Hace escasos días, en una entrevista concedida a una emisora de radio, se me preguntó por la colaboración con los medios de comunicación de la que me sentía más orgulloso. La pregunta me hizo reflexionar y me trasladó hacia un tiempo muy lejano, más inocente y, por supuesto, más juvenil.
Fue en abril de 1980, hace 33 años, cuando colaboré con un órgano informativo que supuso el germen de una futura explosión juvenil y comunicativa en nuestra ciudad. Aquel órgano informativo pertenecía a un club y llevaba por nombre AIGAGROS. Se realizaba a multicopista y en su número 1 me asomé disertando sobre si la agresividad humana era o no un instinto. Otros colaboradores fueron Vicente Lopera con su pincelada naturalista, el director del Instituto de la Juventud Fernando Ponce, Pepe Pérez con su defensa de lo andaluz, Antonio Roldán con su serie “Cabra en la Literatura”, la poesía de Antonio Gutiérrez, la página musical de Alfredo Guzmán, una página de pasatiempos y, cómo no, la línea editorial.
La portada de aquel número 1 recogía el cartel de la obra de teatro en tres actos “Así que pasen cinco años” de Federico García Lorca. El grupo de teatro independiente “Tierra Mojada” de Cabra sería el encargado de representarla en el Patio del Centro Filarmónico Egabrense. Tal acontecimiento tuvo lugar el 10 de mayo de 1980, a las 9’30 de la noche, y supuso un rotundo éxito del que fui honrado testigo. La media de las edades de los actores era de 21 años, siendo su mayoría trabajadores artesanales y estudiantes. La entrada fue libre.
La segunda página reflejaba el sentir editorial del Club Aigagros cuya junta directiva, en sus cargos más importantes, estaba compuesta por:
Presidente: Antonio Ramón Jiménez Montes
Vicepresidente: Antonio Roldán García
Secretario: Rafael Manjón-Cabeza Ortega
Tesorero: Manuel Buil Baena
De forma paralela quedaron configuradas distintas vocalías de prensa, conferencias, teatro, deportes, exposiciones, etc. La cuota mensual era de 75 pesetas.
Pues bien, me tocó el honor desde Sevilla (ciudad en la que residía por aquel entonces) de abrir los contenidos de aquel número 1 con una colaboración en la que cuestionaba si la agresividad humana era o no un instinto.
Cuando vuelvo a releer aquella colaboración, después de 33 años, sigo creyendo fielmente en lo que expresé en aquel momento. Me queda la satisfacción de poder comprobar que no he mudado la piel, una piel que ha sufrido, en los diferentes medios de comunicación con los que he colaborado, la gratitud y la ingratitud propia de esta labor desinteresada.
Lo mismo me ocurre cuando vuelvo a releer la colaboración de Pepe Pérez “Discriminación hacia lo andaluz”. En su colaboración exigía que “las bibliotecas públicas cuenten con los suficientes fondos bibliográficos sobre Andalucía. Que en las escuelas se impartan conocimientos sobre la Historia de Andalucía...”
Hoy, muchos de los que estuvimos inmersos en el proyecto del club AIGAGROS, nos encontramos en situaciones más o menos privilegiadas. Sería hora de tirar de las hemerotecas y comprobar qué senderos hemos seguido.
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