Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Todo es emoción

Cayetana Correa Delgado

La emoción, por muy paradójico que pueda parecer a priori, ha sido un controvertido concepto dentro de la psicología. Una psicología influenciada por el conductismo más radical que se nutre de Watson y el positivismo, cuestionando así la existencia de cualquier cosa que no sea medible, cuantificable y objetivable.

Así, sucumbimos a una era oscura y enquistada de despotismo ilustrado en psicología: “todo para el sujeto pero sin el sujeto” negando la existencia de conceptos como “inconsciente”, “emoción”, “estructuras”… y convirtiendo la psicoterapia en una especie de diseño estándar donde el programa de intervención  se adecúa a cada diagnóstico en lugar de a cada paciente, colocándonos así en una posición de saber omnipotente en el que el paciente no sabe nada de lo que le pasa y las guías de las sociedades psicológicas o psiquiátricas lo saben todo.

Asumiendo este reduccionismo que no deja de formar parte de esta sociedad que se angustia ante la posibilidad de no saberlo todo, de estar castrados, diríamos que el psicoanálisis se dedicaría por tanto, al margen de error, es decir, a aquello que las buenas formas y los buenos usos objetivados y testados no pueden curar.

Sin embargo, los nuevos avances en neuroimagen consiguen un cambio de paradigma en investigación permitiendo espiar los cerebros en directo mientras los sujetos hablan, ejecutan tareas, se relacionan… y toda una nueva generación de neurólogos retoman el tema de la emoción colocando a esta en el centro de la ecuación frente al asombro de esos psicólogos obsesionados en demostrar a cualquier precio que la psicología también es una ciencia, y traumatizados por la posibilidad de que en el Sujeto (por muy evidente que parezca) se juegan cuestiones subjetivas y por ende, inmedibles.

Antonio Damasio, neurólogo de origen portugués y punta de flecha en investigación, explica en “El error de Descartes”, como hasta este momento, el modelo cartesiano seguía imponiéndose sobre nuestra manera de ver el mundo: cuerpo- alma, genético-aprendido, bueno-malo, razón-emoción. A través de una sencilla tarea de laboratorio (“Gambing Task”) evaluó  los sistemas de toma de decisiones de sujetos con patologías amigdalinas (centro anatómico de la emoción) y sujetos normales. Así, tendríamos a pacientes puramente racionales (ya que las respuestas y expresiones emocionales  estaban afectadas) y pacientes normales (con un funcionamiento emocional y racional que no estaba asociado a  ninguna patología).

¿Cuáles serían los resultados esperables? Pues que si nos basamos en el planteamiento de que las emociones no sirven más que para enturbiar la razón, haciéndonos impulsivos, susceptibles de las pasiones y vulnerables, deberían haber tomados mejores decisiones los sujetos con lesiones amigdalinas, pero resulta que estos se equivocaban, siendo los sujetos normales los que obtenían resultados significativamente mejores.

Las emociones son fundamentales en todo proceso, nos significan y nos diferencian de otros, son el esqueleto de nuestras contradicciones, nos permiten disfrutar y anticipar el peligro, separarnos del destino y elaborar una historia propia, hacernos únicos, convertirnos en hijos en lugar de en camada, atravesando toda nuestra humanidad. Así, que sin ese margen de error, no seríamos nada.

 

Cayetana Correa Delgado

Psicóloga y psicoanalista

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