Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Bioética básica 1

Algunas ideas para empezar

Me propongo llevar a cabo unas colaboraciones breves exponiendo algunas cuestiones sencillas de bioética con la finalidad de no abrumar al lector y a la vez exponer lo mínimo que creo que hay que tener en cuenta si se quiere tener una conversación sobre este tema con un poco de rigor.

Lo primero a considerar en la bioética es que se trata de algo que nos afecta a todos. No es una cuestión solo de científicos o solo de moralistas. Nótese que hablamos de “bioética”, no de “biomoral”, ya que aquí no venimos a plantear cómo ve las cuestiones la Iglesia Católica o cualquier otra confesión religiosa con su respectiva moral, sino cómo debemos verlo cada uno de nosotros en nuestra condición de seres humanos, y por tanto, capacitados para saber racionalmente qué es adecuado, y qué no lo es, a nuestra perfección como hombres (al mencionar la palabra “hombres” me estoy refiriendo, por supuesto, a varones y mujeres conjuntamente), independientemente de la religión que tenga cada uno, aunque obviamente, quien tenga una religión verá estas cosas con más claridad, ya que el hombre, por naturaleza, es un ser religioso, y la práctica de una religión ayuda a valorar más el valor de la vida.

Antes de entrar a tratar la bioética, entiendo que debe hacerse, en los tiempos que corren, un ejercicio saludable de desintoxicación de clichés, tópicos, sambenitos, prejuicios y demás especies. Conviene tener la mente lo más libre posible de estos elementos contaminantes. Conviene hacer un acto sincero de búsqueda de la verdad. Y dentro de esto, conviene abrirse a la verdad que suministra la ciencia sobre el estudio de la vida, sin ideologías que la tiranicen desde mentiras previamente fijadas.

Para adentrarse en la bioética hay que dejarse en la puerta—pero fuera—los complejos, lo mismo que los eufemismos, si no se quiere terminar siendo utilizado por la dictadura de los más fuertes, ya que en principio se sobreentiende que no queremos caer en la dictadura de nadie, sino en manos de la verdad que libera.

Pero ¿se pueden plantear límites a la ciencia que estudia la vida? No solo se puede, sino que se debe, como en todos los ámbitos de la vida, en los que la ética debe estar presente. Voy a plantear una cuestión un poco burra, pero que se entiende. Se la planteo a cualquier varón:

─ ¿No es verdad que cuando llevas a cabo el acto sexual con tu mujer lo haces de manera distinta a si lo hicieras con una prostituta? Es lo mismo, pero no es lo mismo. ¿No es verdad que tú y tu mujer os comportáis durante el acto sexual de manera distinta a como lo hacen, por ejemplo, un caballo y una yegua? Biológicamente los mecanismos serán idénticos, pero no es lo mismo. Convendrás conmigo en que no todo lo que se puede hacer se debe hacer, o que no todo lo posible se puede hacer.

En bioética pasa algo parecido. La ciencia no es un dios al que servir incondicionalmente. Si la ciencia no es guiada por la verdad sobre lo que es el hombre, queda desnortada y termina atacando al hombre en vez de servirle. Hay conocimientos que vale la pena no llegar a saberlos por el alto precio humano—chantaje—que hay que pagar y porque esos conocimientos no sirven al hombre, sino que lo esclavizan. De la misma manera que un buen marido no tiene necesidad de asomarse a un burdel para adquirir nuevas experiencias que le enriquezcan, no es contrario a la ciencia prescindir de experimentar determinados asuntos si de ello se deriva un daño humano.

Por último quisiera plantear en esta introducción la cuestión de la disyuntiva sobre la legalidad o la justicia. Evidentemente hay que optar por la justicia, que es virtud. Las leyes estarán de enhorabuena si son justas. Si no lo son, solo tienen de leyes la apariencia, porque en cuanto a su esencia dejaron de serlo en el momento en que dejaron de servir al hombre apartándose de lo justo.

Seguiremos comentando temas individualizados en próximas colaboraciones.

Antonio Moya Somolinos

Arquitecto

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