LITERATURA. Acompañada por el escritor e historiador peruano afincado en Sevilla, Fernando Iwasaki, la autora de “Senderos del Pasado”, Victoria Barros Guerrero, presentará mañana viernes, a las 19.30 su obra en La Casa de las Aguas.
Desarrollada en Montilla, desde 1842 hasta 1920, la novela comienza narrando los pormenores de una niña que es abandonada al nacer en la Casa Cuna de la ciudad. La hija de esta, que estará condicionada de por vida por el abandono y prematura muerte de su madre al poco tiempo de traerla al mundo, sufrirá en silencio las consecuencias de haber contraído matrimonio, coartada por su padre, con un desconocido. Mientras tanto, la ciudad y la historia van evolucionando, como telón de fondo de esta novelada la mano de su alcalde, don Juan Bautistas Pérez Mataix.
El tatarabuelo de la escritora sevillana Victoria Barros fue alcalde de Montilla en cuatro mandatos entre finales del siglo XIX y principios del XX. Juan Bautista Pérez Mataix, o "don Juan Bautista", como era conocido entre los montillanos. Fue un personaje de peso para la ciudad, no solo por los diversos negocios que regentó, sino por la eficiente gestión que hizo del presupuesto público para mejorar las condiciones de vida de las clases menos pudientes.
Don Juan Bautista presidió la alcaldía durante seis años en un contexto de alternancia bipartidista fundamental en la restauración borbónica. Valenciano de nacimiento pero cordobés de adopción, don Juan Bautista destacó por la expansión cultural que defendió y trabajó desde su puesto: luchó contra el analfabetismo, endureció los requisitos académicos que habían de cumplir los cargos públicos para trabajar en el Ayuntamiento y promovió la fundación del Casino Montillano para expandir el conocimiento. Se rodeó de los más altos cargos de Alfonso XIII y estableció estrictas medidas para evitar, con éxito, que la epidemia de cólera que azotó el país en el s.XX cruzara las murallas de la ciudad. Además se involucró y lideró importantes iniciativas para Montilla, como por ejemplo la beatificación de San Juan de Ávila.
Los negocios de Pérez Mataix eran de lo más variado: desde la banca hasta el tabaco, pasando por la compraventa de grano y tejidos; todo ello sin dejar atrás el comercio de vinos ni la redención de quintas.
Pérez Mataix estuvo casado durante más de 20 años con una montillana, que estaba viuda, y no tuvo descendencia. Cuando rondaba los 60 años, edad muy avanzada para la época, su vida se cruzó con la de una mujer casada mucho más joven que él, llamada Julia Vázquez Ramírez de Valenzuela. La personalidad de esta montillana estuvo marcada por la temprana muerte de su madre, la cual fue abandonada en la Casa Cuna de Montilla al nacer.
Todos estos entresijos dan forma a Senderos del pasado, una novela histórica ambientada en la Montilla de 1842 hasta 1920, época en la que más del 65% de la población, que rondaba los 13.500 habitantes, se dedicaba a la triada mediterránea: vid, trigo y olivo.
Según la autora, “el motivo que me llevó a iniciar la investigación que sustenta esta novela fue la repentina muerte de mi padre en el verano de 2016, cuando yo tenía veinticinco años. Aquel acontecimiento inesperado hizo que me interesara por nuestros orígenes y, desde entonces, he pasado cinco años recorriendo, en mi tiempo libre, pueblecitos a lo largo de toda España. En este lustro he asaltado a alcaldes y funcionarios, he visitado archivos y bibliotecas, he devorado innumerables protocolos notariales, censos y padrones; todo para conocer un poco más a los personajes de mi propia historia. Cuando quise darme cuenta, había conseguido remontarme al siglo XVI en varias de las ramas de mi árbol genealógico, pero fue la de mi tatarabuelo paterno, don Juan Bautista Pérez Mataix, la que más me llamó la atención de todas y la que me hizo plantearme dejar constancia del esfuerzo realizado. Todo apunta a que debió ser, cuanto menos, un personaje pintoresco y de astucia inigualable”.
“La investigación ha sido tediosa porque he tratado de ser lo más fiel a la realidad posible.
Lo que más me ha impresionado de toda la investigación ha sido, en general, el tema de los niños expósitos. Concretamente que, en caso de que los padres quisieran recuperar a los niños de la Casa Cuna, estos tenían que aportar la cantidad económica que se estimaba que se había tenido que invertir en ellos para sacarlos adelante. Parece que era la única manera de evitar oleadas de abandonos en épocas de hambruna. Aunque no había visitado la ciudad hasta que comencé a investigar, sí había oído hablar de Montilla a mi abuela desde que era muy pequeña porque ella, aunque estudió interna en Cabra durante muchos años, vivió en Montilla hasta los 15 años. Gracias a esta experiencia tan enriquecedora, he descubierto una ciudad con mucho encanto y que ahora siento como propia”.