Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Bioética Básica 5,6,7,8

Continuando con las entregas sobre cuestiones básicas de bioética y habiendo expuesto en la anterior la que trata sobre el aborto, que por la situación social de hoy entiendo que es la cuestión central de la bioética, traigo ahora otras cuatro colaboraciones que he querido presentar en bloque, ya que todas tienen un elemento común que es el de relacionarse de una manera u otra con la cuestión del aborto. Tratarlas como cuestiones independientes tiene la ventaja de que el texto de cada una es más corto y se hace más amable leerlo. Pero como digo, son cuestiones relacionadas con el aborto por lo que se pueden entender mejor una vez expuesto este. Ahí tenéis las cuestiones 5, 6, 7 y 8. Espero que os resulten de interés.

BIOÉTICA BÁSICA 5:

EL DIAGNÓSTICO PRENATAL.

El diagnóstico prenatal es el conjunto de análisis para la detección precoz de enfermedades o malformaciones en el feto durante el tiempo de gestación.

Siempre es bueno diagnosticar cuando de prevenir una enfermedad se trata. Todos nos hacemos diagnósticos para enterarnos de si nuestra salud es buena o no, y en este segundo caso, aplicar soluciones médicas.

En las primeras etapas del feto se pueden corregir ciertas anomalías, y por tanto es recomendable para curar al feto de males presentes o futuros.

Sin embargo, algo tan bueno, en principio, como lo que acabo de exponer, en el ambiente antinatalista y eugenésico, propio de mentalidades nazis, propio de los años en los que vivimos, estas técnicas de diagnóstico prenatal han derivado en ser pruebas para analizar si el “producto” que viene es de “buena calidad”, como si se tratase de un electrodoméstico, de tal manera que si dicho producto—el niño—viene “defectuoso”, el diagnóstico prenatal es la excusa para abortar con un pretexto tranquilizador de la conciencia y encubrir así el brutal egoísmo con el que se asesina a un ser humano débil y además enfermo.

Todo lo que se puede decir del diagnóstico prenatal está dicho en síntesis en las líneas precedentes. Abrumadoramente más se utiliza hoy día el diagnóstico prenatal para promover abortos que para curar posibles enfermedades del niño. Así están las cosas. La mera sospecha o indicio de trisomía del par 21, o dicho en cristiano, el síndrome de Down, es motivo suficiente para que se lleve desde la institución sanitaria un verdadero e intolerable acoso sobre la madre para que aborte vulnerando el más elemental respeto a la libertad y a la intimidad de los padres del niño y a la vida de este.

Lo esencial del diagnóstico prenatal es la rectitud de intención que debe presidir su empleo. Ni por fines eugenésicos, ni siquiera por curiosidad debe hacerse, sino solo por el recto fin de salir al paso de anomalías que pudiera tener el feto y que se pudieran abordar a tiempo.

Hay básicamente dos métodos fundamentales de diagnóstico prenatal: la ecografía y la amniocentesis, de los cuales el último de ellos entraña un porcentaje de muerte del niño del 2%, ante lo cual hay que valorar si vale o no la pena afrontar un riesgo así para los fines que se pretende conseguir.

También hay que pensar que no todas las enfermedades del niño han de detectarse ni curarse durante la gestación: tiene toda una vida por delante para curarse o para convivir—feliz—con una enfermedad incurable si esa es la voluntad de Dios para él. Un niño no es una máquina que debe adquirirse en perfecto estado de funcionamiento. Los médicos saben muy bien que no hay ningún ser humano que esté “totalmente” sano, o si lo hay, esto sucede por un periodo de tiempo corto. A los hijos hay que amarlos con sus defectos, con sus deficiencias, con sus enfermedades.

El uso que hoy día se viene haciendo del diagnóstico prenatal recuerda la eliminación que por razones eugenésicas se hizo de los disminuidos físicos y psíquicos, así como de los judíos, en la Alemania hitleriana. La sanidad española está invadida de verdaderos nazis, que por lo pronto ya han conseguido casi exterminar a los niños mongólicos de nuestro país, con su acoso sobre las madres, amparado por la normativa oficial.

