Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

A propósito de «V»

Cuando se dispone a leer estas líneas, sublime lector, habrán transcurrido varios meses, pero las tecleo al poco de que mi amigo y vecino de la casa Manuel Guerrero haya publicado su artículo dedicado a la serie clásica V, bajo título, sobrecogido de honestidad, homónimo. La casualidad, curiosa tejedora de destinos, ha provocado que, justo después de leer su artículo, enfrascada mi dedicación en la investigación sobre otros asuntos, me haya topado con interesante información relacionada con la producción de la mítica serie televisiva de los años 80, la cual, quizá un tanto obnubilado por la fatuidad, pueda resultar valorable complemento a la aportación guerrerense, confiado yo en la tácita venia que siempre implica la amistad.

El caso es que el productor, guionista y director Kenneth Johnson llevaba ya cierto bagaje de éxito en el mundillo televisivo. Había entrado de la mano de otro monstruo del gremio como era Harve Bennett, creador de productos como El hombre invisible (1975) o Gemini Man (1976), para escribir algunos de los guiones de la serie El hombre de los seis millones de dólares (1973-1978), uno de los cuales giraba en torno a la mujer biónica y que dio lugar a que el propio Johnson se encargara de la creación y desarrollo de su derivada, La mujer biónica, emitida entre los años 1976 y 1978. Se caracterizaba Kenneth Johnson por ser hombre diestro en el medio y conocedor de la sociedad de su época (talentos que con frecuencia entraron en conflicto con su gusto por trabajar según sus criterios y su tendencia al pensamiento independiente), por lo que le encomendaron la adaptación televisiva de uno de los personajes Marvel que su cadena había adquirido. Escogió Johnson a Hulk. Su personalísima visión para El increíble Hulk no impidió que, entre telefilmes y series, el producto se mantuviera en pantalla desde 1977 hasta 1982.

Así las cosas, Kenneth Johnson, para el año 1983, lo tecleaba al principio, era un profesional ducho y con bagaje a sus espaldas, y rondaba por su cabeza una idea acerca de una fórmula de regreso moderno del nazismo a Estados Unidos, impresionado, como había quedado, con la lectura de la novela de Sinclair Lewis Eso no puede pasar aquí (1935), sobre el ascenso del fascismo en el país, cuyo reflejo él estaba observando en aquella sociedad de principios de los 80. A los directivos de las cadenas televisivas, sin embargo, doblegados por el portento Star Wars, no les entusiasmaría demasiado la propuesta, de manera que Johnson retorció un paso más el argumento para presentarlo con una premisa de circunstancias: los nazis serían alienígenas que invadirían el planeta. Vendido de tal modo, la cadena NBC, asociada con Warner Bros. Pictures, aprobó el proyecto de una película para televisión que terminó convirtiéndose en una miniserie, porque, como ya reseñara a la perfección Guerrero, y aunque en España se emitiese en bloque en 1985 (sábados por la tarde, en TVE, claro), la realidad es que el conjunto del producto lo componen tres unidades: la miniserie original de 1983; la miniserie secuela de 1984, V: la batalla final; y la serie regular de diecinueve episodios, estrenada en aquel mismo año de 1984.

Dada esa metáfora de poder fascista, Johnson se preocupó de que los alienígenas desprendiesen ese tufo, de ahí el peculiar diseño de producción en los uniformes, en el logotipo, en su jerarquía u organización interna, con ese líder supremo que nunca aparecerá en pantalla, o en la persecución de colectivos, empezando por los científicos. En un principio, los alienígenas aterrizarían en son de paz y serían conocidos con el genérico término de visitantes, para ir descubriendo, poco a poco, sus crueles intenciones. Junto con el trasfondo social, el ajuste de los terrícolas al alcance de la invasión y el eco de la Segunda Guerra Mundial, también se dedicó Johnson a profundizar y desarrollar el protagonismo de los personajes femeninos, hecho inusual hasta aquella época, cuyo atractivo se explotó aún más a partir de la secuela. El verismo técnico, por supuesto, fue eje central al emprender el proyecto, calculando bien los diseños de las naves, las armas, los efectos especiales, el propio maquillaje de los alienígenas… En fin, dotada de impacto y credibilidad, la miniserie original fue un carísimo producto para su tiempo y el medio, incluso Johnson excedió el presupuesto asignado, proceder que le hará quedar sujeto a un férreo control y una reducción presupuestaria para los posteriores productos, resintiéndose, en consecuencia. Al punto, se descuidaron los aspectos técnicos y se reciclaron escenas muy chapuceramente.

De vuelta a la miniserie original, ésta fue un éxito incontestable. De inmediato, Johnson trabajó en la secuela, atendiendo a los campos abiertos que se habían dejado ex profeso; no obstante, contra la lógica, pronto NBC y Warner lo contuvieron, a través de un drástico recorte de presupuesto y un trato más comercial y superficial del guión. Johnson se opuso con rotundidad, razón por la cual, obviando su condición de creador, fue apartado del proyecto, siendo sustituido por un grupo de acólitos a la cadena y al estudio, supeditados al objetivo de estrenar la secuela en mayo de 1984. La metáfora de la guerra o el componente social quedaron, entonces, relegados, para apostar por la acción y la aventura e historias de simplona resolución. Pese a ello, la secuela resistió el envite, incorporando personajes que representaban la resistencia del resto del mundo. Múltiples personajes, por cierto, que la serie regular no pudo sostener, y fue perdiéndolos y desinflándose y ahogándose en su esencia procedimental, hasta que agotó su emisión, hasta concluir sin concluir, abruptamente, cancelándose con un argumento no cerrado.

El fenómeno de la serie fue indiscutible, sobre todo, en su fase original, y el sistema de promoción comercial, que catalizara, de nuevo, Star Wars, invadió, como los alienígenas protagonistas, todo el planeta.

Por mi parte, conservo retazos en mi memoria de su consumo durante mi infancia, qué remedio. Recuerdos agradables. Ahora no me acercaría a revisitar el producto. Considero que no soy, en la actualidad, un espectador de la televisión de los 80 y prefiero seguir atesorando, inmaculados, aquellos recuerdos entretenidos, divertidos y deleitosos que la televisión de mi niñez me regaló.