Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Reflexiones escatológicas

Al hablar aquí de lo escatológico no pienso en las creencias vinculadas a la vida de ultratumba sino en la segunda acepción de la palabra que recoge el diccionario de la RAE sobre el uso de imágenes y temas soeces relacionados con el excremento. Tiene una explicación.

    Antenoche -cuando el recuento llegaba a su fin y los resultados provisionales fijaban un inquietante panorama político- se me vino a la cabeza un chiste de mi infancia. En él se describía a un hombre agarrado a una olla rebosante de excrementos de la que comía con fruición grandes cucharadas a un ritmo constante. De repente paraba y empezaba a vomitar. Los amigos asombrados le preguntaban qué había pasado y el respondía: “¡Qué asco. Me he tragado un pelo!“

    Sin querer pensé en los millones de estómagos españoles que comulgan día tras día con las ruedas de molino de su ideología, pero son melindrosos y frágiles con los pensamientos contrarios. Los mismos que han dado arcadas con el pelo “bolivariano y la amenaza radical” mientras deglutían (sin descomponer el rictus) las paletadas de corrupción arrojadas estos años a la Ciudadanía por el partido gobernante.

    No cuestionaré nunca que cada cual vote la opción política con la que se identifica. Está en su derecho. El mismo que nos asiste a otros para afirmar que cuando alguien- pese a tener información suficiente- decide apoyar corrupciones, recortes de libertades o saqueos de lo Público, ya no es víctima sino cómplice. Sin medias tintas.

    Las elecciones han demostrado la fortaleza y capacidad de movilización del conservadurismo hispano. El mismo que sigue consignas al tañido de campanas sin preocuparse de la verdad o mentira que anide en ellas. Buena parte de este electorado pertenece a capas populares por lo que debe impregnarlo una alta dosis de masoquismo. El que le hace besar la mano de quien aplica las políticas económicas y sociales que más tarde le fastidian. Para luego rebelarse al grito de “todos los políticos son iguales” en la barra del bar entre partido y partido. Pero sin olvidar nunca votar “a quien Dios manda” cuando llega la hora.

    Porque lo contrario, que todos los apoyos sean por compartir el ideario, la furia neoliberal de los dueños del Sistema, es simplemente ridículo. Si en España hubiese ocho millones de ricos beneficiándose de la Crisis, estaríamos en el paraíso capitalista.

   También han demostrado el corto recorrido del globo Ciudadanos. Y lo han pinchado. La invención de Rivera, acarreado por los poderes fácticos desde la periferia catalana, ha terminado en fiasco. En el momento que vieron como la disgregación de la derecha podía abrir compuertas peligrosas, volvieron a la senda del voto útil.

    Ha quedado también claro que el “atado y bien atado” del Franquismo va más allá de una frase hecha. Han removido el miedo. Y han encontrado quien lo comprara. Por centrarme en tres ejemplos de mi barrio: joven explotado con jornadas laborales interminables por 400 euros comentando en el bar que iba a votar al PP “ porque si gana Unidos Podemos me quedo sin trabajo”, padre de amigo que le advierte del peligro del Coletas porque “va a quitarnos todo lo que supere sesenta mil euros en los ahorros” , vecino casi ágrafo, incapaz de situar a Gran Bretaña en un mapa, mitineando en la carnicería que la culpa del “Brexit” ( correctamente pronunciado) la tienen los perroflautas...

    Podía seguir hasta configurar un verdadero “cahier de doléances”. Pero sería injusto olvidar que en el desengaño del 26J también hemos puesto nuestro granito de arena. Porque nada de lo acontecido habría pasado con solo haber retenido el millón de votos esfumados en el camino. Por ello debemos analizar lo ocurrido con altas dosis de autocrítica. Convencidos de que el camino de unidad es el correcto, aunque no hayamos generado hegemonía. Esa que permite contrarrestar insidias y temores mediante el combate de ideas en centros de trabajo, reuniones... y en los bares antes mencionados.

    Nuestro compañero Julio Anguita en las intervenciones y entrevistas de campaña advertía del peligro de las encuestas. Su intuición ha sido certera. Hoy nos previene contra la frustración. No puede llevarnos el día 27 otra vez al cainismo sempiterno. Porque en esta campaña, con todos sus errores, he visto ilusión compartida y fraternidad entre militancias. Y eso es un activo a la par que una garantía de futuro. No tiene sentido pedir como remedio la cabeza de Pablo o de Alberto.

    Los problemas siguen estando ahí, los recortes y las leyes represivas se mantienen. Por ello se hace más necesario que nunca construir una alternativa que no se apoye solo en la participación institucional. La pata del activismo social es imprescindible y debemos acrecentarla. Para que en las próximas ocasiones las candidaturas que florezcan estén arraigadas en el terreno y eviten chirridos por decisiones de difícil explicación. Que nada suene a capricho o improvisación.

     Esta mañana he tenido un “dejà vu”. Al igual que al día siguiente del referéndum sobre la OTAN no encontré a nadie que hubiese votado a favor de la permanencia en la organización militar pese a la abrumadora evidencia contraria, hoy tampoco he encontrado a nadie que ayer votase al PP. He deducido algunos por la reacción molesta ante mi comentario de “quien sostiene con sus votos políticas corruptas participa de ellas”. También me han dado ganas de releer a Delibes y sus “Santos Inocentes” para buscar una explicación, ya que no lógica si sociológica, al incremento en seiscientas mil papeletas del voto ultraconservador.

    A nosotros desde la Izquierda como tantas veces nos toca recomponernos rápidamente para volver al tajo. Y 71 diputadxs permiten una visibilidad hasta hoy desconocida en nuestros lares. Porque como contumaces irredentos suscribimos la frase de Marcelino: “Ni nos domaron, ni nos doblaron ni nos van a domesticar”.