Es muy probable que a estas horas el Rey haya sido intervenido quirúrgicamente a fin de recambiar la prótesis de cadera infectada que le impide hacer una vida normal.
Al final ha sido una clínica privada, al igual que no hace mucho hicieron unos conocidos actores del círculo de la izquierda, los Bardem-Cruz, para traer al mundo a su hija, la elegida por el equipo médico que le va a atender y la propia Casa Real, frente a quienes desde algunos sectores políticos del país -PSOE e IU- reclamaban el internamiento del Jefe del Estado en uno de los hospitales públicos de la Comunidad de Madrid "a fin de dar ejemplo".
La verdad es que la vida política española se ha convertido en un sainete en el que cada cual saca la pata por donde más le apetece, en unos casos para destruir el marco constitucional que nos hemos dado, como ocurre en este caso, intentando desprestigiar, una vez más, al sistema monárquico, con burdas argucias populistas, y en otros para utilizar un ejercicio que debiera ser digno -quede bien claro que hablo de debiera- con fines personales o de grupo, totalmente alejados de aquellos que interesan a la sociedad.
Si a Cristina Cifuentes, delegada del Gobierno en Madrid, la ingresan en La Paz, malo porque el partido del Gobierno al que representa pretende la privatización de ciertos servicios públicos sanitarios -como, por cierto, el PSOE viene haciendo desde hace muchos años en Andalucía, no nos olvidemos de las Clínicas Pascual, por ejemplo- y, por tanto, ella, que con sus impuestos financia al Sistema Público de Salud, no tiene derecho a ser atendida en el mismo, ni tan siquiera de urgencias.
Ahora, si al Rey lo intervienen en la Quirón, peor, porque tiene que dar ejemplo de la calidad de la pública española, cuando, ya digo, a ciertos famosetes, siempre dispuestos a participar en un mitin de la izquierda, se les perdona que incluso para un parto sin complicaciones opten por la Rúber Internacional.
Claro, si como es lógico, a la Casa Real, por motivos de seguridad y protocolo, se le hubiesen acondicionado varias habitaciones en uno de los hospitales públicos madrileños durante la estancia de Juan Carlos I, ya hubiésemos oído a toda potencia los altavoces de los de siempre lamentándose por el "trato discriminatorio" hacia uno y otro tipo de enfermos.
La cuestión no es otra que ocupar un espacio en los informativos de TV mediante el cual promocionarse -ya que no lo hacen por su buen hacer político-, agarrarse a la demagogia a falta de argumentaciones más sólidas con las que intentar conseguir el voto y, ya digo, horadar nuestros principios constitucionales buscando descabalgar a la Monarquía de la jefatura del Estado para instaurar la III República, contra la que no tengo nada pero que, como todos sabemos, no está recogida en la Constitución que nos ha dado casi cuarenta años de paz.
Lo importante, en este, como en el caso de Cifuentes o de Penélope Cruz, es que todo se desarrolle con éxito, que no surjan complicaciones y que cada cual tenga la libertad y el derecho a escoger el tipo de asistencia médica que reciba, en el marco de sus posibilidades y siempre dejando salvaguardado que la que se preste en el sistema público sea de la mayor calidad.
Y hablaba al principio de sainete porque eso parece realmente -si no fuese por la tragedia social que esconde y puede provocar- el despropósito nacionalista en el que unos nos quieren meter y al que otros miran con tibieza.
Entre el referéndum inconstitucional que proponen los independentistas, el estado federal al que recurren ahora ciertos miembros del PSOE, la catalanización de España de la que hablaba Esperanza Aguirre, la sensatez de Corcuera, la doble nacionalidad que ahora se saca de la manga Oriol Junqueras a fin de burlar el escollo de Europa y los últimos amagos del PNV reclamando un nuevo estatus, nos vamos alejando, cada vez más, de la imagen de una España fuerte y unida, que pueda hacer frente a los retos del futuro, gastando esfuerzos inútiles en debates fratricidas que a nada llevan o nos situarán en un escenario de clara confrontación interautonómica.
Echo en falta que el principal partido de la oposición no se haya pronunciado firmemente en defensa del marco constitucional, jugando a mantenerse entre dos aguas con el único objetivo de provocar el desgaste del Gobierno. Ello es una muestra más de su debilidad actual y de la falta de criterios de Estado en quienes lo dirigen.
Con todo, larga vida al Rey y ojalá que poco recorrido -me refiero al político- a quienes trabajan por desunir a España.
Comentarios
De acuerdo en todo
Perfecto. Estoy totalmente de acuerdo en todo lo que expone. En una situación tan crítica como la que vivimos (y será peor viendo la tendencia actual), los políticos deberían centrarse en sacar al país de la miseria en lugar de preocuparse de debates absurdos como estos.
Sea privada o pública la operación del Rey, el gasto que ocasione será insignificante respecto a las cantidades que se han perdido en los múltiples "choriceos" políticos que ocurren cada día (véase el caso de los EREs, el caso Bárcenas, etc.) y en las "inversiones" absurdas que se han hecho (aeropuertos fantasmas y trenes que no tienen líneas por donde circular...).
¿Dónde queremos llegar con unos dirigentes así?
Está claro que la lucha
Está claro que la lucha social se ha convertido en una simple lucha de partidos, en la que lo social sólo interesa electoralmente, convirtiéndose el debate en un puro teatro entre actores que lo son o aspiran a serlo, sin que la opinión y preocupación del pueblo tome carta de naturaleza.
El problema es que el pueblo, una parte importante de él, ha llegado a tal grado de desafección política que vota sin preguntarse porqué y a quién lo hace.
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