Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Amar el CO2

No porque en febrero se encuentre el día de los enamorados hay que amarlo todo, pero hay personas para todo y, entre ellas, quienes aman lo que expulsamos al respirar. En una primera redacción de este artículo, había enumerado algunos de los argumentos esgrimidos por quienes sienten amor por el dióxido de carbono (CO2), pero, después de leerlos, me han parecido tan ridículos que he decidido borrarlos. Por ejemplo, uno de ellos afirma que el CO2 no es en realidad un gas de efecto invernadero o que sencillamente no lo causa, lo que, dicho sea con afán de aclararlo, es falso. Esto tiene relación con esa moda de dudar de lo científicamente comprobado, como un dogma de la nueva Edad Media que se avecina o que se está iniciando: la Tierra plana, la homeopatía como medicina o, como ya he comentado, negar que el CO2 es un gas de efecto invernadero. Desde que Donald Trump es el presidente de Estados Unidos, las voces que niegan el calentamiento global, también llamado cambio climático, son más altas. No pueden ser certeras ni razonables, porque hay demasiados estudios científicos y evidencias de que existe, sucede y resulta muy difícil de controlar.

Muy inquietante resulta que haya personas de ciencia que se dediquen a divulgar todo esto. Son pocos, pero gritan alto, incluso en casos como el de la homeopatía, porque hacen agosto todo el año. El doctor Waheed Uddin, desde su cuenta de Twitter, no duda en lanzar paradojas de un amable dióxido de carbono y sus consecuencias sobre nuestro planeta, como que sin este gas las plantas morirían o que Marte, cuya atmósfera está compuesta por poco más de un 95% de dióxido de carbono, tiene una temperatura media bajo cero. Según él, todo esto es una excusa para crear impuestos sobre el carbón y el petróleo; sin embargo, las medias verdades ocultan mentiras, pues se sabe, por un lado, que las plantas, al mismo tiempo que realizan la fotosíntesis, respiran oxígeno y expulsan dióxido de carbono, y que, por otro, la tenue atmósfera y las características generales del planeta rojo hacen que el efecto invernadero incremente la temperatura del planeta unos cinco grados (muy poquito en comparación con Venus y bastante desalentador para los 0'75º de media que ha subido la temperatura de nuestro planeta en los últimos cien años –en España 1'5–, en el que el dióxido de carbono ha incrementado su presencia casi el doble en la atmósfera), además de olvidar que en Marte el porcentaje de otros gases de efecto invernadero, como el ozono o el vapor de agua, es rídicula. 

Tampoco olvidemos que la atmósfera de nuestro planeta está compuesta fundamentalmente por nitrógeno (78%) y oxígeno (21%), que el resto de gases ocupan poco más del 1% y que quien escribe estas palabras, que es filólogo, no es el más adecuado para tratar estos asuntos. Sin embargo, como ya llevo más de 35 años de residencia en la Tierra y quisiera tener otros tantos, me preocupa el aumento imparable del CO2, algo que está demostrado y de lo que nuestro planeta parece resentirse. No porque febrero tenga el día de los enamorados hay que amarlo todo.