Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Allí estaba sentado, esperando en la calle

La primera vez que lo vi allí sentado en un banco de madera apartado del gentío, era por la tarde, en esta Lucena donde habito, con su pelo marrón envolvente, sus ojos vidriosos, estático, tal vez triste y sobre todo pensativo.

Allí sentado en tierra de nadie, sólo, cerca de la circunvalación sur que rodea al pueblo. Me pareció desconcertante verlo allí, tan sentado como si estuviera esperando... En un barrio que está medio construido por casas unifamiliares de clase media-alta, con carteles de alerta con sus distintivos de vídeo vigilancia privada. Buenas casas unifamiliares de diseños propios. Pero sí sigues caminando, también es un barrio medio en abandono, porque entre unas casas y otras hay muchos solares vacíos, pendientes de venta y construcción, entre un trazado de calles perfectamente adoquinadas, por el que pasamos muchos viandantes diariamente caminando, personas con sus mascotas, solas, haciendo deporte, caminando sin más.

Aquel lugar está cercado de los jardines que una vez plantaron y/o sobreviven como pueden entre los restos de basura que diariamente llevan los propietarios de coches botelloneros, asiduos a la comida basura y que tiran de cualquier manera, en cualquier lugar. Saturando los olivares circundantes, los pinos con escuálidos jardines ya deteriorados de la circunvalación sur, bastante secos y sin mantenimiento... Zonas verdes que tratan de ser tragadas por la devastación humana y el escaso mantenimiento de parques, de jardines, de los servicios de limpieza local. Entiendo que es complicado para el ayuntamiento mantener un lugar con la escasa colaboración cívica de muchos jóvenes lucentinos que frecuentan el lugar.

Jardines y arriates alumbrados por las farolas dispersas, algunas con sus lámparas en malsano estado, por las pedradas certeras del personal que frecuenta la noche de acampada botellonera cercana a la Ronda Sur, Necrópolis judía y la calle aparcamiento Coral Lucentina...

Continúo caminando la segunda tarde, realizando mi ruta habitual, casi a la misma hora que ayer paso por el mismo lugar. Fui yo, la que llevaba su imagen en mí retina y la pregunta en la cabeza: - ¿Estaría allí de nuevo, sentado, aguardando sin prisa, con resignación solitaria aquel personaje, en aquel banco de madera apartado, con su pelo marrón envolvente, sus ojos vidriosos, estático?...

- ¡Y allí estaba! Esta vez se había añadido a la composición una lámpara de pie antigua, una maleta con la cremallera estropeada, un viejo camión de plástico amarillo de un niño, al que le faltaba una rueda. Me aleje de allí con él grabado en mi mente de nuevo.

Por tercera tarde consecutiva inicie mí marcha desde casa y con el pensamiento machacón en la cabeza, preguntándome sí estaría allí otra vez sentado el personaje peludo, marrón, aquel oso de peluche casi un gigante de tamaño humano, en aquel banco de listones de madera, cerca de los contenedores de basura, con su mirada inerte, vidriosa y tristona. Esperando calmar la conciencia de sus dueños, por sí era recogido por otra persona tras su abandono, tras ser expulsarlo de su hogar de ensueño, de ese cuarto de juegos tal vez atiborrado de nuevos juguetes, tal vez relegado al olvido del niño/a que se hace mayor, tal vez tirado por un padre y/o una madre que sólo quiere deshacerse de él, porque ocupa mucho espacio, porque acapara polvo, engendra ácaros, porque nunca fue para ese adulto o niño/a un vínculo de afecto con ese juguete ya abandonado.

Y pasé por tercera tarde, el peludo oso de peluche ya no estaba allí sentado, tampoco la vieja lámpara y la maleta. Hoy en su lugar había una cantidad importante de ropa y zapatos esparcidos por el suelo, sobre el banco, bajo él, todo fuera de los contenedores de basura.

Aunque muchas personas “somos basurillas” y con ello quiero decir, que se nos van los ojos hacia muchos de los objetos que hay abandonados en torno a los contenedores de basura de Lucena; y que, en mis tiempos de estudiante en Córdoba, cuando las basuras no eran tan espléndidas como ahora, en aquellos pisos de estudiantes destartalados que alquilábamos, con muebles escasos y sobrantes de los años setenta, encontrar una lámpara, una mesa o una estantería en la basura, con un mínimo de aseo, pintura y tuneado era todo un tesoro, que transformaba nuestros pobres pisos de estudiantes, sin ordenadores, sin teléfonos, sin Internet, sin conocer IKEA ...

Buscando datos, me encuentro que una persona genera un kilo de residuos al día; sin embargo, derivado de la pandemia de COVID 19, este porcentaje se elevó al doble, es decir, una familia de cuatro integrantes podría generar hasta ocho kilos de basura en una jornada de confinamiento. Acabado este, no sé, si nuestros datos basureros habrán mejorado. Ya que en lo que se refiere a los plásticos, cada año, cada persona española descarta 34 kilos de plásticos de un solo uso. España, como el conjunto de países de Occidente, es uno de los países a la cabeza de la generación de estos residuos plásticos y sólidos no siempre reciclados correctamente...

Es absurdo depositar objetos como ropa, muebles, juguetes, zapatos, pequeños-grandes electrodomésticos fuera del contenedor de basura más cercano a nuestras casas, en nuestras calles. Hay lugares específicos para llevarlos, punto limpio de Lucena, de cualquier pueblo, o contenedores específicos para ropa, calzado, juguetes, aceite, pilas o asociaciones locales cristianas o no, también ONGs que recogen el material que les sobra a unos, para repartirlo entre quién pueda serle útil, venderlo, triturarlo... También está el mercado de segunda mano en las redes sociales, algunos mercadillos de segunda mano puntuales o las apps de intercambio de objetos, etc

Es grotesco con el pueblo, incívico con la calle, maleducado en sus costumbres, grosero en sus formas, incorrecto en su proceder, descortés en su filosofía de vida, desconsiderado en su poder adquisitivo, egoísta en su pensamiento social y hasta bárbaro por dejar nuestras propiedades materiales sin vida o valor para nosotros, al lado del contenedor de basura de nuestro entorno, encima de él, en el banco de al lado, a los pies de un contenedor de nuestro pueblo. “Esperando que alguna persona basurilla con alma recicladora lo vea, lo quiera y se lo lleve” ...

Aguardando siempre que esa alma basurilla, empleando este término con el mejor sentido de la palabra, pase por allí, valore su valía práctica de tal o cual cosa, que se atreva con este pequeño robo de los despojos depositados en la calle ... Y con ello suplir su necesidad reutilizadora o recicladora y alejada de miradas críticas que todo lo ven, todo lo tiran, pero que todo lo dejan, decida llevárselo furtivamente, para darle una segunda oportunidad, a lo que tú ya habías tirado fuera del contenedor...