Días de verano caluroso es placer deseado para tener una buena piscina donde refrescarse. Lo nada agradable es cuando la envidiada y deseada piscina provoca de súbito macabras y no menos oscuras sorpresas. Es la que sucede en la piscina de la mansión de la bien acaudalada Mrs. Sloucum situada sobre un riquísimo yacimiento de petróleo, ansiado por cualquiera con dos dedos de frente y sed de ganancias sin importarle nada la belleza natural del paisaje. Puesto que la distinguida anciana se viene negando a explotar o vender tan codiciado tesoro bajo sus pies y perder en delicioso paisaje del que disfruta. Bueno pues la distinguida señora que ama los paisajes más que los caudales de oro negro, una noche no cualquiera la descubren e ahogada en el fono de su envidiada piscina.
El panorama profesional se le pone complicado al detective Lew Archer que ha sido contratado por la nuera de la dama ahogada en extrañas circunstancias, para aclarar el origen de una carta difamatoria dirigida a ella con amenaza de airear su vida privada. De manera que si la investigación podría haber sido como unas vacaciones pagadas piscina con de lujo incluido, de súbito, se encuentra en un corto espacio de tiempo con dos cadáveres: la señora millonaria y a continuación el de la nuera, que aparece muerta en su dormitorio con claros síntomas de haber tomado estricnina. Tensa situación entre los intereses creados por los familiares de la anciana víctima que dejan mucho que desear. Y esta es la extraña situación en la que se halla el tan avezado detective Lew Archer, consciente de tener que sumar a la carta anónima difamatoria dos cadáveres y un entorno familiar de herederos un tanto sospechosos y variopinto. Enrarecido trasfondo de intereses económicos, envidias y oscuros secretos familiares harán que el detective deba implicarse al máximo para llegar al fondo del caso sin dejarse la piel en el intento.
Una aventura detectivesca compleja frente a una tela de araña donde se encuentra enredada una herencia nada despreciable al mismo ante la poca transparencia de ciertas afinidades mafiosas que codician y aspiran a poder quedarse con esa propiedad para explotar su subsuelo del oscuro y contaminante petróleo elevando un bosque de torres metálicas. Los golpes y escaramuzas del más variado decorado se suceden una tras otras. Capos, matones a sueldo, antros no menos sospechosos, prostitutas y barra libre a la carta de vicios variados y juego con todas las consecuencias y apetitos, aunque también hay ternura y amorosos sueños frustrados.
El lector agudo en estos ambientes policíacos puede ir descubriendo algunas pistas por entre los vericuetos senderos por los que discurre la narración de la historia, pero cuidado, porque los cambios que se producen inesperadamente son muchos hasta justo el final de la narración. Ross Macdonald (Los Gatos, 1915 -Santa Bárbara, 1983), pseudónimo de Kenneth Millar, es uno de los autores clave de la literatura negra norteamericana poseedor de una maestría narrativa que no ha empolvado el tiempo, llevará al lector por unos espacios cada vez más tirantes a medida que se van surgiendo.
Doctor en Literatura por la Universidad de Michigan, inició su carrera literaria durante la primera mitad de los años cuarenta en revistas de bajo presupuesto, valiéndose de la influencia de autores como Dashiell Hammett y Raymond Chandler, de quienes ha sido considerado uno de sus más brillante herederos. Su primera novela, The dark tunnel (1944), marcó el inicio de una prolífica carrera que le coronó como uno de los mayores creadores de literatura policíaca del siglo XX.
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