Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

España es diferente

Un diario satírico catalán publicó durante la guerra civil una viñeta en la que se veía a un grupo de turistas que miraban un cartel publicitario donde se hacía un llamamiento a venir a nuestro país; en la parte superior se podía leer: “Visitez l’Espagne” y en la inferior: “Spain is different”. En el centro aparecían representados un obispo con una cruz gamada en la mitra (en alusión al cardenal Segura), un general algo amanerado (con cierto parecido a Franco) y junto a ellos un marroquí y otros dos personajes, uno con el uniforme nazi alemán y otro con el de los fascistas italianos. Esa confluencia de intereses entre los grupos representados en el cartel era, por tanto, lo que hacía a España diferente, de modo que fue la primera vez que se recurría a esa frase que años más tarde se haría popular en los años sesenta cuando la España franquista quería abrirse al exterior, durante la etapa de Fraga como ministro de Información y Turismo. Si hacemos una búsqueda que nos permita ver los carteles de aquella propaganda, veremos que también se acompañaba de la otra frase del cartel publicado en 1936, solo que ahora se hacía en inglés: “Visit Spain”.

Lo cierto es que, a pesar de lo que algunos afirman, España no es tan diferente, su historia no es muy distinta de la de otros países de nuestro entorno, aunque haya quien pretenda siempre señalar que nos debatimos entre dos posiciones maniqueístas, las famosas dos Españas, que tampoco son ciertas, porque hay más de dos. Nuestro país sí es diferente en una característica de su vida política en la etapa contemporánea: la dificultad para articular una derecha comprometida con el Estado de Derecho y con los principios inspiradores de un modelo democrático. Ocurrió a lo largo del siglo XIX, y no digamos en el primer tercio del XX. Fracasó en la Transición, en sus distintas versiones, el proyecto de un centro democrático y reformista, y vimos crecer, primero en Alianza Popular y luego en el Partido Popular,  una derecha en la que se integraba sin problema alguno la ultraderecha (que ahora en parte se ha escindido en Vox). La secuencia de dirigentes: desde Fraga, pasando por Aznar y Rajoy, hasta llegar a Casado y a Núñez Feijoo, no ha representado ningún cambio en esa línea, nunca encontramos en el PP posiciones que le acerquen a la derecha democrática europea heredera de la que se comprometió con la Europa nacida tras la II Guerra mundial. Me refiero con ello a la línea oficial del partido, con independencia de que sí ha habido, y hay, individualidades vinculadas a esa tendencia, pero siempre han sido minoría.

En los pueblos andaluces estamos llamados, el próximo día 28, a elegir a nuestros representantes en los ayuntamientos. Los votantes hemos recibido una propaganda electoral del PP en la que Núñez Feijoo afirma estar encantado de saludarnos y luego dice que una “inmensa mayoría de españoles” está cansada de la política de estos años “en la que domina la frivolidad, la falta de rigor y la confrontación”. Quien sea responsable de la redacción de esa frase no hay duda de que se ha dejado llevar por generalizar para la política española la idea que de la política tiene su propio partido. ¿Alguien puede poner mayores ejemplos de frivolidad que los utilizados con frecuencia por la candidata del PP a la presidencia de la Comunidad de Madrid? ¿Cuántas veces hemos visto en los medios de comunicación citar los errores del propio Núñez Feijoo, que se ha visto obligado a rectificar, lo cual es ejemplo de su falta de rigor al analizar los temas? ¿Y confrontación?: repasen las sesiones de control al Gobierno, antes con Cayetana Álvarez de Toledo y Pablo Casado, y ahora con Cuca Gamarra en el Congreso y el propio Feijoo en el Senado.

A la hora de votar el próximo domingo, no podemos olvidar lo que representa el PP, aunque nos digan que se trata de elegir concejales y alcaldes, de que ahora debe primar lo local. Respondamos que aplicamos la doctrina del en otro tiempo moderado Moreno Bonilla, pues afirma que elegir una papeleta socialista es lo mismo que votar a Sánchez, y lo que es peor, a ese invento que denominan “sanchismo”. Aplico esa teoría, en mi caso con más rigor, y considero que elegir la papeleta del PP es optar por un partido que, más de 40 años después de la vigencia de la Constitución de 1978, todavía no sabe en qué consiste el compromiso con el Estado de Derecho y con la democracia.