En esta fauna y flora que puebla la sociedad actual en la que la mayoría malvivimos, mientras otros que no tienen más rédito que el poder ficticio a costa de trepar y trepar se alimentan como verdaderos dioses, pulula o aletea un personaje de singulares características –a veces cómico, a veces trágico- al que se denomina bocazas, y que el diccionario de la RAE define como: “Persona que habla más de lo que aconseja la discreción”. Que en el caso de que el bocazas ostente un cargo de importancia, tanto a nivel de partido político como institucional, el individuo en cuestión adquiere una dimensión distinta; porque ya no se trata del compadre que viene de hacer tres chapuzas cobradas en negro (tiene que llegar a final de mes) y que se acomoda en la barra y tras cañita y cañita va largando lo que le viene en gana.
No. Este bocazas del que escribo, pertenece a esa élite de politicastros a los que les importa un huevo pisar cuellos con tal de irse encaramando al árbol de la abundancia; que si se puede llegar al ramaje más alto, tanto que mejor. Es una especie que abunda y que, de vez en cuando y con su perorata repleta de ego, es capaz de dejar en evidencia a sus mismos correligionarios. Pero ni se inquieta; puesto que a su discurso le coloca la etiqueta de “mis palabras han sido sacadas fuera de contexto”, pasándole el marrón al periodista de turno, y él al siguiente atril para seguir exhibiéndose sin reparos. Pues que, lo de primero yo, segundo yo y tercero también yo, conforma la bandera unicolor del tipo, de la que hace gala en aquellos acontecimientos que considera relevantes y de los que puede sacar tajada.
El bocazas, en sus delirios de grandeza, es capaz de establecer pactos hasta con el diablo. Y no tiene pudor ninguno el bocazas en sacrificar a la población, con tal de que los que se vienen haciendo de oro con la especulación del suelo, por ejemplo, se sigan lucrando. Que no se le cae la cara de vergüenza al bocazas, cuando a los cuatro vientos proclama el buen hacer de su gestión en lo que respecta a la calidad de los servicios que se prestan a la ciudadanía, despreciando las manifestaciones en contra de una gran parte del pueblo o la capital que toque en turno. Y se acicala el menda dejándonos perlas (que no sé por qué se le llama perla a la cagada) como la siguiente: “todavía mi permanencia como alcalde es imprescindible”, en el caso de los alcaldes. Así que ya saben: tengan mucho cuidado, un cuidado extremo, con este espécimen, vulgarmente conocido como “el bocazas”.