Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

¡Ojalá!

Ojalá se te acabe la mirada constante
La palabra precisa, la sonrisa perfecta

Ojalá pase algo que te borre de pronto
Una luz cegadora, un disparo de nieve..

[Ojalá, Silvio Rodríguez]

     Cuando Silvio nos estremecía a finales de los 70 del siglo pasado con los acordes de esta canción atravesábamos la edad de la inocencia que nos hacía “felices e indocumentados” (García Márquez dixit), la que nos animaba a intentar transformar una sociedad gris y asustada, recién salida de la sangrienta Dictadura franquista en otra alegre, combativa y colorista, dispuestos al “asalto al cielo” (en singular, como al parecer utilizó la expresión Karl Marx en la carta al doctor Ludwing Kugelmann intentando analizar el fracaso de la Comuna parisina de 1871) sin caer que como Ciudadanía estábamos “Al final de este viaje” (título también del álbum donde apareció la melodía) y a punto de arrumbar las letras reivindicativas de los cantautores en el sótano más oculto de nuestra memoria- entonces nada histórica- para cambiarlas por la vacuidad envuelta en humo y drogas de La Movida, a un tris de volvernos “idiotas” en la acepción griega del término, el ιδιώτης (“idiotes”) que sólo se ocupa de si mismo despreciando Lo Público, a punto de rendir, sin honor ni tambor batiente, nuestras certezas.

    Durante décadas una inmensa mayoría de la Sociedad española se aplicó en la tarea de borrar las huellas delatoras  de sus antiguas  aspiraciones de transformación social solidaria tan presentes en la Historia Contemporánea de los sectores obreros e intelectuales del Movimiento Obrero.

   Para no dejar rastro, compró al peso el envoltorio "Cambio" vendido por el trilero F. González, sin caer en que el lema “Yo, por el cambio” aunque llevase el anagrama y las siglas del PSOE no era plural, sino personal. Sintetizaba-ahora se ve mucho mejor gracias a la perspectiva que da el tiempo transcurrido- no la aspiración colectiva y sí el cambio personal del entonces inquilino de la Moncloa, en su metamorfosis de presidente de Gobierno a florero de cualquier consejo de administración bien retribuido. Si lo regaban a golpes de talonario de  antigua empresa pública privatizada para beneficio de unos pocos, no importaba. 

    Hoy, caricatura grasienta de sí mismo, lo reivindican desde el neofranquismo como “elefante blanco del golpismo blando” para protagonizar los sueños húmedos de VOX (Abascal no gana para sábanas de tanta polución nocturna dedicada al gatazo "Isidoro"), PP y toda la derecha anticonstitucional  que lo imaginan  presidente de un gobierno de concentración aunque sea a costa de cargarse la Constitución que tanto dicen defender.

   Y así, entre renuncias y aplazar los combates para  cuando los hados fuesen propicios,   el Capital pudo perpetrar  la “deconstrucción” colectiva, la “deslocalización“ de  derechos laborales y de empresas y todos los subterfugios que posibilitasen someter la Política  a los designios de quienes gobiernan realmente sin necesidad de pasar el sucio trámite de unas elecciones.

   Durante décadas, hasta finalizar el siglo XX y adentrarse un buen trecho en el XXI,  las voces de quienes desde la orilla marginal del Sistema (y protegidos como “especie a extinguir” pero de conservación necesaria si se quería exhibir pedigrí democrático) manteníamos un "discurso profético" –dicho sea de paso , con menos éxito que los cantantes patrios en Eurovisión- fueron ridiculizadas. ¿Quién iba escuchar a los que denunciabamos la desmemoria , el erial industrial,  malvender los servicios básicos al peor postor o la sumisión absoluta a los designios de una UE que solo cuidaba los intereses del Capitalismo como la senda más fácil para terminar en el despeñadero? Nada mejor que el menosprecio y el ninguneo.

    Aún retumban en los [nuestros] oídos silbidos y abucheos por cuestionar Maastricht y la antisocial construcción europea y denunciar que nos trataban como mercancías en lugar de personas. Lo correcto era picar y comprarle el discurso de “rentabilidad, beneficio, rendimiento” sin reparar en la minucia de que un beneficio social no consiste en tener números negros en el "haber" porque invertir en Sociedad, aunque aparentemente sea deficitario, es una garantía de Justicia y equilibrio. Vae Victis (¡Ay de los vencidos!).

