Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Recuerdos y añoranzas

Ricardo Espinosa Fernández

En aquellos tiempos, los años treinta del siglo veinte, los chiquillos de mi calle de un diminuto pueblo de esta España, que ahora se pretende trocear, nos pasábamos muchos ratos en la carpintería de Evaristo. Situada con amplio balcón al barranco que atravesaba el pueblo; sus zarzales daban cobijo al ruiseñor; sus trinos alegraban la solitaria sensibilidad del carpintero que ordenaba silencio cuando cantaba. Mis oídos todavía oyen con nitidez el cautivador sonido del precioso pájaro y hago aquí un canto a la soledad gratificante en su momento…

Embriagadora para pensar…Necesaria para el artesano creador…Amiga de los ríos, de los árboles, nevadas montañas…Amiga del alba, del sol y los crepúsculos…

En este ambiente, casi al final, me hago niño ¿o quizás sigo todavía siéndolo?

Veo a Evaristo ágil, delgado, bondadoso, maestro y cariñoso con los niños, con hambre de entonces. No tenía hijos, Gregoria su esposa, no se los dio.

En el taller bailaban las herramientas con eficacia y rápido dinamismo puertas, ventanas, cómodas, armarios… En la carpintería lo dominaba todo y lo hacía a partir de los originarios troncos. De ahí salían, como huevos de pava, nuestro instrumento de juego, los trompos, con el hueco para insertar el hierro acerado, que Lucas, el herrero, nos hacía con fuego preciso de fragua a golpe de martillo ¡Ya teníamos el trompo! Raudos en busca de la cuerda o guita que nos regalaba Manolo el albardonero.

Nuestro juego por estas fechas de Santos Inocentes consistía en señalar un pequeño redondo en el suelo que llenábamos de castañas; por riguroso orden tirábamos el trompo y todas las piezas (castañas) salidas del círculo eran para el tirador.

El carpintero tenía en los altos de su casa un palomar, con bastantes mensajeros que lo tenían informado de los acontecimientos de entonces y siempre que entraba a cuidarlos lo recibían con arrullos y zureos como uno de ellos: conocían el cariño y la amistad.

Otra afición de Evaristo: mirar, contemplar las estrellas de noche. El tenía, quería saber: su voluntad, su esfuerzo, sus lecturas le enseñaban. Él nos transmitió el espíritu alegre de los niños a ser abiertos como la verdad.- Si engañas a un niño lo menos que puede pasar es que pierdas su amistad.

 

Ricardo Espinosa Fernández

Pediatra

Añadir nuevo comentario

Plain text

  • No se permiten etiquetas HTML.
  • Las direcciones de las páginas web y las de correo se convierten en enlaces automáticamente.
  • Saltos automáticos de líneas y de párrafos.