Hay que dejar muy claro que los padres siempre tienen el derecho a no someter a su hijo a diagnóstico prenatal y que, teniendo en cuenta la presión que existe sobre ellos, pueden optar por “no querer tener tanta información sobre el feto”, sobre todo si esta no añade ni quita nada a lo esencial del embarazo. También es oportuno decir aquí que muchos diagnósticos prenatales que auguraban con seguridad síndrome de Down, luego han resultado erróneos. Esto sucede porque el diagnóstico prenatal está contaminado actualmente de ideología.

Termino con una pequeña frase que, aunque no la pronunció, sí podría haberla pronunciado una niña con síndrome de Down frente a tanto “razonamiento” eugenésico en torno al diagnóstico prenatal: “No soy una anomalía cromosómica, me llamo Virginia”.

BIOÉTICA BÁSICA 6:

REPRODUCCIÓN HUMANA ASISTIDA.

Que se me perdone la perogrullada, pero “reproducción asistida” es la reproducción a la que se ayuda, a la que se asiste. Lo demás son otras cosas, pero no son propiamente “reproducción humana asistida”. La clave para distinguir una de otras es que en la reproducción asistida se da el fenómeno natural de la reproducción humana, de modo que la técnica “colabora” con ella, pero no la sustituye, es decir, que supone una intervención de ayuda a la eventual insuficiente capacidad procreadora del acto conyugal. En las otras formas mal llamadas de reproducción asistida sí se da una sustitución y una manipulación del proceso natural de la reproducción.

El punto de origen para entender dónde está lo lícito y donde no, lo podemos encontrar en la comprensión de lo que es la persona humana. Es preciso entender que la persona es en si misma un bien, en relación con el cual, solo el amor constituye la actitud adecuada y válida. La persona, según los antiguos juristas romanos, es un “sui iuris”, existe en si misma y por si misma, se posee a si misma. Por tanto, no pertenece a nadie. Luego el acto por el que se quiere que una persona llegue a la existencia, solo cabe que sea un acto de amor, de donación. La única manera lícita por la que puede llegar un hijo es en un contexto de amor, de donación; como fruto del amor de sus padres, cuya expresión propia específica es el acto conyugal en el cual están implícitas las aspiraciones a la paternidad y la maternidad, de modo que ese amor se prolonga en el hijo como encarnación viva y permanente del mismo.

Quien entienda las líneas precedentes, entenderá que el único lugar digno de la procreación humana es el acto de amor conyugal de los padres, por lo que cualquier intervención en el proceso generativo humano que excluya por si mismo el acto conyugal, es indigno de la procreación humana y por tanto resulta bioéticamente inadmisible.

Puede suceder que se produzcan situaciones de esterilidad en una pareja por las razones que sean desde el punto de vista médico. Es, de acuerdo con los razonamientos anteriores, éticamente lícito ayudar a la reproducción siempre que no se sustituya el acto sexual. Hay técnicas modernas que mediante preservativos perforados—que evitan que se obtenga semen por medio de la masturbación, éticamente ilícita—inoculan el semen sobrante del acto conyugal en los diferentes tramos de las vías genitales femeninas llevando a cabo inseminaciones intravaginales, intracervicales, intrauterinas, intratubáricas o intraperitoneales. El porcentaje de éxito en estos casos está en torno al 25%.

Lo que no es lícito, de acuerdo con la dignidad humana, es la inseminación artificial, tanto si es homóloga—los padres biológicos coinciden con los legales—como heteróloga—caso contrario—porque en estos casos el ser humano no es concebido con el respeto a su dignidad, sino tratándolo como un producto que se fabrica.

La dinámica de la inseminación artificial heteróloga lleva a monstruosidades tales como los bancos de semen y de oocitos, y a su comercio y tratamiento envilecedor como si de ganado se tratase.

Como la naturaleza se venga cuando se la maltrata, son muy frecuentes determinadas enfermedades en los niños fruto de estas manipulaciones, no solo físicas sino psicológicas, ya que la confusión en cuanto a las raíces de la persona ocasionan en esta un daño irreparable porque, sencillamente, no somos ganado, y el conocimiento y vivencia del propio padre y la propia madre no son simples caprichos o exigencias burocráticas de las oficinas del registro. Las raíces de la persona son inviolables, y cuando se vulnera el respeto sagrado a ellas, la identidad de la persona se resiente. En cuanto a las secuelas físicas, los niños producidos mediante inseminación artificial tienen un 25% más de malformaciones frente a los concebidos de forma natural, sobre todo del sistema cardiovascular, urogenital y músculo-esquelético.

