Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Huida al pasado

José Antonio Rodríguez

 Opinar sobre el devenir político presenta, entre otras, dos peculiaridades. Una, bastante frecuente, correr el riesgo de hacerlo de forma interesada equivocando subjetivamente el análisis y, en consecuencia, desvirtuar el comentario, terminando por aventurar algo que finalmente no sucede. Otra, procurar no influir, premeditadamente, en el lector para que adopte una determinada posición, al menos es mi caso, aspirando a que la opinión responda, simplemente, a la finalidad de exponer el propio parecer sobre algún aspecto de la actualidad política. Porque esta resulta, a veces, expectante, inquietante o indignante (término que tan reivindicativo sentido tiene ahora).

Posiblemente concurran los tres rasgos (expectación, inquietud e indignación), en el proceso para la selección del candidato, por el PSOE, a presidente de Gobierno en las elecciones generales que, teóricamente, han de convocarse en marzo del 2012. Todo comenzó con la comunicación del, todavía hoy, presidente Rodríguez Zapatero de no presentarse como candidato, (no sin antes, y como es habitual en él, sembrar, improductivamente, la incertidumbre al respecto). 

Las elecciones del 22 M se vislumbraban desesperanzadoras, para el partido del Gobierno, incluso por los más adeptos; con excepción hecha del presidente, refugiado ya en una realidad paralela. Aún así, o por esto, comenzaron los movimientos sucesorios en el PSOE, perfilándose claramente dos candidatos. Zapatero como en una partida de ajedrez jugada a la defensiva, optó por enrocarse en el Gobierno; señalando, tácitamente, como su candidata predilecta a la ministra Chacón. Fiel continuadora de la que él entiende como política social y de progreso, pero que tan ancho y hondo daño ha causado.  El otro candidato, Rubalcaba, representa a la vieja guardia del partido, identificable con un pasado que viene desde el felipismo y en las primarias del año 2000 apoyó a Bono, pero ganó Zapatero. Concentra, el favor, de la mayoría de los miembros del Comité Federal, que tal vez ven ya al presidente como la peor amenaza para el PSOE.

Hasta aquí la expectación con la que afrontamos la escena sucesoria, antes de los comicios del 22 M. Con estos, aquella cambia con tanta rotundidad y celeridad como profunda es la derrota del partido socialista. Los llamados barones, miembros de la ejecutiva federal, depuestos en los gobiernos regionales por las urnas, acusan a Zapatero y su entorno del revés; haciendo correr el lema, -hasta aquí hemos llegado-. Ahora es cuando la expectación combina con la inquietud; Rubalcaba, como en un golpe de palacio, de otros tiempos, parece que aprovecha la desolación y convence a los barones que desafían los residuos de la autoridad de Zapatero, advirtiéndole de la realización de un Congreso extraordinario, (que significaría su final anticipado), si no persuade a Chacón para que retire la candidatura.

 La comparecencia de la ministra ante los medios de comunicación, reviste el predominio, en solitario, de la inquietud; entendida como preocupación. Cuando la candidata anuncia, por un lado, el apartamiento de la carrera sucesoria, y por otro, que la decisión responde a preservar la estabilidad del Gobierno, dando a entender que la unidad del partido peligra, si no renuncia a sus aspiraciones. Rubalcaba ha vencido, internamente, una vez más; su candidatura ya es, prácticamente, la única. Ante el desastre electoral, el PSOE ha decidido una huida del partido al pasado, persiguiendo corregir y, en todo caso, minimizar el previsible nuevo fracaso en las generales del 2011 o 2012.

Sin embargo, Rubalcaba avezado táctico y estratega político, puede ser un intento de solución, un alivio de luto electoral. Pero con él, y aquí toca la indignación, el PSOE antepone claramente sus problemas a los de la sociedad española, ahondando en la disociación entre partido y ciudadanía, en perjuicio de esta. No se requiere una especial perspicacia, para aseverar que con Rubalcaba y su núcleo duro: Blanco (oportuno superviviente), Cháves, Jáuregui, Trinidad Jiménez y Salgado; llega el encastillamiento del PSOE en la confrontación con el PP, (con el temor de que, esta, se extienda como consigna hasta el último consistorio). Pero careciendo de un programa económico solvente, (porque si lo hay y permanece inaplicado, estaríamos ante la mayor traición al interés colectivo), la desfasada jerarquía socialista no supone ninguna respuesta para el administrado, al contrario, deteriora aún más la situación general.

El PSOE, con esta actuación, olvida que sus avatares no pueden, egoístamente, determinar la política del Gobierno del Estado. Desoye el mensaje que el pueblo español le ha dado, en este sentido, el 22 de mayo; perdiendo un precioso tiempo, hasta las elecciones generales y equivoca el culpable de la debacle, al identificarlo con el PP; cuando debiera hacer una reflexión profunda, que desemboque en una regeneración, probablemente mediante un Congreso extraordinario. Atinaría si pone una nueva cara ante el electorado, en unas elecciones convocadas sin dilación, un candidato que prometa y se comprometa a que después de ellas, con independencia de cual sea el marco postelectoral, consensuará con el PP las básicas, necesarias e inaplazables reformas que han de realizarse, so pena de que, dolorosamente, nos sean impuestas.

Es predecible que los electores sabrán reconocer la solidaridad y colaboración, premiándolas; dado el contexto actual. De otro modo, los españoles se merecen un partido en el Gobierno que no huya al pasado, abandonándolos en un caótico presente.

 

José Antonio Rodríguez

Licenciado en Derecho. Asesor jurídico

 

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