¿Y qué pasa con el sector del juego? Aquí sí hay sitio para todos. Por una parte, las tiendas de videojuegos viven su mejor momento, sobre todo las que ofrecen alquiler y compraventa de juegos de segunda mano. Algunos títulos se venden también en edición coleccionista, y otros tiene como requisito indispensable la adquisición de un hardware adicional, por lo que la descarga digital no sería una opción. Sin embargo, desde que los smartphones irrumpieron en nuestra vida cotidiana, muchos jugadores sobreviven sin videoconsolas y ya muy pocos compran juegos en soporte físico para ordenadores. Descargar juegos, la mayor parte de ellos gratuitos y multijugador a través de internet como Fortnite (con su segundo capítulo ya en marcha), es la tendencia más extendida, a menos que juguemos en sitios especializados, como es el caso de las salas de casino online, que ofrecen desde un mismo lugar más de cien juegos variados y que van cambiando regularmente (por ejemplo en estos momentos, muchos tienen que ver con Halloween o películas de terror). 888 tiene la licencia de Pesadilla en Elm Street, y en otras líneas alejadas de lo terrorífico, de Narcos (Netflix), Planet of the Apes, Jumanji o Guns & Roses, entre otras máquinas.
La ventaja ya no sólo radica en tener todo a mano o no necesitar descargarlo a soportes físicos (hace sólo una década descargábamos todo lo posible en discos duros externos, llenando incluso therabytes con cosas que no volveríamos a consumir una segunda vez), sino en la aportación a la reducción del impacto medioambiental. Sin comprar formatos físicos, no sólo sse fabricarán menos discos, estuches donde guardarlos, precintos y carátulas, con el consecuente ahorro de basura generada, sino que además se ahorran otro tipo de contaminaciones potenciales como el transporte de estas cargas, y consecuentemente se reducen las emisiones de CO2.
Parece que pasarse a lo digital es una iniciativa muy ecológica que complementa de manera activa otras acciones como la erradicación de bolsas de plástico de un solo uso o el concurso escolar Consumópolis. La principal diferencia es que estas dos últimas iniciativas las plantean las instituciones, y el hecho de elegir contenidos digitalizados es más bien una elección personal. De la misma manera que los organismos tratan de fomentar rutinas ecológicas y sostenibles en nuestro día a día (y no sólo fiestas de concienciación), es responsabilidad de cada uno elegir productos más respetuosos con el medio ambiente y el consumo responsable. Cierto es que el hecho de que cada vez las opciones estén más a mano facilita la labor para que seamos capaces de interiorizar estas prácticas sin mucho esfuerzo (la clave siempre va a ser que el usuario final tenga una experiencia confortable, o no funcionará).
Sin embargo, también hay quienes han visto la parte anti-ecológica de internet, la nube y los servidores: cuantas más personas conectadas, mayor necesidad de infraestructuras físicas para su funcionamiento. Se estima que el 2% de las emisiones mundiales son responsabilidad de las tecnologías de la información (redes sociales, video en streaming, juegos online, etc). Hay que tener en cuenta, además, que estas instalaciones deben consumir electricidad 24 horas al día, los 7 días de la semana, y también nosotros como consumidores utilizamos mucha más energía. La clave, obviamente, no está en dejar de usar tecnología o desconectarse de internet, sino, nuevamente, en nuestras elecciones y las de los diferentes gobiernos. Presionar para que se prioricen las energías renovables frente a combustibles fósiles, o mantenerse informados sobre si los servidores que alojan nuestros datos son ecológicos (que también los hay).
Pero realmente, a nivel usuario, ¿qué podemos hacer? Al igual que debemos evitar generar demasiado residuo de plástico o de papel, o debemos procurar no derrochar agua, el orden, la limpieza y procurar no generar residuos “digitales” forma parte de la solución: cuantos menos emails innecesarios, películas, canciones, juegos, imágenes y documentación almancenemos innecesariamente en los servidores, menos de estos hará falta tener enchufados. Evitar, en otras palabras, el “síndrome de Diógenes” digital es de suma importancia, pues, finalmente, lo digital también ocupa lugar en algún sitio, y ese sitio son las calles de servidores alojados por todo el mundo. Evitemos que consuman innecesariamente energía y que emitan CO2 que no es imprescindible emitir, y podremos decir que realmente colaboramos para que el entretenimiento digital sea más ecológico y sostenible que el fundamentado en soportes