Con esta novela, Rafael Raya Rasero, nos arrima ciertamente, al enorme drama que fue la guerra civil de 1936, y la trama de personajes y hechos acaecidos en nuestros pueblos del sur de Córdoba, y la situación del ir y venir a pasajes históricos que aún dañan la memoria, como consecuencia de aquellos íntimos acontecimientos. En “La mágica pelliza de Carlos Marx”, (Asademes Ediciones, 2007), nos presenta a Frasquito; campesino labrador y vecino de la ciudad de Montilla, que se verá acompañado de una raída y misteriosa pelliza que, le servirá de abrigo y alivio de la constante tos que le tortura su ajada existencia y le hace quejarse mientras dice: “me pondré esta vieja pelliza que tengo desde hace tantos años”.
Este Frasquito, personaje central de nuestra novela, nos relata profusamente en primera persona, aquellos acontecimientos del salvajismo bélico y ruin acaecido en su pueblo de Montilla y la comarca sureña de aquel cielo cordobés, durante y después de la sublevación militar, que nos llevó a la desastrosa y terrible guerra civil, con sus consecuencias irreparables de exilios, persecuciones y asesinatos por doquier, derivados de los odios enquistados y abusos inhumanos de todo tipo ideológico, causados siempre por este ser humano deshumanizado que nos habita. Aferrado a su memoria nos relata aquella terrible ilíada, con el sentir sufrido de los daños y males irreconciliables de la época y sus venganzas íntimas.
Frasquito y el escritor, que quiere sonsacarle aquellos entresijos, tienen sus controversias, al tratar de poner cada cosa en su sitio, sobre aquella contienda cargada de crímenes y odios enraizados. Los que Frasquito sufrió en sus carnes, como persona real, por ambas partes y que, como buen pacifista, los observó y vio; y, cuando los piensa, se para, se demuda y su expresión de rostro está llena de dramática congoja, y sus ojos arrojan negros cañonazos de tristeza, que lanza a la cara del escritor que le entrevista. Y entre ambos, se nos va relatando aquel sangriento sufrir en los pueblos de la comarca cordobesa, polarizados y sobrevenidos de abusos incesantes y el legítimo empuje por la conquista de libertades y justicia social y, cuyo baño de sangre no necesitamos describir, por sus horrores y penurias.
Esta novela está inspira en esos hechos radicalizados y recordados ahora por este personaje, defensor a ultranza de la legalidad, y discrepante en los sucesos abusivos que vio y observó; con el único deseo de que no vuelvan a suceder y la paz de los hombres reine como realidad en sus pueblos, habitados por la armonía y la concordia. Ya que los hechos fueron la ruina absoluta del absurdo humano. De los unos y los otros de la vieja historia, ya en desuso, y sin embargo, lamentablemente viva a todas luces, sobre el horizonte. Toda la comarca del sur cordobés, se encierra en esta obra con aquellas circunstancias bélicas, arrastrando a hombres y mujeres con su desastre. ¡Qué asombrosos detalles se vieron! Y que además, sucedieron en muchos lugares del país.
Este libro de Rafael Raya, conecta con otro, “El hombre del saco”, de Antonio García gallego, de semejantes avatares bárbaros, pero concerniente a nuestros pueblos sevillanos, ¿qué más da? Entroncando ambos con otro, “Miserias de la guerra”, de Pío Baroja (1872 - 1956); en este caso testigo presencial de aquella locura nacional. Precisas serán estas lecturas para conocer estragos y vivencias de aquella desgraciada cosecha y no caer en tentaciones paranoicas ni romanticismos absurdos del ridículo. No sé si a base de lecturas y libros entenderemos un día nuestra idiosincrasia, y que el hombre no ha venido a este mundo para ser explotado por ninguna dictadura ni tiranía de ningún manipulador de hombres. Sabiendo que las guerras, son eje de los odios y las miserias más despiadadas desde muy antiguo. Ya lo dijo el más grande de los grandes hombres que fue y es pilar básico de nuestra civilización, “La guerra es un negocio”. Quien definiera también qué es el amor. Viejas tradiciones del hombre. Sin embargo, parece que seguimos trabajando para las guerras y el desamor.
Pero sigamos con Frasquito, que vino a nacer en 1908. Felicísimo, como todo ser humano. Aunque otra cosa será lo que hagamos de él. Ya tiene años de experiencia e historia como para hablarnos hasta de la modernidad, que lo trajo a Sevilla en visita a la Expo 92, y donde nos hablará sobre Carlos Marx y sus postulados engañosos en su propuesta de imposible sistema, “al crearse en su seno clanes de privilegiados”, y he ahí la clave enferma del asunto, no la doctrina. Sino el hombre y su avaricia, como siempre, de rebosantes ansias de poder. Donde el poder vuelve al poder y el hambre al hambre, aunque cambiemos de señor. Ya sabemos qué es el autoritarismo y la anarquía. Preciso será velar por ambos extremos. Que de forma inteligente, quizás sea lo que viene a decirnos Frasquito, que además, nos mostrará con el escritor, que lo lleva y lo trae del desencanto a las ilusiones, un misterioso catálogo de referencias históricas y culturales que conciernen científicamente al ser humano en su tambaleo de circunstancias mundiales, desentrañando enigmas, cuando menos, curiosos, con el asunto de las pirámides de Egipto y esta raída pelliza, Engels y los matices filosóficos de la historia, fraguada por las civilizaciones mundanas.