Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

¡Quién me lo iba a decir!

Hace doce años dije que acababa de vivir algo que no había vivido jamás y que muy difícilmente volvería a vivirlo, se trata de la victoria de la selección española de fútbol en el mundial de Sudáfrica. Lo cierto es que es algo anecdótico, cada cuatro años España tendría la posibilidad de intentar volver a ser la campeona, por muy complicado que eso sea.

Y digo que es anécdótico, porque lo que jamás pensé, ni en mi época juvenil más febril, era que yo iba a vivir una pandemia sanitaria que provocara tantísimas muertes y que nos obligara incluso al confinamiento. Pero así ha sido, vivida y felizmente superada, por ahora, por toda mi familia.

Y por si fuera poco, desde hace 11 días también estoy viviendo algo insospechado, y es la guerra desatada por Rusia, que ha empezado por Ucrania y que puede llegar a convertirse en la mayor catástrofe jamás conocida.

Yo que pensé que había tenido la suerte de haber nacido en una época de prosperidad donde, tras nuestra guerra civil y la II guerra mundial, la humanidad había aprendido que ese no es el camino. Las guerras que en el mundo se producían nos pillaban muy lejos, excepto la de los Balcanes, que aunque fue la primera televisada, no se sentía el riesgo de ataques nucleares, ni de que las grandes potencias entraran en acción bélica desaforada. Las guerras en el oriente venían más por hacerse con el petroleo que por conquistar tierras, donde además la religión de los ultras jugaba y juega anacrónicamente en este mundo globalizado y multirracial.

¡Quién me lo iba a decir a mí! Veo que no me voy a librar de nada, a pesar de que las tecnologías han dado un salto tan enorme en nuestro mundo y de creernos tan inteligentes por ello, volvemos a mostrarnos ante la historia como verdaderos animales poco evolucionados. Y lo peor de todo es que como esta guerra siga extendiendo sus alas, veremos, por más que nos asuste y nos duela, una guerra con armas nucleares que pueden hacer que nos extingamos. Así de duro y cruel es, y lo que tengo más que claro, es que para una guerra así ni nosotros ni nadie está preparado, tal y como nos ha pasado con la pandemia.

A pesar de todo confío en que triunfe la cordura, que de una manera u otra Putin tenga un mínimo de lucidez mental y comprenda su inmenso error. También deposito mi confianza en China, que espero, a pesar de su régimen político, siga siendo neutral y respetando al mundo que la hecho una gran potencia. Quien me genera unas espantosas dudas es el de Corea del norte, que en su narcisismo mental no quiera ser actor principal en este conflicto por la cuenta que nos trae.

En mis clases enseño a mi alumnado que el ser humano siempre ha sentido una especial sensibilidad por lo que hoy conocemos por las bellas artes, y les hago un recorrido vertiginoso por la historia de esas artes. Pero antes de empezar siempre les hago una pregunta: ¿somos los humanos de hoy día más inteligentes que los de épocas muy pretéritas, como los prehistóricos, los egipcios, griegos o romanos? Lo normal es que me contesten que por supuesto que sí, es la percepción que los adolescentes tienen de sí mismos con todo su desconocimiento de la historia. Siempre hay alguien que me dice que igual, más que por convencimiento, porque intuye que la pregunta va con retranca. Me piden mi opinión y siempre les digo que ya la conocerán conforme avancemos en el conocimiento de lo que supusieron esas culturas y de lo que nos aportaron. Cuando conocen las genialidades que se hicieron en esas épocas con los pocos recursos de que disponían van cambiando de opinión en lo de que ahora somos más inteligentes. La semana pasada, estuve tentado de volver con la pregunta después de los gestos contra la guerra que desde el instituto se están haciendo, pero no lo hice, no era el momento, quizás la evidencia de que nuestra inteligencia no ha cambiado en siglos y siglos los podría hacer más vulnerables. Sabremos ahora más, entre otras cosas porque generaciones anteriores se preocuparon de enseñárnoslo todo, a ellos nadie les enseñó, lo tuvieron que ir descubriendo, inventando, precisamente con esa inteligencia que hoy despreciamos.

No enterramos a Ares o a Marte, tanto da, y ahora se han abducido en Putin y toda su camarilla. Ojalá esto salga bien y hagamos definitivamente el entierro de los dioses de la guerra.