Se dice que algo es perfecto cuando se hace, se toma, se ejerce, se tiene, se… en su justa medida. Claro, lo difícil es definir dónde está esa justicia con la que medir. No es menos cierto que también se dice que, para acertar cuando te surgen dudas sobre algo, lo mejor es usar el sentido común.
Pues aplicando mi sentido común e intentándolo hacer en mi justa medida me voy a meter en un charco que parece que últimamente se ha hecho tan grande como la expansión de la Covid-19, o al menos ocupa casi el mismo espacio en informativos y prensa de todo el mundo. Me estoy refiriendo a la muerte del afroamericano George Floyd.
Una ola enorme de protestas en todo el mundo ante la detención de George Floyd, pero por qué. Está claro, la detención fue tan brutal que de una inmovilización se pasó a un ahogamiento que le produjo la muerte. Hasta ahí todo está claro sin entrar en más pormenores. Pero lo cierto es que se sumó que Floyd no es de raza blanca, lo que hace que el homicidio alcance tintes racistas, y ya se sabe que en América, que ya ha tenido hasta un presidente de color negro, todavía existen muchas reticencias por parte de unos y de otros para aceptarse como iguales.
¿Se hubiera liado tanto si Floyd hubiera sido blanco? Seguramente no. El acto hubiera sido igual de infame, de cruel, de canalla y de reprochable, pero no hubiera ocupado la portada de los noticieros del mundo entero. El policía que se excedió en sus formas de inmovilizar a una persona hubiera sido juzgado casi en la intimidad de un juzgado de Minneapolis.
Por lo tanto, el componente criminal es colectivamente rechazado sin ningún tipo de paliativos, todos debemos estar acuerdo. Pero lo que ha explotado como una bomba atómica es el componente racial, una vez más. Y a la vez la honda extensiva ha cargado contra la policía estadounidense en general, lo cual, desde un punto de vista razonable, está totalmente injustificado.
Que hay policías que se exceden de sus funciones, que son malos policías, que no sirven para ese trabajo y que aprovechan el estatus de autoridad para abusar de ella no ocurre solo en Estados Unidos, ocurre en todos los sitios, por supuesto que también en nuestro entorno más cercano. Pero son una minoría. Lo normal es que, en ese cuerpo y en todo el mundo, haya gente que esté ahí para servir a los demás, para defendernos de quienes no cumplen con la ley y quieren atentar contra los ciudadanos honrados. Están para ayudarnos a hacer una sociedad mejor, más justa y más segura. Bastante tienen con jugarse en muchas ocasiones la vida atrapando ladrones, narcotraficantes, violadores, asesinos… para que después los jueces los pongan en la calle.
Yo reconozco que no serviría para aguantar tanta afrenta judicial, y soy de los que no callo y digo abiertamente que muchos jueces de lo penal no aplican bien la ley, pues en casos similares yo he leído que un juez ha dictado una sentencia y su colega otra, uno más contundente y otro muchísimo más laxa. Y dejan a la policía en un mal lugar que hasta llego a comprender que un policía diga: para lo que cobro, ¿para qué me juego la vida si luego un juez los pone en la calle una y otra vez y encima me amenazan? No, no es fácil ser policía y cumplir con tu trabajo en una sociedad como la que vivimos. Vaya por delante mi reconocimiento al cuerpo de la Policía, no así al de los jueces.
Y volviendo al tema George Floyd, no es que me parezca mal que se haya aprovechado su muerte para gritar al mundo que las personas somos iguales, independientemente de nuestra raza, porque sin duda el racismo es un exponente en alza dada la llegada de partidos ultras a los parlamentos de Europa. Y mejor no detenernos en los comportamientos de los que han aprovechado las manifestaciones del pobre Floyd para arrasar tiendas, supermercados, etc., etc. Siempre me acordaré del ‘cojo manteca’, aquel que rompía farolas y escaparates con su muleta en las manifestaciones de estudiantes, cuando él no había cogido un libro en su vida. Son los que aprovechan, incluso la muerte, para delinquir, y los hay de todos los colores y en todos los sitios.
En España sabemos mucho de racismo sin necesidad de que el pobre Floyd haya perdido la vida, ya muchos africanos se dejan sus vidas en el mar intentando llegar a lo que ellos creen que es un mundo ideal. Y muchos mueren en barcos hacinados, no porque los policías de EEUU los odien, sino porque gobiernos de la Unión Europea no quieren acogerlos, al menos, para salvarles la vida.
Igual que también añado, el viernes pasado el fallecimiento de Rayshard Brooks, otro afroamericano muerto a manos de la policía de Atlanta demuestra la torpeza infinita de algunos agentes, ya lo he dicho antes, sin disculpar ni un ápice que el fallecido había incumplido la ley a todas luces, pero no se puede responder matando con la que está cayendo. Como tampoco tiene justificación que los conciudadanos de Brooks, indignados por lo ocurrido, quemaran el bar en cuyo aparcamiento sucedieron los hechos. Violencia con violencia, así nos va en pleno siglo XXI donde nos creemos que los avances tecnológicos nos hacen mejores, pero mejores qué, porque personas no.
Y todo esto dicho con mi sentido común y a mi justa medida.