Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

El azogue

Entre las varias acepciones del término, está la que explica que es el baño de mercurio con el que se patinaba el envés de los cristales para convertirlos en espejos. De esta manera el cristal frontal nos devolvía nítidamente nuestra imagen, mientras la contraria se hundía en la más oscura incertidumbre.

En esas estamos actualmente, en una sima de dudas y oscuridad.

Una situación, hasta cierto punto inesperada (hubo avisos no escuchados por la oficialidad) y relacionada sin duda con un estúpido sentimiento de invulnerabilidad, ha devenido en una crisis, sanitaria primero y socio-económica después, de la que desconocemos su real calado y duración en el tiempo. El que diga lo contrario, a fecha de hoy, directamente, miente.

El grado de desarrollo tecnológico, avances sociales y cobertura en nuestro bienestar y en nuestra sanidad, dentro de un entorno de país occidental, son envidiables y envidiados en otras latitudes, situando a la UE en el lugar donde gran parte del mundo quiere venir. No pensábamos, ni por un momento, que el medieval azote de una epidemia, cambiaria nuestras vidas de tal modo.

Una vez tomada conciencia de la realidad y priorizando, faltaría mas, la cuestión sanitaria sobre todas las demás consideraciones en el momento presente, hay que tratar de amortiguar en lo posible, las consecuencias sociales y económicas que la pandemia generará en nuestra sociedad, las cuales, en el momento actual, creo, no somos capaces de medir en su real magnitud. La serie de decisiones a tomar son, por tanto, necesariamente profundas y de un calado que permita amortiguar el descalabro a todas las capas de la sociedad. Tan importantes han de ser unas como otras, mirando con especial atención a las más vulnerables, sí, pero atendiendo a otras que caso de no recibir ayuda, terminará siendo igualmente vulnerables.

El reto es gigantesco, y ser en el momento actual gestor, un plato de difícil digestión, pero es así. Y en este sentido, sin duda, nuestro Presidente de Gobierno tiene en su mano la mayor parte de esta responsabilidad, y más en el estado de alarma actual. No estamos pues ante un debate parlamentario más, con los consabidos enfrentamientos, escenificados en la mayor parte de los casos, en una dramaturgia, completamente prescindible hoy. Por el contrario, no enfrentamos a retos similares e incluso mayores a los de los años de la Transición, eso sí con nuevos elementos y probablemente con nuevas soluciones, pues el momento es diferente. Lo que no debe cambiar de aquel paradigmático periodo de consenso nacional, es el afán de servicio a los intereses generales, aparcando los elementos partidistas y otras reivindicaciones que, en esta tesitura, nada aportan a la solución.  En este sentido, el señor Sánchez bien haría en valorar el republicanismo oportunista del señor Iglesias, y la apelación al independentismo del señor Torra, ambos verbalizados en el más inoportuno de los momentos.

Pedro Sánchez está ante sus días de gloria o de caída. Este sí que es un reto, y para alguien que, pagando el gasoil de su bolsillo, en itinerante campaña por toda España, consiguió recuperar el mando de su propio partido primero y posteriormente llegar a la Moncloa después, pudiera estar a su alcance. El resto de grupos, no excesivamente finos por cierto en estos últimos días, deberán apoyar aquellas iniciativas que no traspasen el dintel de la Constitución, pero que sin duda habrán de contar con el esfuerzo e imaginación de todos.

No hay otra opción. Nos enfrentamos a un camino difícil y en gran parte oscuro y desconocido, como el envés del espejo. Esperemos que la imagen como sociedad, que pasados unos años éste nos devuelva de nosotros, sea digna de orgullo para todos, o al menos que no nos haga enrojecer de vergüenza.