Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Año de nieves, año de bienes

Hermosas panorámicas deja a la vista el blancor de este invierno. La bendición de los bermejos astros nos recuerda el refrán: “Año de nieves, año de bienes”. Ojalá se cumpla esta justa verdad, predicha por la experiencia de los sufridos y viejos labradores de las secanas tierras, después de los ociosos rastrojos en años de sequía. Este invierno, nos deja su blancura por cumbres y olivares, a la vez que el temor a sus aludes, arrastrando montañas, cuando el sol las visita. Podemos contemplar la blancura, en forma de hilillo cristalino, tras la belleza convirtiéndose en agua. Riqueza sin igual y siempre deseada. Salud a todas luces, dadas las circunstancias, para la humana suerte que bendice el oro que nos deja y el frío que nos da.

Respeto a los elementos, es mi palabra, por amor a la Naturaleza. Porque no es esto lo que ahora me inquieta, sabiendo que la lucha es contra otros elementos. Cuando veo que los viejos de nuestro país se movilizan, es porque sienten frío, después de tantos años abrigando con su trabajo en los duros inviernos de la vida, y me digo: este país carece de visión y sensibilidad política, de proyectos sociales, de futuro, de riqueza espiritual y de respeto por los que dieron tanto y más de su vida, hasta tener una pensión y morirse tranquilos. He dicho morirse tranquilos, pero a su tiempo y no con vacunas programadas ni tildados de vagos, después de cuarenta y siete años cotizando a las SS. No puedo sentir más que el respeto que merece, quien no lo siente por quien trabajó tanto, dando el sudor, la sangre, el voto y a veces, la ilusión, que fue mucha, por hacer un país democráticamente lúcido, transparente y solidario. La riqueza de un país se hace trabajando (también en el Parlamento), poniendo a trabar a su juventud y no alargando las jubilaciones, mientras se mantienen ociosas las manos de su riqueza joven, hasta sabe Dios que venga a verlos y, en muchos casos, viviendo de la pensión recortada del generoso esfuerzo del pensionista; y que ahora, parece o empieza a ser una carga que molesta al Estado, llamado con jactancia, “del bienestar”. Pero yo, que soy trabajador, y no me dejo llevar fácilmente por el pavoneo seductor de los intereses de quienes libran su batalla en busca del escaño con “promesas engañosas”, lo llamo desde que empecé a oír esa proclama, “El bienestar del estado”, dando cariño justificado a quien me apalea y empobrece en el sillón, durmiendo; desde la transparencia del escaño, dándole calor de por vida. Donde se legisla y cuida de que trabaje la juventud, se crean patentes de invención y riqueza en los laboratorios abandonados por falta de recursos. ¡Qué pobreza!

Y no quiero ser catastrofista, pero ¿qué puede uno esperar en este país?, si cada día que pasa, ve más larga la fila de políticos encausados, camino del juzgado; y más delincuentes con 30 detenciones sueltos por la calle. ¿Qué puede uno esperar…? Los terrones de esas cumbres blancas me hacen ilusión, pensando que nos traerán bienes. Ojalá sean bienes de buenas intenciones -pienso-, inteligentes bienes, desprendidos de holgazanería intelectual y mala leche, que es lo que no esperaba, democráticamente hablando, desde 1978, cuando hablábamos de solidaridad, democracia, futuro en libertad y sueños, impregnados de cultura y esperanza solidaria. Hoy miro hacia ayer, y es verdad, hemos dado grandes pasos hacia adelante en recortes a las pensiones y bienes sociales. Y no en todas, claro, hay mayores que tienen hasta pagas vitalicias y otros devengos, por sólo unos cuantos años haciendo políticas en “El Estado del bienestar”. Y no lo esperaba entonces, pero hoy está a la vista. Mientras los pensionistas, llamados “vagos” por alguna Señoría, llevamos años, sin ver siquiera la decente subida del ipc, en tanto que vemos cómo se cargan el Pacto de Toledo, incitándonos hacia planes de pensiones; como el mío, que se fue por las alcantarillas del corralito de Argentina. ¿Que no os acordáis? Yo trabajaba allá por el 91, y caí en la red, mientras patrocinaba con mis impuestos la Universidad de los que ahora duermen en los sillones del Parlamento sin dar otro palo al agua, que no sea el de hacer política de partido, o diciendo que somos unos vagos. Y esto es lo que me hace mella, lo que me moviliza y me hace inquieto… lo que me quita el sueño mirando esas montañas blancas de los sueños perdidos de mi Arcadia soñada, al cabo de mis años y mirando con pena el futuro de los nietos, dando por “muy actual” aquella queja de Ortega y Gasset, hablando de lo que era la política: el imperio de la mentira. Pero la política, es buena, cuando quienes la ejercen son justos y ecuánimes, Señorías.