     Y para conseguir complicidad nada mejor que ahondar en nuestras pequeñas miserias. El "¿Quién no lo haría?" para justificar los robos a calzón quitado a través del enchufismo y la corrupción, el “Todos los políticos son iguales” para tener excusa - no son todos, son los respaldados por ti o por ti una y otra vez con el voto- y poder emplear la coartada de los muy necios o muy conformes con la realidad que se construía al creerse situados en la cúspide del "modelo tatcheriano". Ya se sabe: cabeza por encima de la mierda, sostenido por los hombros de quien la tiene debajo y que sin embargo saca el pulgar mostrando apoyo.

     Y fijar la programación de  nuestro día a día.Ese  mirar para otro lado cuando desmantelaban delante de nuestras narices la Enseñanza Pública, la que nos formó , porque “total a mi hijo lo tengo en ese Concertado con cuota <<voluntaria>> mensual para las actividades extraescolares”, poco precio si lo saco del entorno de aulas con inmigrantes, chusma –no conocen al comparsista Martínez Ares y el homenaje que tributó este Carnaval a Juan Carlos Aragón- nada selecta”.

    O repantigarse en los cómodos sillones de esa clínica terminada siempre en S.A. / S.L., construida con dinero público pero gestionada desde el sector privado – sí ese eficiente, esplendoroso, emprendedor, exitoso,” epatante” (y cualquier otra “ e” que lo refuerce)- parapetado tras un “ no voy a estar yo en las Urgencias atestadas con médicas y enfermeros que cada día se parecen más a un pulpo de tanto desarrollar manos extras para poder acudir al sitio donde antes había un compañero y ahora un recorte”.

   O defender "Cuanto menos impuestos mejor, que el único que sabe dónde gastar y cuidar de mi bolsillo soy yo".    
   O blasfemar cuando la tele anuncia una convocatoria de plazas en la Función Pública que solo es un 5% de la reposición necesaria tras años de jubilaciones sin cubrir, “Total, ¿para lo que sirven?” ...

    Ojalá que el Confinamiento impuesto por este virus que retrata tan bien las debilidades se lleve parte de nuestro egoísmo y tonterías sociales. Y que los paseos por el claustro alrededor de la cocina, pequeño balcón y azotea, nos sirvan para -además de ver reflejada la desnudez en el espejo del pasillo- centrarnos en lo importante y despreciar los abalorios sacados de nuestra ruta mental que ahora se amontonan en el cuarto de los trastos, ese material superfluo cargado de superchería que -hoy sabemos- solo sirve de adorno. Comprobar en nuestras carnes que lo antaño imprescindible o intocable era innecesario.

    Y alegrarnos de haber podido descubrir tras esta nueva realidad al héroe sin malla, capa ni antifaz que ocupa el balcón contiguo a las ocho de la tarde. La persona que consciente de estar ante una pandemia mundial se ha arremangado sin pedir explicaciones, sin sacar veinte veces al perro, el hombre que pese a la angustia e incertidumbre que también lo atenaza no busca un chivo expiatorio, la mujer que no convierte a los demás en un estercolero al que echar las culpas.

   La que alzó su voz apoyando marchas de pensionistas, mareas verdes, o blancas, el que supo que la crisis anterior no fue tal sino una estafa y se plantó en el portal para intentar evitar que desahuciaran a su vecina, quien tiene claro que la rueda de una Sociedad no la mueven las casas de apuestas por Internet, los programas televisivos de higadillas, o el bulo de hiel disfrazado de chisme sino el jornalero (con papeles o sin ellos) que estos días lleva la fruta a la mesa, el reponedor , el cajero, el transportista, el basurero, el guardia, el personal sanitario, el profesorado al que le ha salido un ordenador como tercera extremidad ”el funcionario que tramita ayudas y "ertes"... (pon un “la” y feminiza las profesiones, tanto monta, monta tanto).

    Y tras la experiencia vivida en este último mes, cuando esto pase, que pasará, preguntarnos: “¿Qué Sociedad quiero vivir?”  ¿La del “Sálvese quien pueda” o la de los cuidados mutuos?”  Sabiendo que la primera parte de la pregunta nos llevará a tropezar dentro de un tiempo en la misma piedra y que la segunda, sin explorar enteramente, con mucha “terra ignota”, pone sobre la mesa cuidados y afectos y señala una salida clara: apostar decididamente por intensificar lo Colectivo, lo Público como escudo protector.

    Porque si al final de estos días amargos lo único que logramos es cambiar al árbitro/ entrenador que los españoles llevamos dentro por un epidemiólogo...es que no hemos aprendido nada. 
   Y habrá que aceptar- por mucho que duela- que tenemos la España que nos merecemos.

Ojalá que la Luna pueda salir sin ellos
Ojalá que la tierra no les bese los pasos