Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

«Muchos tienen poco y pocos tienen mucho»

El pasado martes 3 de octubre asistí al espectáculo teatral Marat/Sade, nombre abreviado del título original: Persecución y asesinato de Jean Paul Marat, escrito por el autor alemán Peter Weiss (1964) y representado por la compañía de teatro Atalaya (2017).

Mi intención durante esta intensa «Semana del Teatro», organizada por el Ayuntamiento de Lucena, no es otra que la de disfrutar de representaciones galardonadas en mi ciudad y evadirme de la realidad actual: las horas de estudio para conseguir pasar una dura oposición, la preocupación sobre lo que acontece en y con Cataluña, el 87% de refugiados al que no le hemos dado aún acogida pese a lo acordado con Bruselas, etc. No obstante, entré en el Auditorio Municipal de Lucena a las 20:30 horas, puntual, junto a mi pareja como acompañante dialogando sobre los acontecimientos «revolucionarios» actuales y el discurso que nos estábamos perdiendo del rey Felipe VI al respecto. Cuando nos sentamos y dio comienzo la función, se hizo un silencio rotundo en la sala: desde el primer segundo, nos cautiva y emboba la única presencia de unas cinco o seis cortinas blancas pendiendo en diferentes profundidades del escenario; el blanco del papel sobre el que se va a representar la historia de la persecución y asesinato de Marat, escrita por la pluma del Marqués de Sade durante su estancia como interno del manicomio de Charenton. Los hechos expuestos suceden entre 1793 y 1808, y son representados por los pacientes encerrados en dicho hospicio.

Desde el comienzo de la obra, se nos muestra un contraste entre un precario y cambiante vestuario de época (que va desde el blanco impoluto al crudo y roñoso de las ropas del proletariado), y las técnicas propias del teatro contemporáneo: las sombras chinescas, el manejo de las cortinas como sucedáneo de un decorado más elaborado o la ejecución de luces en tonos primarios: amarillos, magentas, azules y un blanco cegador en los momentos en que el discurso del personaje es lúcido. Por otro lado, el expresionismo visible en los movimientos realizados por cada uno los ocho actores que forman el elenco ­­–unido al manejo de las cortinas– acelera frenéticamente el ritmo de la escena. Así, las intervenciones del Marqués de Sade y del prefecto Coulmier –moderador de lo que se representa– y los brotes metarrepresentativos producidos en la mente de cada uno de los enfermos, nos hacen quebrar el pacto ficcional y (re)descubrir, constantemente, que nos encontramos en una representación dentro de otra: lo que se conoce como  «metateatro» o «teatro dentro del teatro». Casi sin percibirlo, entramos en un doble estado de confusión del que nos despiertan el trastorno padecido por la interna que representa a la asesina Carlota Corday o el enajenado toque de campana de Coulmier, que restablece el orden y nos transporta a nuestra realidad como espectadores de una representación dentro de otra, devolviéndonos la lucidez perdida durante los discursos de Marat, Sade y las canciones del pueblo.

Asimismo, pese al mencionado contraste entre escasez de decorado en escena y empleo de técnicas contemporáneas, los escasos elementos escénicos ofrecían infinitas posibilidades espaciales y escenográficas con tan solo el elaborado –aunque natural y espontáneo- movimiento de las telas simulando muros, puertas, tabiques, muchedumbre, humo, etc. He de confesar que todo ello me mantuvo distraída de mis preocupaciones, que se trasladaron a conceptos estéticos de la escena; pero los discursos de Marat me hicieron pensar en el pueblo catalán: la actual reacción «revolucionaria» frente al Estado, la dialéctica de la colectividad; y las moderaciones individualistas de Sade me hacían ver que, a lo largo de la historia, siempre «muchos tienen poco y pocos tienen mucho». Con esto quiero decir que el lenguaje de la Persecución y asesinato de Jean Paul Marat, escrita en el siglo pasado, es de notable actualidad, y, aunque no alivió mi necesidad de evasión, sí que me ayudó a ver más claro que los mecanismos del humano en la tierra son siempre los mismos: «la unión hace la fuerza y el cambio» (según Marat), pero el poder no necesita nada: ni de masas, ni de fuerza (según Sade); está en la naturaleza del individuo que gobierna.

En definitiva, con siete nominaciones al Premio Lorca del Teatro Andaluz, y galardonada con el Premio Lorca mejor dirección y mejor vestuario, el gran poeta granadino que nomina dichos premios estaría muy orgulloso de que una obra que encarna la universalidad que él mismo promovía en su obra porte tal galardón con su nombre –desde la escenografía, capaz de ofrecer ilimitados espacios, hasta los personajes y la ejecución de los discursos dialécticos y los musicales, confrontando a los «muchos» con los «pocos»­­–.

(Fotos: Manuel Barranco)