La inseminación artificial propiamente dicha es también conocida como “fivet”, acrónimo de “fecundación in vitro y transferencia de embriones”. Hay que decir que en la técnica de la fecundación in vitro se suelen generar del orden de 12 embriones, para tener dónde elegir, de los cuales se transfieren al útero de la madre uno, dos o tres de ellos. Los embriones no transferidos se suelen destruir si no son de “buena calidad” o se congelan en caso contrario para transferirlos más adelante a los mismos padres o a otros. En cuanto a los embriones transferidos, se sigue el embarazo con ellos y si todo continúa según lo previsto, se le propone un tiempo después a la madre una “reducción embrionaria”, esto es, matar a uno o dos de los tres embriones implantados para evitar embarazos múltiples. Me imagino que el lector percibirá la monstruosidad que todo esto supone, tanto por los abortos que se practican al destruir los embriones generados como por el banco de seres humanos congelados que se almacenan sin el más mínimo respeto a su dignidad como personas, ya que se utilizan como material de experimentación.

Me parece que estamos aquí ante uno de los episodios más viles de la historia de la humanidad, que alcanza dimensiones planetarias, porque son millones las personas humanas-embriones que están almacenadas a temperaturas bajo cero de esta forma tan execrable, como fruto de la manipulación y prostitución de algo tan sagrado como es la vida humana.

Quiero también mencionar otra técnica de inseminación artificial variante de la fivet. En la fivet la inseminación artificial se lleva a cabo en un tubo de ensayo mediante la puesta en contacto del óvulo y los espermatozoides. Se puede decir que ellos solos interactúan en el tubo de ensayo. Sin embargo hay otra técnica de fecundación forzada llamada “inyección intracitoplásmica de esperma” en la que lo que se hace es introducir directamente el espermatozoide seleccionado por el técnico en el ovocito femenino. Esta técnica se utiliza sobre todo para paliar la esterilidad del padre. Sin embargo, lo que se consigue con ello es transmitir las anomalías genéticas de este al hijo que se fabrica, entre ellas la esterilidad. Vaya negocio.

Hablar de “madres, padres o hijos de alquiler” resulta cuanto menos, espeluznante. Si ello lo combinamos con los mal llamados matrimonios del mismo sexo que adoptan niños fabricados mediante la fivet, nos hacemos idea de los desequilibrios psíquicos de los niños víctimas de todas estas manipulaciones, que tienen un único punto de partida: considerar que un hijo es un derecho de las personas adultas y no un don de Dios, así como ignorar el derecho que desde su concepción asiste a todo ser humano a que sea respetada escrupulosamente su dignidad como persona.

El oscurecimiento de la sexualidad verdadera por la técnica reproductiva tampoco hace salir bien parada a la pareja que, en vez de dejarse llevar por el amor y la confianza en la providencia de Dios, se pone en manos de técnicos manipuladores de la vida humana sin escrúpulos. También la pareja sale con problemas de tipo psicológico. La intimidad de su amor se va a la mierda, sus cuerpos pasan a ser engranajes de una cadena de montaje, no medios de expresión del amor, el padre es solo un tipo que se masturba para producir semen, como un semental, o peor todavía, porque al semental le ponen una vaca delante. El niño no viene al mundo como fruto del amor del padre y la madre, sino como producto de la colaboración mecanicista entre la mujer y el especialista. Por último, algo me imagino que pensarán esos padres ante los diez o doce embriones “inservibles” que se destruyen, que salvo que sean tontos, me imagino que reconocerán que son hijos suyos abortados. Todas estas cosas es evidente que, salvo que sean lerdos incurables, a los padres les dejan “tocados” psicológicamente para toda la vida.

