Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Mi calma para Antonio Gala

Para alguien que siempre ha seguido la vida política de este país, de su comunidad autónoma y de su pueblo, y que además gusta de escribir artículos, se le hace difícil contenerse de escribir sobre estos efervescentes momentos que vivimos. Pero haciendo un esfuerzo de voluntad ímprobo lo voy a conseguir.

Y lo haré porque hay muchas cosas que ocurren a diario y que llaman nuestra atención, al menos la mía que es muy curiosa. Una de ellas es lo vertiginoso que pasa todo, no solo el tiempo. Una noticia corre por los noticieros de radio y televisión, se visualiza en las redes sociales, nos aparece en el móvil si la miramos en Google, se comenta y se habla entre familiares y amigos, parece que es la bomba, que eso va a cambiar el mundo. Y nada de nada, comprobamos que en un par de días ya nadie se acuerda de ella. Probablemente porque ahora son otras noticias las que copan los medios que antes cité, y a otra cosa, mariposa.

Esto, que puede parecer inofensivo, creo que, junto a la aparición de la inteligencia artificial, puede llegar a ser muy dañino. Porque se está tendiendo a darle poca importancia a las cosas, y algunas la pueden tener, pero al generalizarlas resulta que las verdaderamente importantes también se pierden en nuestro olvido con demasiada inmediatez.

Es verdad que ahora estamos informados casi al instante, los medios tecnológicos están permitiéndolo, pero esa rapidez informativa no justifica que la saturación de noticias haga que lo mismo que nos llegan, se olvidan.

Lo que a mí no se me va a olvidar es la triste noticia que coincidió con la jornada electoral, se trata de la muerte de una persona a la que yo valoraba muchísimo en el más amplio sentido, Antonio Gala. El cordobés de adopción que vivió Córdoba con más pasión que cualquier oriundo.

Recuerdo que estando estudiando en Sevilla, me gasté unos ahorrillos, de los pocos que uno tenía, en ver una obra de teatro suya, “Samarkanda”. La estaban representando en el teatro que estaba justo enfrente de la facultad, el Álvarez Quintero, y de tanto ver la cartelería me decidí a verla en el gallinero. No me arrepiento en absoluto, desde entonces entre Gala y yo surgió una asociación que por mi parte era admiración. Con el tiempo fui leyendo alguna otra de sus obras teatrales y siempre he admirado el carácter que le imprimía a sus personajes, dejando en sus textos sentencias que ojalá hubiera sido capaz de retener textualmente, pero que al menos me ilustraron para formarme como persona.

Lo seguí en las columnas que escribía en la prensa, recuerdo las “Charlas con Troylo” en El País, donde se dejaba ver su enorme preparación intelectual y su rebeldía. También recuerdo “A quien contigo va”, donde veía a un Gala menos intimista, pero igual de preclaro, lúcido y sagaz. Y de entre todas las columnas me quedo con las últimas que escribía en El Mundo, esas “Troneras” que yo admiraba por decir tanto en tan poco espacio. Era el Gala más maduro, más capaz de sintetizar sus ideas alejándose de lo que se suele llamar la paja de un texto. Un Gala que no huía del día a día, ni de la política que vivíamos, ni de su visión personal de lo que ocurría en el mundo. A veces aparecía el Gala tranquilo y desdeñado, y otras leíamos a un Gala guerrillero y combativo, siempre con tino, eso sí. Qué pocas veces estaba en desacuerdo con él.

Del Antonio Gala novelista no puedo decir lo mismo, se aventuró ya tarde y no logró engancharme. A lo mejor es que yo le pedía demasiado, puede ser, pero sus historias y los personajes de las mismas no me aportaban más que historias similares o personajes de otros autores. Y cuando algunas de esas novelas fueron llevadas al cine, tampoco me atrajeron las películas. Recuerdo el papelazo de Ana Belén en “La pasión turca”, pero ahí pudo mi profunda admiración por la actriz y cantante ante la historia de Gala. En “Más allá del jardín” me pasó igual, en ella sobresalía Concha Velasco con una admirable actuación.

De su primera etapa, donde se sintió más poeta, tengo conocimiento por las muchas entrevistas que Jesús Quintero le hizo en los distintos programas de televisión que dirigió. Creo incluso recordar alguna entrevista en radio cuando Quintero era “El loco de la colina”. Recomiendo que los jóvenes, y no tan jóvenes, busquen en ‘Youtube’ esas entrevistas, porque ninguna te dejaba indiferente. Dos amigos tan amigos que se permitían insultarse, siempre en ese juego entre entrevistador y entrevistado al que Gala accedía solo con Quintero. Ahí pasaba Gala de recitar una poesía, a contrariarse y cabrearse por la actitud del entrevistador. Pura magia.

Antonio Gala era un hombre profundamente culto que jamás ingresó en la RAE, curiosamente, porque manejaba el lenguaje con un poderío inusual, la palabra para él no tenía secretos ni límites. No le importaban y no se llevaba bien con las instituciones en general, aunque algunas sí le reconocieron sus inmensos valores. Algunas personas lo consideraban engreído, pero para mí no lo era, porque cuando ves a una persona como maestro, lo demás sobra. Hombre que no ocultó su condición sexual, aunque tampoco le gustaba hablar siempre de ello, que vivió en varios países de Europa durante sus años más jóvenes, lo que lo hacía un cosmopolita claro, alejado de nacionalismos cicateros y con una mente muy abierta. Nunca ocultó tampoco su inclinación política hacia el progresismo, su oposición a las dictaduras la dejaba patente en sus artículos, siendo para mí un referente en la defensa de la Libertad, y la escribo así, con mayúscula, porque así la vivió él y así la quiero seguir viviendo yo.

Y por más rápido que vivamos, yo me detuve el 28M para rendir tributo a una persona enorme, humanidad absoluta y sapiencia excelsa, a quien agradezco lo mucho que me aportó. Quiero pensar que soy como soy (esto me pasa también con José Luis Sampedro) un poquito gracias a Antonio Gala, genio y figura.