Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Subvención

Acerté a pasar el domingo 5 de octubre a las 13 horas por la plaza de las Tendillas de Córdoba, que es algo así como la plaza del pueblo, de un pueblo gordo, pero pueblo, en la que se le toma el pulso a lo que pasa en la vida urbana. La plaza estaba de bote en bote participando de un concierto al aire libre de la Orquesta de Córdoba en defensa de ella misma, ya que, debido a la crisis, la Junta de Andalucía, que es quien la financia, ha decidido suprimir tal ayuda, con lo que la Orquesta de Córdoba puede irse al carajo si la Administración autonómica no reconsidera su postura.

Al pasar al lado del puesto de firmas que había en la plaza, una señora, muy amablemente, se dirigió a mí sugiriéndome que firmara para que no se suprimiera la subvención. Le dije que no quería firmar, ante lo cual la mujer manifestó su extrañeza y me preguntó si acaso no me gustaba la música. Le dije que muchísimo, pero que no me parecía adecuado imponer a todos los ciudadanos, vía impuestos, el mantenimiento forzoso de una serie de músicos y sus actividades puesto que habrá ciudadanos que no deseen que sus dineros vayan a este fin sino a otros más perentorios o sencillamente, que se les cobren menos impuestos, de modo que el que quiera una Orquesta de Córdoba, que la pague mediante una asociación destinada a tal efecto.

La señora me dijo que ella era partidaria de suprimir las subvenciones a los sindicatos, partidos políticos y empresarios, a lo cual le respondí que yo también, y no solo a eso, sino a toda la mamandurria de chupópteros que viven de la subvención, a todas esas sanguijuelas que terminan disfrutando individualmente el dinero que todos los ciudadanos, vía impuestos, se ven forzados a entregarles injustamente mientras el resto de los ciudadanos se tienen que sacar las castañas del fuego a puro güevo.

La señora no parecía muy convencida con mi alegato y me dijo que en Europa se potencian todas las orquestas y asociaciones musicales, a lo cual le dije que en Europa todas esas asociaciones están pagadas con fondos privados por quienes tienen pasión por la música o quieren sacarle un rendimiento económico, en unos países con muchísima mayor formación musical que por tanto saben apreciar este arte. Añadí a la señora mi opinión personal de que se fomentase en nuestro país el amor a la música dándole más importancia en la educación primaria y secundaria, lo cual es bien distinto a pagar una orquesta con dinero público, esto es, sangrando indiscriminadamente a los ciudadanos.

Como vio que no me convencía, la señora empezó a prestar más atención a otras personas que pasaban y se puso a pedirles la firma. Me di cuenta de que ambos nos habíamos dicho todo lo que teníamos que decir, por lo que amablemente me despedí de ella.

Las Tendillas seguía abarrotada y en el escenario, los músicos de la Orquesta de Córdoba seguían su concierto en pleno domingo caluroso, a pesar de estar en octubre, sudando la camiseta para sacarse las castañas del fuego, cosa a la que no están acostumbrados, viviendo como han vivido siempre de la pasta gansa.

Cuando volvía a casa me vino a la memoria el caso del teatro El Jardinito, de Cabra, inaugurado en 2008 a bombo y platillo, que algunos creyeron entonces ser poco menos que el Teatro Real y actualmente está medio cerrado por no dinero el ayuntamiento para  mantenerlo, después de unos años en los que cuando, esporádicamente, había alguna obra de teatro, el resultado económico era ruinoso pues la gente de Cabra solo iba al teatro si el ayuntamiento le regalaba la entrada. En torno a la cultura hay demasiado gorrón, demasiado amigo del dinero público, o sea, ajeno.

Curiosamente, la señora de las Tendillas recogía firmas en vez de donaciones, porque todo el mundo está dispuesto a firmar, pero apoyar económicamente es otro cantar; eso que lo haga papá-Estado; claro, con los impuestos de todos. Me gustaría saber cuántos de esos defensores de la Orquesta de Córdoba que con tanta convicción firmaron para que la Junta de Andalucía les siga insuflando dinero público estarían dispuestos a rascarse el bolsillo para sacar ellos adelante a la citada orquesta.

El mecenazgo cultural debe ser privado, debe salir del pueblo, no de la Administración. Debe ser la sociedad civil la que con sus propias energías diga si quiere tal o cual manifestación cultural y se responsabilice de sacarla adelante sin que en ello medie la política. El episodio de la Orquesta de Córdoba es un claro ejemplo de mala salud de la sociedad española, en este caso andaluza o cordobesa.

 

Antonio Moya Somolinos

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