Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

La trampa circular

José Antonio Rodríguez

"Necesitamos que nos presten dinero hasta para pagar las prestaciones por desempleo, los sueldos de los funcionarios, la sanidad y la educación" (sic) Mariano Rajoy Brey. Este lacónico y catastrófico balance de situación sirvió de justificación, al Presidente del Gobierno, para disponer nuevas restricciones que suponen otra evidente agresión social. Pero que, a la luz de su revelación, se entienden tanto inevitables, por circunstancialmente obligadas, como insuficientes para reconducir el crítico trance. Amén de discriminatorias.

Son ineludibles porque si, considerados de forma individual, la generalidad de los españoles no están quebrados. Como Estado, España es una colectividad cerca de la bancarrota, que no puede hacer frente a sus obligaciones económicas sin la financiación europea-internacional que le llega a través de la colocación (venta) de las emisiones de deuda pública. Ésta, es la fina e inestable línea que nos separa del impago nacional y del camino griego. Y sin cumplir la indicación del suscriptor del empréstito, de sujetar el déficit para viabilizar el pago, la suscripción es prácticamente imposible.        

De esta suerte, divagamos precipitados en una perniciosa trampa circular: Sin ajustes, para reducir el déficit (minorando el gasto público e incrementando los ingresos), nos abocamos a la suspensión de pagos. Pero con ellos, se empobrece la sociedad, flaquea el crecimiento y por ende los recursos del Estado.  Requiriendo más ayuda externa. Así, otra vez a empezar. Y a cada vuelta de tuerca de la prima de riesgo, añadiendo condiciones económicas recesivas, hasta llegar a la depresión.

También son ajustes imperfectos y discriminatorios, porque aceleran, según el vértigo de los acontecimientos, la curva descendente del crecimiento económico, a la par de la ascendente del desempleo y levantan conflicto social. Gravando casi exclusivamente al sector privado, que ya venía mutilado por las sucesivas subidas impositivas, un desempleo creciente del 25%, inexistencia de crédito circulante y progresiva e insistente disminución de la actividad mercantil.

Pero no abordan, salvo medidas tímidas, incompletas y diferidas, la disminución del armazón orgánico del grueso sector público, cuando su tala debiera ser inmediata y resuelta, a sabiendas de que es económicamente insoportable en su actual configuración. Como no sea para emboscar provechos políticos. Y es que la sociedad está inmolándose por el maleficio de una partitocracia inaguantable y opresiva.

Consecuencia de lo anterior es la acentuación de las protestas sociales, que predicen un inédito, hasta el momento, desgaste del Gobierno. Este descontento alienta el desarrollo de los extremismos. Que sólo aportan merma democrática e imposibles aventuras retrogradas, de colorido azul oscuro, por una parte, y la misma oscuridad en rojo, por la otra.

Y si recordar, continuamente, cómo hemos llegado al alero, resulta tarea improductiva para encontrar la salida al laberinto en el que giramos. Tampoco sobra reseñar que los damnificados, tienen clara consciencia de quiénes son los principales responsables del entuerto. Porque atendiendo a la última encuesta sociológica del CIS sobre intención de voto, trasciende que aunque la oposición socialista persigue desengancharse, en la memoria colectiva, de su autoría en el endeudamiento público, trasfondo de esta emergencia, los ciudadanos no olvidan. De ahí la incapacidad del PSOE para atraer votos. Pese a las muy adversas circunstancias para el Gobierno, la utilización de altas dosis de demagogia y un irresponsable discurso populista; para obtener rédito político.

Por todo, es la penúltima, si no la última, posibilidad del Gobierno y del partido que lo sostiene de mantener la preferencia de los que en él confiaron. Y en nada ayuda su torpe política de comunicación, contrasta la peligrosa locuacidad de algunos ministros, con el desesperante silencio del Presidente en asuntos transcendentales, véase la reforma del inasumible modelo autonómico. A partir de ahora, no le bastará con repetir machaconamente que el Ejecutivo salvará a España, aún a precio de quemarse en la misión. Debe entender que no cabe una renovación de salvación nacional, pidiendo estoicismo a la población, pero operando con subterfugios y tibieza en otras parcelas, especialmente la pública.

En suma, sin rectificaciones, naufragamos a la deriva en una embarcación cuya derrota es girar con indefinición, hundiéndonos sin avanzar, porque la oficialidad (CCAA), se ha amotinado contra el capitán (Gobierno central); una parte de la tripulación (PSOE), sabotea a la otra (PP); y el que tendría que ser el remolcador (UE), no hace sino aumentar lastre.

 

José Antonio RodríguezLicenciado en Derecho. Asesor jurídico

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