La curiosidad puede definirse como el deseo de saber o averiguar un asunto ajeno.
La curiosidad aumenta las ganas de ampliar conocimientos, agiliza la imaginación, ayuda a crear fantasías de tal forma que a veces cuando descubrimos la realdad nos decepcionamos de tal forma que hubiésemos preferido nunca hacerlo, o todo lo contrario, cuando lo que percibimos es de nuestro agrado. Aunque al mínino pueda ocasionarle la muerte, a los asiáticos (como físicamente no distingo bien entre chinos y japoneses, los denominaré con ese sustantivo) les viene de maravilla.
En uno de mis paseos diarios tropecé en una céntrica calle con un albañil encima de un andamio y otro hombre desde el suelo dirigiéndole lo que debería hacer. Su mano derecha con el índice enhiesto, señalaba hacia donde debería poner el cemento o lo que tuvieran entre manos. Como se trataba de la parte superior de la puerta de un bar, imagino que tratarían de actualizar el nombre, el luminoso o cualquier otro logotipo del mismo.
Detrás de mí, caminaban un grupo de asiáticos cargados de cámaras fotográficas, mapas en mano, sombreros de visera, pantaloncillos a la rodilla, zapatillas de deporte en conversación entretenida y bullanguera, ni que decir tiene, incomprensible al oído circundante. Uno de ellos, el que era un poco más alto, como mucho 1.60 m. no más, se debió erigir como cabecilla experto e iba dando, supongo, explicaciones de lo que a su paso veían, o ¡sepa Dios! Mi sorpresa fue cuando al estar enfrente del andamio con sus interlocutores, se desató de repente a modo de sunami, una oleada de flases y videos que me dejaron estupefacta. Mi fantasía no daba crédito, imaginaba a cientos de enanitos fotografiando a dos héroes del espacio realizando un collage impresionista. El cabecilla, más en su papel, hablaba y hablaba mientras los demás miraban, con esos ojitos a medio abrir, atónitos, serios, expectantes, como esperando una desgracia, digo yo, al menos esa impresión daban. ¿Qué pasa, que en sus países no se utilizan andamios? ¿Qué los consideran obsoletos? ¿Qué las órdenes las reciben a través de micro ship? O ¿simplemente sería curiosidad por saber qué estaban haciendo?
Esto no deja de ser una anécdota dentro de la laboriosidad de esas gentes, pioneros en el trabajo bien hecho, los japoneses, están a la vanguardia de mucha tecnología científica e investigadora. ¿Poseerá esa raza mayor grado de curiosidad que les invite a creaciones, aparentemente fantásticas, que les lleven a estar los primeros en muchas cosas?
No regatear esfuerzos a la hora de trabajar al igual que todos a una, consiguen estar a la cabeza en lo pequeño, a veces minúsculo en los avances de la informática, por ejemplo.
Son un pueblo fantástico, admirable, lo que se proponen lo consiguen y aunque a veces, en determinadas circunstancias, se me antojen enanitos corporales, poseen una gran inteligencia y visión de futuro llevado a la práctica, como lo demuestran continuamente.