y despacio, que mañana es el día de los difuntos. ¿Quién sabe, si alguno es tuyo y ni siquiera lo sabes, o ni te acuerdas de él? ¿Quién sabe o puede saber? Sentimientos solidarios que se imparten por doquier, a despecho de esa farsa que nos sostiene de pie. Solidarios esperpentos que por la obra se ve, y por doquier. Todos sentimos a oscuras o de noche alguna vez. Pero eso, ¿quién lo ve? A mí me llegan las dudas. Pero la gente…, se va de fiesta, se va de puente.

            En el día de los difuntos, solemnes y apaciguados, reflexivos y admirados de sentir ese inefable recuerdo, vamos y yo voy también camino del cementerio. Pero este año es distinto. Nos han dicho, por activa y por pasiva lo que debemos hacer. Casi implorando lo han dicho y lo vemos, que es por humanidad, respetar a nuestros vivos es respetar a los muertos, que es como querernos más. Guarden distancia, mantengan la vida en pie en nombre de la amistad. Los afectos incompletos, los abrazos y lo que es propio de dar y hacer. Unos, lo cumplen y otros también. Menos los insolidarios. Los que no se han enterado por privilegio de oído; y el jueves que está en el medio, sin pensarlo y fugitivos, cogen puerta, manta y coche, y hasta las playas se han ido. ¡Qué solidarios han sido! Para que vean, señores… La gente se va de puente sin pensar en el contagio ni en los muchos que se han ido y los que aún se ha de ir. Y esquivando toda ley. Esa es la vida. O quizás sea la otra vida. La ajena, que no es la mía. Esa que no sé vivir. Y viendo, lo que se ve, abruma la confusión. Pero la gente…, se va de fiesta, se va de puente.