Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

El lamento del mafioso. Ray Celestin

Un buen tanto literario que logra ofrecer Alianza Editorial. Sin duda una de las obras literarias más memorables para un verano sin siesta y pandemia, mas el laberinto político que adormece distrae.

                                                        "Donde se quiere a los libros también se quiere a los hombres".
                                                                                                                                        Henrri Heine

Los años pasan golpeando duro con el palo de la memoria en una sociedad en declive en la que cada día el panorama es más intrínseco y variopinto. Todo gira alrededor del dinero. La tierra se seca o arde bajo el fuego y la agrieta la lucha devoradora de poseerlo todo. Todo parece acercarse al fin de la batalla. Los pobres aumentan, los ricos y poderosos inflan sus fortunas y oran a su dios. Todo puede ser válido en el intento de conseguir lograr salvar el pellejo y parte de la razón. También a los hijos si se puede. Los que disponemos de la fortuna de amar la buena lectura, refugio insobornable que ni la oscura historia de los que ordenan imprimir para que toda manipulación quede de color duros y con lásquelas de rasgan nacías para los siempre que todo lo manipula lo intenta una y otra vez.

Tan envolvente como trepidante en la inmensa metrópoli de Nueva York todo es posible en palpitante masa que retrata todo ese hemisferio del crimen y las mafias. Y uno cree que todo está escrito en esta narración, lo que me lleva a La trilogía de Nueva York del fabuloso Paul Auster.

Todo empezó por un número equivocado, el teléfono sonó tres veces en la mitad de la noche y la voz extraña desde el otro lado preguntó por alguien que no era él". Así comienza La ciudad de cristal, primera de las tres novelas que conforman La trilogía de Nueva York. A Daniel Quinn, escritor de literatura policiaca, tanta pericia y sangre para su interlocutor telefónico lo toma por un detective y le encarga un caso de esos que pasan a la historia. Y quien, lejos de deshacer el malentendido, se mete en el papel que le han adjudicado y se ve envuelto en una historia repleta de enigmas, complicadas relaciones paternales para alcanzar el delirio. Los fantasmas despiertan y toman partido, salga el sol por donde salga y la sangre el río.

En Fantasmas, segunda de las piezas, un detective privado y el hombre al que tiene que vigilar juegan al escondite en un claustrofóbico universo urbano. Encerrado en la oscuridad de una habitación cerrada, el protagonista se ve confrontado a los recuerdos de un amigo de la infancia cuando la mujer de este le escribe una carta explicándole que su marido ha desaparecido misteriosamente. Son distintas, pero interesante la subjetividad de las dos esferas literarias complejas y dramática. El dinero y la belleza descarnada en la que se muestran las caras sucias, sangrientas que cuentan y delatan.

Con la novela El lamento del mafioso -traducción de Mariano Antolín Rato-, se muestran los intereses creados por el poder de las cofradías mafiosas enfrentadas, que marcan la imagen del perfil social por el que se lucha. Todo un pulso guardando las formas para la conquista de todo el terreno y los provechosos fondos con recelos. Unas historias y paseo por la gran ciudad, que rudo lo tiene y todo lo quiere. Unas historias que impactan y enloquecen.

Terminemos pues con unos versos de Juan Ramón Jiménez “Inteligencia, dame el nombre exacto de las cosas”.