Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

El Erudito de Emilio Morales

Ubicamos nuestra historia en la comarca de Lora del Río y sus aledaños. Un pueblo no muy grande, pero tampoco chico.    

Tomo el libro esperando una lectura que me abstraiga y saque del sonrojo en que este tiempo me tiene acostumbrado. Pero su historia me seduce nada más encontrarme con el muerto. Hacía interesante su comienzo. Su desenfadado énfasis y entonación me substraían sobremanera. La sencillez con que el hombre enfrenta lo bueno con lo malo, haciendo que la vida vaya abriéndose su hueco y porvenir. Nos encontramos ante un paisaje costumbrista -dicen-, que conozco medianamente; esto me entusiasma para entrar ilusionado en sus detalles mínimos. Empieza a parecerme de una grata lectura de andar por casa, reforzada con entresijos de seductor tono científicamente detallado.

Fascina ese lenguaje que mezcla trama y ciencia, con investigación y deje de comarca, a propósito para un desenlace venturoso bien urgido en su transparencia. La antropología no es mi fuerte. Pero la Vega sevillana y la Sierra norte, me vienen tan de niño, que la lectura de esta novela de Emilio Morales Ubago, (Guadalturia Ediciones, 2016), me sobrecoge. Bueno, -me dije, después de varios capítulos y enterrar otro difunto-. Aquí pasa uno de un muerto a otro, como de caballito a caballito en el tío vivo de la feria. Hay coraje y misterio -pensé-. Lo trágico está asegurado. Su autor nos lleva con entusiasmo por el hilo de la historia con irrefutable intriga. Desentrañando los entresijos del primer tercio del siglo XX, tan  históricamente apasionado hasta su mitad, esclareciendo con persistente desafío “su desencanto por suponerse tuerto en el país de los ciegos, donde hoy por hoy de ninguna de las maneras se es rey.”

El hombre busca oportunidades por doquier. “El alma, cuando sueña –escribe Addison-, es teatro, actores y auditorio.” La representación de lo que puede ser real o imaginario. Así, la trama de esta novela me sugiere que es tan visible como sus actores. Nos lleva por las miserias invisibles de la avaricia humana, tan de moda siempre, y tan tapada. En la que un libro perdido, puede ser la clave que nos descifre el móvil de quien ha sido ya trasladado al campo santo. Autoría que se desgrana por inductores hilos de entrelazados personajes. “-Vargas entregó la memoria de este pueblo al pobre Gonzalo.” Sentenciando un estado de intranquilidad. “-Y con ello -remató el sargento Larraz-, tal vez le entregó además su propia sentencia de muerte.”

Por este intrincado drama de sucesiones y sucesos, nos lleva hasta los bajos fondos del deshielo de nuestra propia historia, congelada siempre, a la hora de afrontar decisivas y necesarias medidas de bienestar social. Pasos que fueron de honradez escasa, aunque tampoco faltó quien lo intentara. No falta certeza en dilucidar ineficacia y desacertadas vanidades. “Disfrutamos o sufrimos las consecuencias de los actos de generaciones pasadas,” necesaria verdad aunque sea novelada, que avoca y une, por historia la antigua “Desamortización Española.” Sueños no logrados, entre sus puntitos de tensión y sus cocodrilos, dando inquietantes sobresaltos. “-Por cierto. ¿Recuerdas alguna ocasión en la que yo te haya hecho caso?” No es heroísmo, pero verse encañonado por una escopeta, aunque no esté cargada, impresiona tanto como un cocodrilo con la boca abierta en el pasillo, cuando vuelves del servicio a la cama.                        

En todos los tiempos hubo enamorados de lo ajeno, quienes saben hacerse ricos de forma ¿milagrosa?, y en poco tiempo. Esta novela nos desentraña una modalidad malvada, que se presenta muy de tarde en tarde, por fortuna, pero que cuando llega no falta quien la aprovecha, haciéndose rico, mientras muchos se quedan arruinados. Natural. Riqueza, sólo hay la que hay… Nuestra fraguada historia nos deja en vilo el corazón, que se interpone en su bien relatada acción de la intrepidez humana. Antiguamente se decía “mejor pobre y honrado”. Mejor tener la conciencia tranquila que sentirse “a toda la Guardia Civil y a la Policía Local” pisándote los talones. Todos buscaban el libro. “Pero según ella –la Sueca- los ideólogos solían acabar en la cárcel o pobres como ratas.” Esto es verdad, en este país moderno y democrático, y considerado erudito, todavía. Mientras quienes arruinan a los muchos, campean a sus anchas, por el barrio.          

Leyendo esta obra, se da uno cuenta de que no hay libro sin enseñar una cosa nueva. Algo que se busca, se encuentra y ensancha el espíritu y se agradece. Que en toda Biblioteca y archivos, puede encontrarse, aparte de buen entretenimiento, bellos hallazgos para sorprendernos. Incluso a entusiasmar y convertirnos en pequeños delincuentes. Pero esto no es nada, donde hay muchos. “con el libro en mi poder sentía una irrefrenable necesidad de salir de allí y…” Es lo que debe sentirse tras el valioso encuentro.    

Pasan cosas tan singulares en esta novela, que dan pie para pensar que ningún anciano pueda sentirse seguro ni en su casa, aun cuando quienes le visiten inspiren confianza oficial. Con delicado lenguaje se va desenredando la madeja tras las tapias de los desmanes y entresijos de despiadados personajes que animan el entramado. Bien distribuida y documentada nos lleva esta obra con entusiasmo al feliz desenlace, a orillas de épocas complejas de guerra civil y postguerra, con sus entresijos y rescoldos de resentimientos, temores y beneficiados con benefactores, propio de nuevos y lucrativos adquirientes en sustanciosos desmanes del erario público. Pero era noche de Reyes Magos, y el paso por las calles adolecía de dificultades obvias. Sin falta de magia y euforia infantil, espontánea y llena de ocurrencia inofensiva: “-¡Ha venido Melchor y un page vestido de verde! –le oímos chillar alborozadamente.” Y todo había acabado.