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"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Ósip Mandelstam. Antología poética

Imposible poner fronteras a un espíritu creador insobornable. Para Mandelstam la poesía era su verbo, la existencia, del creador fiel a sus principios.

Ingenuo y doloroso para los poetas creadores de la palabra literaria y el verso diáfano.  Comprometido con  la Revolución. Fruto de una pasión al principio arrolladora. Esta composición fue dirigida a un ególatra como lo fue Stalin. Personaje sutilmente dibujado con agudeza y fino humor descrito por Mandelstam, en el que desnuda al dictador del culto total a su figura:

“Vivimos sin sentir el país bajo nuestros pies,
nuestras voces a diez pasos no se oyen.
Y cuando osamos hablar a medias,
al montañés del Kremlin siempre evocamos.
Sus gordos dedos son sebosos gusanos
y sus seguras palabras, pesadas pesas.
De su mostacho se burlan las cucarachas,
y  relucen las cañas de sus botas.
Una taifa de pescozudos jefes le rodea,
con los hombrecillos juega a los favores:
uno silba, otro maúlla, un tercero gime.
Y sólo él parlotea y a todos, a golpes,
un decreto tras otro, como herraduras, clava:
en la ingle, en la frente, en la ceja, en el ojo.
Y cada ejecución es una dicha
Para el recio pecho del oseta.”

Este poema llevaría al poeta Mandelstam a sufrir un duro interrogatorio. A partir de este momento soportaría los instintos  de una mente enferma, poseída de una crueldad sin límites futuros. Cuando  la gran Rusia, pregonera bajo la fiebre persecutoria enloquecida de Stalin, apuesta por la creación del hombre nuevo. Con en el transcurso de los años de feroz demencia dictatorial fue sembrando el terror y  la persecución del pensamiento libre. “En ese contexto de efervescencia cultural surgieron dos grandes movimientos poéticos: el futurismo, nacido originariamente en Italia y arraigado con sorprendente fuerza en la Rusia prerrevolucionaria,y el acmeísmo, genuinamente ruso. En torno al futurismo moscovita se agruparon un gran número de jóvenes poetas como Maiakovski, Jlébnikov, Pasternak, Kruchónij, Burliuk, Kamenski y Severianin... En cuanto a los acmeístas petersburgueses, guiados inicialmente por Nikolái Gumil.”

Imposible poner fronteras a un espíritu creador insobornable. Para Mandelstam la poesía era su verbo, la existencia, del creador fiel a sus principios. Francotirador contra un poder dictatorial, terrorífico que le llevó a sufrir las mayores penalidades hasta su muerte. Teniendo a su lado, mártir de amor, a su mujer que, nunca mejor dicho, fue fiel compañera de viaje en el sentido más vehemente de la palabra. Y que gracias a ella, su vida y obra, hoy es para toda alma sensible placer de lectura, desasosiego y dolor de una causa perdida. Aunque, como la historia escribe, el verso en la palabra creadora, emerge y se sitúa por encima de las banalidades y la barbarie impuesta por monstruos envueltos en el culto obligatorio  a su maloliente y sangrienta personalidad.

Cantemos, hermanos, el crepúsculo de la libertad,
el gran año crepuscular.
En las hirvientes aguas de la noche
se sumergió el triste bosque de las redes.
Te alzas en los años sordos,
¡oh, sol, juez, pueblo!
Cantemos la fatal carga
que con lágrimas el caudillo del pueblo lleva.
Cantemos la carga crepuscular del poder,
su insostenible opresión.
Quien tiene corazón debe oír, oh tiempo,
cómo tu nave naufraga.
Nosotros en legiones militares
juntamos a las golondrinas.
Así, el sol no se ve y todo elemento
trina, se mueve, vive.
A través de la red –crepúsculo espeso–
el sol no se ve y la tierra flota.
Y bien, probemos: un inmenso, torpe
y chirriante golpe de timón.
La tierra flota. ¡Ánimo, hombres!
¡El océano se abrirá bajo el arado!
Y hasta en el frío del Leteo recordaremos
que diez cielos nos costó la tierra.

Es de agradecer, como lector, esta versión directa del ruso a la lengua de Cervantes por el traductor  Jesús García Gabaldón,  que nos ofrece un extenso y didáctico prólogo que ayuda al lector a adentrarse en la palpitante personalidad del poeta ruso de origen sefardí. Luego, tanto agradecida como admirable  esta antología editada por  Alianza Editorial.

Mandelstam murió, según consta en el informe médico oficial, de «parada cardíaca y arterioesclerosis» el 27 de diciembre de 1938 a las 12.30 en un campo de tránsito situado a las afueras de Vladivostok y fue enterrado en una fosa común.