“Tu llegada allí es tu destino. Más no apresures nunca el viaje. Mejor que dure muchos años y atracar, viejo ya, en la isla, enriquecido de cuanto ganaste en el camino”.
Sólo el nombre ya anuncia el aroma de sus versos sublimes en quienes lo conocen, invitados ahora a saborear esta edición exquisita de Nórdica Libros. Y para aquellos que aún no han disfrutado de tan exquisito poeta puede surgir la tentación y curiosidad, esa oportunidad de descubrirlo y así saborear el poema mítico ÍTACA de Constantino Petros Cavafis (1863-1933), poeta de universos, figura fundamental de la lírica griega del siglo XX. Nacido en Alejandría (Egipto), donde pasó la mayor parte de su económicamente estrecha existencia material.
Exigente y crítico implacable, prisionero inquieto y nostálgico de su propia heterodoxia, rechazaba los valores tradicionales del cristianismo, la ética heterosexual, el nacionalismo y el patriotismo. Publicó poco durante su vida, creó un estilo tan personal rico y sustancioso venero por el que mana todo ese poder de sugestión que poseen sus versos, donde belleza y profundidad, junto con una insobornable crítica talla una escultura colosal con la palabra pacientemente hasta alcanzar la alta cima del conocimiento de la antigua Grecia, cuyos mitos y clásicos le dotan de un estilo muy personal, solemne que se funde con el griego de la calle y el mito de los dioses, que dialogan y se confunden entre el trajinar diario por la ciudad imaginada imprimada de nostalgia.
La obra de Cavafis comenzó a conocerse fuera de Grecia a través de las referencias del estudio de E.: Foster sobre Alejandría, la ciudad amada dentro de su laberinto, donde los elegidos viven mezclados con la vida cotidiana. Desde 1930 su influencia fue importante no sólo en los jóvenes griegos, sino también en escritores extranjeros, siendo a partir de entonces cuando su fama se multiplica, recibiendo un nuevo empuje con la publicación del Cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrel. En castellano no todas las traducciones han sido acertadas, algunas de ellas procedían de otros idiomas por traductores que desconocían la legua del gran lírico, esto fue usual con otros poetas rusos y alemanes especialmente. La vida reflexiva siempre necesitada de nostalgia y metáfora del callejear contemplativo y soñador.
Tenemos, para no andar a ciegas en su ensoñado viaje a Ítaca el inconformismo y compromiso con el dictado de su ser crítico: la idea y la palabra para tallar el verso y logro del poema Cuanto puedas:
“Aunque no puedas hacer tu vida como quieras, / inténtalo al menos / cuanto puedas no la envilezcas / en el trato desmedido con la gente, / en el tráfico desmedido de y discursos.”
“No la envilezcas a fuerza de trasegarla / errando de continuo y exponiéndola / a la estupidez / cotidiana / de las relaciones y el comercio / hasta volverse una extraña e inoportuna.”
Dueño de sereno acierto del universo clásico, meditativo observador del colosal y comprometido valor de lo clásico, sus versos, expone Vicente Fernández González, prologuista de esta rica edición que. “El viaje a Ítaca” no es el viaje del regreso, no es el viaje de vuelta, es un viaje de ida, el primer viaje, (...) La lectura de Ítaca invita a la reflección, a la consideración de que no se trata de cualquier viaje. ¿El viaje a la libertad? ¿A la utopía? ¿La Ítaca de los deseos?” Extrañas preguntas en estos tiempos que vivimos, tal vez por ello cada día más necesarias, aunque sea solamente una utopía minoritaria.