Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Anatomía de un insulto

A lo largo de la historia, toda ofensa, toda ira o irritación y toda indignación ha ido acompañada de un insulto (explícito o sutilmente manifestado),  sí, esta es la pura verdad.  Aunque lo que habría que aclarar, para evitar confusiones, es qué es y cuál es el funcionamiento del insulto.

Empezando, el insulto o el motivo del insulto siempre significa una reacción de desprecio a la dignidad (o al comportamiento) de otra persona (o de una situación  existencial misma). Y, con esa base, se manifiesta de muy diferentes maneras:  a) ridiculizando o utilizándose la mofa, b) comparando mal, c) difamando, d) con agravios o con “palabrotas -tacos”.

También, el insulto puede ser (en subjetividad) lo que la otra persona cree que lo es por sentirse “herida”, malpuesta, humillada o no reconocida tal  como es. He ahí que cualquier desobediencia, no aceptación cultural, excesiva grosería, no reverencia o “no mirar bien” o mal aprovecharse el bien del otro, perfectamente pasa a ser un insulto con más o menos gravedad.

Pero el insulto, en su naturaleza o en objetividad, tiene siempre el trasfondo del desprecio y, tal desprecio, puede o no puede atentar contra el honor o contra la dignidad humanitaria o jurídica de una persona, sobre todo cuando es un insulto que miente, acosa, humilla y desacredita realmente (en obviedad) a esa persona.

En consideración, no siempre se insulta realizándose así un daño objetivo a alguien, sino a veces se insulta porque va en la condición humana el hacerlo a modo de desprecio natural o legítimo, a modo de respuesta intolerante frente a un mal o a modo de autodefensa psicológica por amedrentar o por disuadir a un enemigo o rival. ¡Exacto!

Se mire como se mire, decirle a alguien que es un “mentiroso”, atentaría siempre a su honor-imagen social si realmente no es un mentiroso, ¡obvio! (y  sería eso insulto objetivo). Del mismo modo, decirle que es un “falso”, atentaría siempre a su honor-imagen social si realmente no es un falso. Y del mismo modo, decirle que es “maleducado”, atentaría siempre a su honor-imagen social si realmente no es un maleducado.

Lo que quiero decir es que, lo que en racionalidad es un insulto, es imposible de concretar si no se aportan pruebas determinantes de que a alguien se le humilla (realmente y no aparentemente) o se le daña o se le atenta contra su honor.

Sí, porque ante lo que cada cual opine o sugiera, cada ser humano siempre reaccionará con una naturaleza diferente (y válida por salvaguardar su diferencia ) a sus miedos, a sus competidores, a sus enemigos, a sus sacrílegos contrarios con respecto a sus mismos principios.

En el contexto religioso (seguido del político) es en donde más insultos se han desarrollado; y precisamente porque es en donde más se enfrentan esas diferencias humanas señaladas.  Sí, la sensación de que “es el otro el que profana”, “son los de otra religión-política los que mienten-profanan”, siempre imperará en los seres humanos por los siglos.

Eso no se puede casi evitar, como el derecho de todos a definir las cosas por ellos mismos (sin intermediarios: que siempre pueden manipularlos ); pero, lo que sí se puede evitar, es que la sociedad sea aún más irracional, más burda y más estúpida.  Obvio.