Novela negra. Humanista. Pensada en un tiempo presente, actual. En nuestro tiempo, el de ahora, por el que pasamos y, en el que hacemos o nos inventamos la historia a nuestra conveniencia, y en la que cuando no tenemos problemas nos los ideamos con vacías o inútiles fechorías, enfocadas a ejercer el mal al prójimo. De ahí el humanismo, por describir acciones de lo humano. Increíblemente humanista. No humanitaria. Se ve, cuando es puesta la mirada sobre el fondo de su crueldad, en la causa, en el punto de ignición y vemos la degradación, el desarrollo, la brutalidad, y entonces nos damos cuenta de que se trata de una novela negra. Como nuestro tiempo. De esas que debemos leer y analizar sus efectos, mirando la realidad, las causas del incendio, las que se ven a diario.
Es la novela de Miguel Ángel Rosique, “Tu corazón, mi venganza”. Debió haberse presentado el 25 del pasado mayo. El mes de las flores. Pero esta pandemia del Covid 19, se lo llevó todo por delante. Se llevó más cosas, además de ésta. Se llevó y se lleva la mirada hacia el fondo del pudridero, que forma parte de ese todo que todavía no hemos visto los que andamos por aquí. La credibilidad. Por eso acudo a esta reseña. Para intentar encontrar la parte que no se ha dicho todavía. La que nos acerca a esta obra, cuyos efectos y acciones forman parte del tiempo ocioso y mal educado de nuestro tiempo. En el que la palabra es “vivir la vida” hoy, ahora. Disfrutar. Esto es importante. Pero entre tanto, Marcial, el niño débil, marginado, el solo sin amigos, excepto uno, huraño y triste, sufre la ansiedad del acoso indecente del grupo vejatorio y machito de los también abandonados, marginados y solos, que por sí se proyectan hacia el nefasto porvenir, desgraciado, ruin, al cabo, por mucho que su esfuerzo deliberadamente fuese brillante, para encontrarse al fin con la inevitable tragedia que marcara su propia vida. ¿Es el sino? Éste no puede modificarse, pero el porvenir sí puede ser mínimamente encaminado si hay algo preventivo.
Nos encontramos ante esa novela, que debería ser leída, aprendida, ensayada y vista su lección para sentencia en los institutos y en las casas, comentándose con objetividad las causas que movieron el hacer de su creación, los resultados. El principio de sus personajes y su personalidad en acción, la de Ángel, particularmente y Anubis, el Dr. Conde. Quien “llegó a la conclusión de que su vida era dura y desgraciada”. Como la de todos. Es la vida. Única y sin otra. O qué se cree la gente, que han de vivir con una miserable paguita y sin esfuerzos, practicando el incorregible desafecto al prójimo, y sin un mínimo respeto. Entonces llega Anubis. El justiciero. El que ajusta las cuarentas, y tiemblas. Pero por todo, la vida no es hacer acopio del abuso por oficio, ultrajando y violando el asunto ajeno. Por ahí, nos encontramos con la otra pandemia, la del asueto que se mira a sí mismo. O con Anubis, más tarde.
Miguel Ángel Rosique, nos acerca con esta, su segunda novela, al trágico mundo del acoso, tan practicado y llevado a límites extremos hoy, en nuestros excéntricos y exacerbados días de la irresponsabilidad educativa, nos acerca a esa maldad ‘humana’, que abarca y arruina vidas inocentes para todo su porvenir; nos pasea por un drama que elogiosamente vemos y oímos cada día. Sin valores. En el que, el ocio, la educación, la cultura, el significado del abuso, su visión de vida, el de todo el devenir o el de todos, necesita ser sometido a una seria y profunda revisión en mesas redondas. Donde, seriamente, nos encontremos y queramos encontrarnos con nosotros en nuestro lenguaje, aprendiendo, quizás, de los fracasos, para ser felices; quizás, leyendo algunos libros en las bibliotecas, que están solas. Como nosotros. Ya que la vida, quizás, esté hecha para otra estrategia, o para verla un poco en la forma en que nos la presenta Mafalda, la niña tan infantil e inocente, en esta conclusión: “No será que cada vez hay más gente en este mundo, y menos personas”.
Persona, sí, se puede ser con pan y cultura. Esto lo encierra todo. El resto va de su mano. Anubis, puede ser el anhelado indeseable salvador. Pero antes de que llegara éste, hubo acciones, hechos despreciables, conductas, comportamientos, padres, educación y ausencia de afectos y sensibilidad. Una sociedad, un cúmulo de mundos, un sistema que por costumbre y comodidad miraba hacia la otra parte irresponsablemente, y allí, viviendo la vida con alegría, se nos fue todo, sin privarse de lo mínimo imprescindible y sin esfuerzos, sin guardar las distancias estaban todos mientras llegaba la catástrofe. El fin y, “Jaque mate”.