Voy a terminar insistiendo en el foco desde donde debe observarse todo esto: El punto de vista del niño. No me cansaré de repetirlo: lo importante es el punto de vista del niño. Quiero traer a colación algo que a simple vista puede parecer que no tiene relación con lo que digo, pero sí la tiene, y mucho. Recientemente he leído la mejor biografía que hasta la fecha hay publicada del escritor fallecido Francisco Umbral. Es la biografía escrita por Anna Caballé en Ediciones Espasa el año 2004. La autora es profesora titular de literatura española e hispanoamericana en la Universidad de Barcelona. El libro es un soberbio análisis literario de la obra del gran escritor a la par que una inmejorable biografía, perfectamente documentada, rigurosa y objetiva en donde salen a la luz, con un exquisito respeto, detalles de la vida de Umbral que hasta ese momento no eran públicamente conocidos.

La cuestión central de la vida de Umbral está en su nacimiento. Umbral fue hijo natural. Su madre, vallisoletana, huyó a Madrid para darlo a luz en la clandestinidad por temor a la ignominia que entonces perseguía a las madres solteras. Una vez nacido en Madrid, en 1932, en vez de dejarlo en la inclusa, su madre se lo llevó a Valladolid y lo estuvo ocultando durante los primeros años de su vida. A partir de los 5 o 6 años lo acogió con ella pero no le reveló que era su madre, sino que entre ella y los demás familiares le hicieron creer que era tía suya. En cuanto al padre de Umbral, nunca se supo nada de él porque se desentendió del hijo desde el momento en que fue concebido. Así las cosas, Umbral creció de niño, de adolescente y de joven en medio de una soledad interior desgarradora, sin saber quienes eran sus padres, sin conocer sus raíces, desolado, sin percibir el amor de un padre o de una madre. En 1953 murió de tuberculosis la madre de Umbral. En el funeral, una de las tías le reveló al escritor que quien acababa de morir era en realidad su madre…

Todo esto es terrible, como terrible es la vida de Umbral por dentro. El libro de Anna Caballé se titula “Francisco Umbral. El frío de una vida” Me parece perfecto el título porque expresa lo sobrecogedora que fue la vida de Umbral, porque careció de ese “calor” en el origen que le marcó psicológicamente para toda la vida, porque esa “frialdad” le acompañó toda la vida. El origen de esa frialdad radica precisamente en que Francisco Umbral no fue concebido ni acogido en este mundo en un contexto de amor, ni él convivió psicológicamente desde el principio con sus raíces. Esto lo tienen en común el escritor y todos los niños venidos a este mundo por medio de la inseminación artificial heteróloga. La diferencia está simplemente en la fama del primero y el anonimato de la gran muchedumbre de los segundos. La notoriedad de Umbral como escritor ha llevado a Anna Caballé a investigar y poner de manifiesto la tragedia interna de este. Los niños nacidos de la fivet heteróloga no  son personajes notorios,…pero tienen el mismo problema que tuvo Francisco Umbral, y aunque no tengan a una Anna Caballé que lo saque a la luz, el problema persiste en ellos mientras vivan. Y es un problema psicológico de primer orden y sin solución.

Me parece que este ejemplo tangible que acabo de poner, puede hacer comprender que existen multitud de historias desgarradoras anónimas cuyo origen está en ese egoísmo mezclado con el desprecio a la dignidad del hijo que lleva a entenderlo como un producto que se encarga a una fábrica en vez de verlo como un ser humano con toda su dignidad.

BIOÉTICA BÁSICA 7:

DIAGNÓSTICO GENÉTICO PREIMPLANTATORIO.

El diagnóstico genético preimplantatorio DGP es una técnica de selección de embriones utilizada por parejas fértiles afectadas por una enfermedad genética hereditaria. La finalidad es generar un bebé mediante fecundación in vitro que no padezca esa enfermedad o que tenga una característica genética determinada.

El procedimiento que se sigue consiste en generar del orden de 10 embriones a los que se permite desarrollarse hasta que tienen 8 células. Entonces se toma una o dos células de cada uno, que se analizan para ver si esos embriones padecen esa enfermedad. En caso de que la padezcan, son destruidos o se destinan a investigación y posterior destrucción (léase: son “asesinados”). En cuanto a los embriones sanos, se seleccionan uno, dos o hasta tres, que son los que se implantan, con posterior “reducción embrionaria” (léase: “asesinato”). El resto de los embriones sanos se congelan para futuros embarazos, si apetece.

Todo esto es, sin paliativos, racismo puro y duro.

Hay una cuestión “menor” que no conviene dejar pasar. Esa extracción de una célula a un cuerpo humano que en ese momento solo tiene 8 células supone amputarle la octava parte del cuerpo. Es una amputación importante, ya que esas 8 células están organizadas, es decir, que no son indiferenciadas. Esa amputación produce un daño considerable al embrión que me imagino que habrá científicos que lo hayan estudiado.

El DGP recuerda los más sórdidos procedimientos de selección racista empleados por los nazis en los que la vida humana no vale absolutamente nada.

Una variante del DGP es el “bebé-medicamento” cuyo objetivo es producir un ser humano del que llevar a cabo un transplante para curar a otro hermano mayor enfermo. Ya para empezar, podríamos considerar que si esos padres y médicos tienen tantas ganas de trasplantar, en vez de utilizar a ese niño para ello, que utilicen a su puta madre o a la puta madre de los médicos, y que hagan sobre ellas todos los trasplantes que les salgan de la punta del nabo. Todo menos utilizar como objeto a un ser humano sin consultarle si desea someterse a una intervención para trasplantarle a otra persona algo de su cuerpo. Todo menos una violencia intolerable de ese estilo.

Mala cosa es que se quiera un hijo, no como persona, con un amor incondicional, sino “para algo” y no “por si mismo”. Por otra parte, en realidad, el bebé-medicamento no es sino un “superviviente” de una selección de DGP mediante fecundación in vitro en la que han quedado por el camino—o por la cuneta, mejor dicho—aproximadamente unos 100 embriones de peor “calidad” que no han respondido tan bien como el seleccionado a estos dos requerimientos: No ser portadores de la enfermedad y ser compatibles para un transplante a su hermano mayor.

Se dice que el DGP cura al niño que nace. Eso es mentira porque el niño que nace por DGP nunca ha tenido la enfermedad que se trata de evitar, nunca la ha tenido. Sin embargo, para que nazca un niño sano, se han matado un buen puñado de seres humanos enfermos.

También se ha dicho que con el DGP se evita el aborto porque se evita que se generen niños con síndrome de Down. Esto también es mentira porque para empezar, los fetos con síndrome de Down también tienen derecho a nacer y a vivir. Pensar lo contrario es tener mentalidad racista. Además de lo anterior, efectivamente, mediante el DGP se consiguen fetos que no tengan síndrome de Down, pero al precio de eliminar—o sea, abortar—una o varias docenas de embriones—seres humanos—que quizá sí tuvieran esa malformación. Es decir, que el DGP produce muchos más abortos.

Se ha dicho también que el DGP es éticamente más aceptable que un aborto tardío. Quienes sostienen esto se dejan llevar de la sensibilidad en vez de la verdad de las cosas. Efectivamente es muy impresionante contemplar un video de la ejecución de un aborto en tiempo real de 6 meses de gestación. Todo es sangre, brazos, piernas, vísceras, cabeza, miembros descuartizados, etc. Dan ganas de vomitar. También es terrible contemplar la ejecución de un condenado a muerte en los países donde se contempla la pena de muerte. Todo esto es tremendo, porque es tremendo ver morir a un ser humano, aunque sea un anciano en una cama de un hospital. La muerte de un ser humano es siempre terrible.

¿Pero ver morir a un embrión de 8 células? Es una muerte sin sangre, sin gritos, sin apenas cambios externos perceptibles. Es algo que produce menos impresión que ver morir a una hormiga. Si encima nadie le ha querido por si mismo en este mundo, ¿Quién le va a echar de menos? Es solo un número que ocupa un lugar en una estadística rutinaria. Además, no tiene cara, ni brazos ni corazón, ni cerebro, ni piernas. Es amorfo, no tiene forma humana. No vale la pena. Que lo destruyan y a otra cosa, que no estamos como para ocuparnos de tonterías…

Sin embargo, esos embriones de 8 células…son humanos, repito: ¡son humanos!

BIOÉTICA BÁSICA 8:

INVESTIGACIÓN CON EMBRIONES.

Para abordar este tema tenemos que empezar exponiendo qué son las células troncales, también llamadas “células madre”. Se trata de células inmaduras, no diferenciadas, capaces de generar muchos tipos de células de los diferentes tejidos del organismo adulto. Se utilizan para curar ciertas enfermedades mediante la llamada terapia celular, consistente en trasplantar estas células para restaurar las funciones alteradas de un órgano o tejido. Podemos clasificarlas en tres tipos: totipotentes, pluripotentes y multipotentes.

Es totipotente el cigoto, porque es capaz de generar todos los tipos celulares del organismo.

Son pluripotentes las células madre embrionarias y las IPS (Induced Pluripotent Stern Cells). Las pluripotentes son capaces de generar todas las células del organismo menos la placenta, pero no son capaces de generar un nuevo organismo. Las células madre embrionarias proceden del embrión entre 2 y 7 días de vida. Las células IPS se obtienen de un cuerpo adulto (por ejemplo, la piel) y se las somete a un proceso de desprogramación y posterior reprogramación, que las hace indiferenciadas pudiéndose transformar a continuación en muchos tipos de tejidos. Por eso se llaman células troncales pluripotentes “inducidas”. Este tratamiento que las hace indiferenciadas ha sido un descubrimiento crucial en medicina. Se debió al profesor Yamanaka y tuvo lugar en 2006.

Son multipotentes las células troncales adultas, las células troncales umbilicales, las troncales del líquido amniótico o placentarias y las troncales fetales.

Como he dicho antes, el gran descubrimiento en esta área ha sido el del doctor Yamanaka, pues se consiguen células, no solo multipotentes, sino pluripotentes, que cubren todo el espectro terapéutico. Incluso son mejores que las embrionarias, ya que estas provienen de otro ser humano distinto, por lo que se puede producir rechazo, que no se da en las células troncales IPS, pues provienen del mismo organismo.

Además hay otra razón de preferencia de las células IPS sobre las embrionarias: la obtención de estas últimas se lleva a cabo sacrificando al embrión. Es decir, abortando, lo cual indica el cinismo en que se ve envuelto este proceso: para curar a una persona se mata a otra y se emplea su cuerpo como quien utiliza piezas de desguace.

Las células madre adultas IPS ya se están empleando para curar muchas enfermedades que antes no tenían curación. No son ni serán una panacea que lo cure todo, pero son un gran avance. Desde el punto de vista ético no plantean ninguna objeción, pues respetan la vida humana. Su empleo ha dejado absolutamente sin argumentos a los defensores de las células madre embrionarias con fines terapéuticos.

En cuanto al tema más amplio de las investigaciones con embriones, sea con fines terapéuticos o no, es evidente el carácter reprobable de las mismas desde el punto de vista ético, por cuanto se utiliza a seres humanos para satisfacer una curiosidad sin respetar su dignidad ni su vida. Tampoco se justifican aunque los fines sean terapéuticos. Esas investigaciones y esas terapias son similares al empleo de niños de las favelas brasileñas a quienes se secuestran y se les quitan riñones, ojos u otros órganos para comerciar con ellos en el mercado de trasplantes de órganos. Sin lugar a duda se hace todo con fines terapéuticos, pero es evidente que el fin no justifica los medios.

Una de las variantes de la investigación con embriones es la clonación, dirigida a reproducir de forma no sexual un ser humano genéticamente idéntico al original. La técnica que se utiliza consiste en reemplazar el núcleo de un óvulo por el de una célula no sexual del ser que se desea clonar. Se distingue entre clonación reproductiva y terapéutica, siendo la primera la que trata de generar un ser destinado a nacer, mientras la terapéutica supone dar muerte al ser vivo ya iniciado para utilizar sus células troncales embrionarias como medio terapéutico. La mayoría de los países prohiben terminantemente la clonación reproductiva, mientras algunos países admiten la terapéutica. Sin embargo, incluso entre los científicos que la apoyaban, muchos han dejado de hacerlo desde que en 2006 el profesor Yamanaka descubriera las células IPS, porque sus razonamientos ya no tienen razón de ser.

Investigar con embriones es equivalente a tratar a un ser humano como un almacén de piezas, ignorando su dignidad, tratándolo como un objeto. Es una muestra de la deshumanización más cruel de la medicina y de la ciencia cuando no se toma al ser humano como punto de partida.

Antonio Moya Somolinos

Arquitecto

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